Ocho tazas de café
cierran la puerta
de mis sueños a tu
presencia,
pues bebo para no
soñarte
más despierto, no dejo
de recordarte.
Cada noche lloro en
silencio
en la miel de mi mundo
íntimo,
donde, en el detalle
mínimo,
te revelas en momento
místico.
Asaltas el endeble
castillo
e irrumpes en mi
fantasías de niño:
tomas mis manos entre
las tuyas
y, con esa voz suave,
mi sueños arullas.
Despierto, encuentro
tu aroma
que humilla la blanca
rosa,
escucho tu voz cuando
el reloj marca
con melancolía las
eternas horas
donde mi sombra sin tu
sombra
agoniza, agoniza
viendo las olas
de mi llanto, que te
añora.
Ay hijo, qué lindo, y qué triste...
ResponderBorrarEres un genio!!!