Beatriz, divina exaltación del Italiano,
la musa de aquella homérica odisea
que con infinitos colores me bombardea:
tú, mujer, tormenta perfecta, canto de piano.
Flor de Petrarca y del Quijote, Dulcinea,
locura, invade mi espacio: guía mi mano
a lo profundo del gozo y llanto humano.
Inspiración completa que en lo alto ondea.
Ay, mujer, elíxir del poeta, en tu plano
dejas besos lejos, inconexos al aeda
que llora a su Helena, muerto el mar troyano,
y busca ideal romántico, nombres corea:
princesas o reinas, en su balcón, ¡Julieta! No.