Minut telkesit pimeyteen,
enkä pääsen täältä pois vapauteen.
("Vankilani"- Ruoska)
No encierran del todo
estos barrotes
-la cadena al cuello y
candado en boca-
el gesto amargo tan
fingidamente digno:
debí arrancarte de
raíz, fría rosa del principito.
Mas estoy ahí.
Sujeto a estas
lágrimas que sabes no caerán:
han olvidado su
propósito
(ni siquiera honraron
tu pasada sombra de
tristeza).
Me tienes emparedado.
Pero fui yo quien se
arrinconó
en las paredes de tu
corazón
restaurando los
jirones con cinta adhesiva
porque, sabes,
no sé hacer más.
Cuando la daga negra
-la del engaño
cobarde,
la gran puta que
profanó a Amor-
entró a rasgar lo que torpemente
había curado,
el herido fui yo.
se apagó mi norte
(y tu mano contiene el
acero)
el mar lavó nuestros
pasos
(y mi sangre contamina
la tuya)
el viento cerró la
ventana
(y no salgo por las
rendijas de tus dedos)
quema el sol y quema
la luna
porque sigo jugando al
héroe,
al andante
gentilhombre,
gallardo epíteto
medieval,
sombra de pasados
menos violentos,
sanando lo que no
puedo sanar.
Prisionero inútil, canto,
y mi canto es un poema
digno de arrojarse a la basura
donde crecen los
gusanos de la traición,
donde la palabra de
los dioses no vale nada
pues ellos son nada y
ellos me llevaron a ti;
ellos me encerraron en
tu jaula
cuando el escriba
idiota interpretó tus gestos
como la invitación a
esperar y amarte.
Allá, los infiernos no
quisieron decirme
quién era: lejana
burla, alfeñique derrotado por la
Ingeniería,
estúpido soñador
carente de títulos y diplomados,
… aspirante a
caballero.
Nunca un culto hijo de
puta.
Lates.
No puedo contar, sin
embargo, tus latidos.
No puedo recordar tu
aroma
ni hacer del vuelo de
las mariposas
un saludo de tu alma
que me busca a mi camino.
No puedo recitar tus
sueños,
tus gustos,
tus secretos
ni compartir contigo
las canciones que acompañen el sueño.
No fui tanto.
No fui nada.
Y estoy prisionero.