jueves, 11 de noviembre de 2010

Entras...

Y entras.

Como el sol en la rendija imposible
y la lluvia en la grieta de siempre,
como el polvo en la madera crujiente
y el susurro en la habitación adyacente.

Y entras.

Esquivando la más férrea defensa,
detonando las bombas antes de verlas
volando en pedazos un muro de contención
que se levanta en un mar de confusión.

Y entras.

Sobre las rocas de mi propio desierto,
sobre la prohibición de mi propio decreto,
sobre mi firme negativa a seguir el juego...

Y entras.

Te deslizas, patinando,
sutil hechizo o encanto.
Entrando, inexorablemente,
a mi pensamiento, mi nocturno espacio.

martes, 26 de octubre de 2010

Quinta Calaverita Literaria: A Ina y Athena

Agradeciendo su amistas a pesar de los estúpidos bandos que se han formado. Y de las cuales, a pesar de tomar partido, no cierran la mente a la idea de los "malos" y los "buenos".

Dos hermanas, hijas de su mamá,
escaparon de casa, burlando a su papá,
hacia Italia se fueron, para poder observar,
una familia de vampiros, que comían agua y pan.

Por Palermo anduvieron, Sicilia y Nápoles
por Roma y el Coliseo y la Plaza de San Pedro.
Pero encotrar nunca pudieron
a los pálidos vampirescos,
en cambio hallaron, a una mujer que estaba en los huesos.

"La Parca soy", dijo con voz de trueno
"y su hora ha llegado, hoy día decimonoveno".
Ina se quedó extrañada, checó la fecha apurada,
a corregirla ella se disponía,
pero de un susto la Calaca la dejó fría.

"¡Santo patrono de Antioquía!", chilló Athena con espanto
"Fuera, Pelona fría, y déjeme vivir un rato"
Y diciendo eso la mordía,
arañaba, golpeaba y escupía.
Pero fue inútil tanta valentía,
al rato, en la tumba a Ina hacía compañía.

¡Ay, me desplumaron a la familia!
Y en la tumba se contentan
con ver a Edward Cullen de cabeza,
mientras el susodicho se casa,
con todas, menos con ellas.

jueves, 14 de octubre de 2010

Promesas

 Prometo no pensarte en mis horas de delirio
ni de imaginarte en mis sueños con frío,
prometo no abrazar la calidez de mis sábanas
sólo para soñar, que tú entre ellas emanas.

Prometo sacarte de mi mente a pedazos
y enterrarte en mi oscura pasión,
prometo atarme las manos
y no escribirle jamás al amor.

Prometo que no serás mi ángel
que me despertará cada mañana,
prometo que no dejarás huella alguna
en las lágrimas que formaron mi laguna.

Prometo que no haré nada
y que te colarás de todas formas,
prometo que ya no prometeré nada,
de todas formas ya estás encima de promesas.

Prometo, que romperé mi promesa
si los dioses, de amor me matan.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Sin título

Me cortaron las alas
morí de cara a la tierra.
Y me sepultó la arena,
nadie más quiso verme siquiera.

Viajó mi alma,
hasta el corazón de la noche
y entre sangre y guerras
desgarró su coraza,
y en pedazos cayó su farsa
y renació... con lágrimas de esperanza.

Ahora vago sin rumbo definido
busco un sueño difuso,
sueño idealista, para algunos ridículo
tambaleo en mi nueva guerra
buscando un camino
una mano,
de princesa
tropezó conmigo.

Si la tomo espero,
soñar contigo.
Mientras mis sueños
siguen... volando hacia el infinito.

martes, 5 de octubre de 2010

Cuestión de sangre. Capítulo 5.


Al día siguiente, me dirigí al Templo de los Cuatro Sabios a dejar la medalla que tuviera Gregorus Mikakane en su poder. La mañana era gris, y ese pálido ambiente me recordaba en cierta forma lo ocurrido en día anterior. Sin quererlo, me preguntaba qué clase de insensible ser podría haber asesinado a la madre de una familia. Bandoleros, quizás. Vivía en una mansión, su padre parecía un respetable hombre de negocios. Rabiando, decidí después de rato concentrarme en algo que no tuviera nada que ver con vampiros, asesinatos y guerras. No fue difícil. El grisáceo ambiente se tradujo en una tormenta de proporciones inauditas y el resto del camino la pasé escupiendo agua de lluvia. No hay posada o algún refugio alguno de Elwinger al Templo, a pesar de las idas y venidas de mucha gente. Dicen que fortalece el carácter. Lo dudo.

Llegué al Templo y un par de sacerdotes me lanzaron una mirada reprobatoria cuando dejé encharcado el vestíbulo. Uno de ellos me lanzó una toalla a la cara, sin mostrar el menor el respeto, o quizás haciéndome saber que era un irreverencia húmeda lo que estaba haciendo. Cuando retiré de mi algo de la lluvia, observé el vestíbulo del Templo. Siempre disfruté verlo. El general Dasderf VI diría meses después que era como ver las ruinas del Templo Mayor en su planeta. Tan hermoso y místico a la vez, que nunca se cansa uno de mirar.

