lunes, 24 de febrero de 2014

Helena mirando el mar

El poema es un fragmento de una obrita que está en proceso
y que está alojada en Novelistik. Para leer los primeros tres capítulos
clic aquí

Mira cómo las olas se alejan de ti, Helena.
Mira cómo se acuerdan que las cruzaste, enamorada,
suspirando, flechada, hermosa,
como una noche que ha visto demasiada luna.

Mira, mira Helena cómo te reprochan y se van.
Se acuerdan que las tocaste, risueña,
cuando tus pies hirieron la playa
y prometiste regresar
para jugar con los pececillos.

Mira, Helena, cómo te reprochan pues no has cumplido tu promesa.
Mira cómo entienden tu mirada que se pierde,
que muere y que nace en el horizonte,
en el mar que pare cada mañana al sol.

Mira, Helena, mira cómo saben que te irás algún día.
Mira cómo sospechan que tu corazón es un nudo.
Mira cómo lloran contigo en silencio.
Mira cómo te ruegan que vayas con ellas a jugar.

viernes, 14 de febrero de 2014

Apología a una Musa

Estoy aquí para defenderte de mí mismo.

Tienes de un lado lo mejor de mi persona, la que ocasionalmente salía en frases inteligentes o en discursos al borde de las lágrimas. Del otro, con otras bocas que callan en prudencia, severas conmigo tanto como contigo, mi difamatoria presencia, la que algún día señaló con el dedo y doblegó mis suspiros cambiándolos por maldiciones. No imaginas el trabajo que fue separarnos, cortar más allá de la piel y herir el alma que contiene los dos elementos. Al final del día, Musa, ambas partes soy yo: la que te acusa y la que te defiende. ¡Quisiera ser una sola! Quisiera ser la mejor y tocarte la melodía para tus oídos, hechizarte con palabras y acompañar tus pasos hasta tus sábanas. Mas sospecho que soy más la última que la primera, torpe mancha que siempre fue segunda ante otras presencias. Hoy, sin embargo, puedes confiar en que seré mi propio arquetipo. Hoy seré la mejor versión.

Te acusan de traición, Musa. No te cansaré con sus conclusiones vulgares por no hacerte llorar. No me perdonaría una sola lágrima de dolor que tus ojos derramen por mi culpa. Quiero que te sientes aquí, ten, toma: sé que te gustan estas golosinas, come. Mientras, yo me dirigiré a este jurado seco y poco afectivo. Un jurado que desconoce los latidos del corazón pues lo han vendido para poder odiar. No dirijas tu mirada al rincón, donde mi peor versión se regocija en el sufrimiento ajeno. No te preocupes, estarás bien aquí.

Señoras y señores del jurado: ¿conocen ustedes la fecha exacta de estos suspiros que presento aquí, como primera prueba? No. La gran mayoría no, al menos. Tienen un año. Este de aquí es el primero, acompañaba la partida del camión que nos separaba a mi cliente y su servidor. Nació espontáneo, pequeño. Tembloroso. De ésas veces en las que, al final, el suspiro quiere ser acompañado de un abrazo.

Quiero que sepan que fue el primero de muchos. Quiero que sepan que inspiraron todas estas letras que hoy ven regadas en la mesa, como los pedazos de un cristal hermoso que quiere ser armado. Quiero que sepan que pintaron esta sonrisa y cristalizaron estas lágrimas (Ah, Musa, en esta versión perfecta, sí sé cómo llorar). Quiero que sepan que estos suspiros marcaron el horizonte, la estrella que guió el trayecto a más suspiros. Quiero que sepan que estos suspiros me dieron aquello que ustedes añoran y se cuenta en golpes al pecho: un latido. Quiero que sepan que estos suspiros concibieron el amor.

Y aquí está, jurado infame, la razón de estos suspiros. Esta Musa que ven aquí, tan bellamente ataviada, es la causa de estos suspiros, la razón primaria de todo lo que sucedió después. Mírenla. Díganme si no valdría la pena hacer segunda Troya por ella.

(Tuve un sueño. Una pesadilla. Llovía de nuevo en tu carita. Me decías que, otra vez, te habían ensombrecido. Mi versión blasfema te recordaba que ya antes había pasado, no había razón para lamentarse ahora: “Repetiste”. Te alejabas, corriendo y yo corría tras de ti. Mi versión ideal acuchillaba la sombra. Desperté, con ganas de llorar.)

Dicen que hay traición por haber… pero eso ya lo saben. No. La poesía, señores, es libre y libre es de hacer lo que quiera. Antes teman ustedes que haya sido el que acusa quien se haya traicionado.

(No quiero que pase. No quiero que mi sueño sea profético, no quiero que le asista la razón, no quiero que sufras. Tengo miedo, mucho miedo. No quiero tener que contar las lágrimas, sostener las mías y sufrir porque no tengo las habilidades para hacerte sonreír.)

Pretendía ser una luz. Pretendía entender lo que no conocí a fondo. Fui egoísta, señoras y señores del jurado. Tras mi honestísimo, ¡lo juro!, sacrificio se asomaba la oportunidad de tomar una mano para besarla y hacerla mía. Lo admito. Pero jamás fue mi prioridad.

(No te deseo el mal. Pero quiero que sepas que estaré ahí si llegas a llorar. Ojalá, ojalá, en serio, nunca tengas necesidad de consuelo.)

Yo soy culpable. Juzgadme a mí.

Se acabó, Musa. Mira, se retiran. Fin. Ve, te esperan afuera. Estás bien ahora. Ve, no hay problema. No te preocupes. Yo me quedo. Debo quedarme un momento más. Sólo un poco más. Ve, sonríe. Ve, no importa…


.. ojalá algún día pueda alcanzarte.

martes, 11 de febrero de 2014

Prisión

Minut telkesit pimeyteen,
enkä pääsen täältä pois vapauteen.
("Vankilani"- Ruoska) 

No encierran del todo estos barrotes
-la cadena al cuello y candado en boca-
el gesto amargo tan fingidamente digno:
debí arrancarte de raíz, fría rosa del principito.

Mas estoy ahí.
Sujeto a estas lágrimas que sabes no caerán:
han olvidado su propósito
(ni siquiera honraron
tu pasada sombra de tristeza).

Me tienes emparedado.
Pero fui yo quien se arrinconó
en las paredes de tu corazón
restaurando los jirones con cinta adhesiva
porque, sabes,
no sé hacer más.

Cuando la daga negra
-la del engaño cobarde,
la gran puta que profanó a Amor-
entró a rasgar lo que torpemente había curado,
el herido fui yo.

se apagó mi norte
(y tu mano contiene el acero)
el mar lavó nuestros pasos
(y mi sangre contamina la tuya)
el viento cerró la ventana
(y no salgo por las rendijas de tus dedos)
quema el sol y quema la luna 

porque sigo jugando al héroe,
al andante gentilhombre,
gallardo epíteto medieval,
sombra de pasados menos violentos,
sanando lo que no puedo sanar.

Prisionero inútil, canto,
y mi canto es un poema digno de arrojarse a la basura
donde crecen los gusanos de la traición,
donde la palabra de los dioses no vale nada
pues ellos son nada y ellos me llevaron a ti;
ellos me encerraron en tu jaula
cuando el escriba idiota interpretó tus gestos
como la invitación a esperar y amarte.

Allá, los infiernos no quisieron decirme
quién era: lejana burla, alfeñique derrotado por la Ingeniería,
estúpido soñador carente de títulos y diplomados,

… aspirante a caballero.

Nunca un culto hijo de puta.




Lates.
No puedo contar, sin embargo, tus latidos.
No puedo recordar tu aroma
ni hacer del vuelo de las mariposas
un saludo de tu alma que me busca a mi camino.
No puedo recitar tus sueños,
tus gustos,
tus secretos
ni compartir contigo las canciones que acompañen el sueño.

No fui tanto.
No fui nada.


Y estoy prisionero.

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