De forma circular, al centro hay una figura grabada, que brilla a la luz de la luna: el emblema de los Sabios y el que usaban los Caballeros de la Orden Plateada antes de su extinción. De frente, y rodeando la sala, hay una serie de treinta y cinco murales, cada uno representando ilustres momentos de la vida de los Cuatro Sabios. Con letras de oro, hay una explicación de cada uno, en la lengua de los Sínae, del Imperio Gyrfesel y otro, el cual llaman Básico y que desconozco. Siete pilares de plata se intercalan cada cinco imágenes, y debajo de ellos, una puerta con una antorcha sobre de ella comunica la sala con el resto del Templo. Los pilares sostienen un magnífico techo donde también hay una pintura, prohibida de describir o reproducir. Se dice que es tan sagrada que la única forma de verla es directamente, pues sería innoble que fuese exhibida de otra forma. Yo, por las dudas, me abstengo de hacerlo.

Entré por una de las puertas que estaban a mi lado. Conducía a un pasillo que dejaba el esplendor y le daba un aire más formal. Eran las oficinas de la administración. Una anciana mujer me recibió desde un escritorio que estaba justo a un costado de la entrada.

—Buen día joven, ¿a dónde va?

—Con el encargado del Tesoro del Templo —respondí, preguntándome que tan lucrativa había sido mi respuesta. —La Oficina de Cazavampiros en Elwinger confiscó esta medalla.

Le mostré el objeto. La anciana me sonrió con ternura, quizás para animarme, pero a mi me hizo sentir estúpido.

—Hijo, eso no es ningún tesoro. Es simplemente un distintivo. Cuando los sacerdotes, o sacerdotisas salen de viaje, cargan con eso.

—Pero,  ¿porqué cargan con objeto así cuando viajan, es peligroso, no?

—Las historias son largas, joven, y podrían pasar muchos soles antes de que la cuente completa.

Extendí el objeto hacia la señora, asintiendo con la cabeza. La verdad, parecía una historia interesante, pero tenía prisa y no me podía entretener en el Templo. Sin embargo, había una pregunta que debía hacer.

—¿Tiene idea de porqué un vampiro robaría un objeto cómo este?

La anciana mujer había hecho la pregunta por mi. Tras unos momentos de analizarlo, respondí lentamente, inseguro.

—Los sacerdotes tienen inmunidad. Es decir, pueden pasar prácticamente por donde ellos quieran, sin ninguna restricción.. —miré a la mujer —Pero el hurto de algo como esto traería un castigo por los dioses. Hacer uso de algo que no le es correspondido… Madam, ¿hay algún sacerdote que haya salido de viaje y no haya regresado?

Me encontré ahora caminado por los pasillo y retrasando más mi regreso a Elwiger. Con una pizca de fastidio, seguía a la anciana por más pasillos hasta llegar a una oficina que casi en su totalidad estaba repleta de expedientes. Pergaminos de color amarillento, algunos con el polvo acumulado por los años bañándolos en una oda a la mugre, se consumían lentamente por el efecto mismo de su antigüedad.

—Es la historia de cada uno de los sacerdotes que ha habido desde la fundación de la Orden —me explicó 

—Los más recientes, están… aquí.

Con un gran esfuerzo, colocó una pila de documentos en otra pila de documentos, que hicieron las veces de mesa. Hojeó unos instantes las hojas y dijo:

—Aquí hay uno. Siru Yocasta salió de viaje hace una semana, hacia el Castillo Dorado. Pero ayer envió una carta desde Elwinger. —la mostró —Es el único. En estas fechas, los sacerdotes o sacerdotisas casi no salen del Templo. Es la temporada de introspección.

—Imposible, debe haber otro. —insistí —Yocasta llegó a Elwinger por las fiestas y está alojado en El Diamante Azul. La medalla la encontré dos días antes. A menos que… a menos que haya sido alguien que regresó sin su medalla. ¿Es posible esto?

—Poco probable.

—Pero es posible.

—No creo que alguien… quiera usar ésas medallas para-

—¿Medallas? —interrumpí —¿Han desaparecido más?

La anciana no respondió al instante. Cuando lo hizo midió sus palabras, como si no estuviera segura de hasta dónde hablar del tema.

—Hemos tenido algunos robos… Pero me atrevo a afirmar que los ladrones lo ven como un objeto con el que pueden sacar dinero, no como un…  disfraz.

—Quiero hablar con el Supremo Sacerdote —espeté

—No creo que…

—Insisto.

De malas, la señora salió del cuarto y me guió de regreso al vestíbulo. Ahí, me hizo esperar entre los pilares, las pinturas y el silencio. Las antorchas que temblaban frágiles, al viento que se colaba por la ventana. Dos años antes, el Templo había sido casi aniquilado por los Escarlata, y sin embargo había sobrevivido. Cerca de 56 mil años tenían ésas piedras. Un Ejército, por muy organizado que fuera, no podría con él. Con su historia, plasmada en cada palmo del recinto, su historia sagrada, su historia llena de vida.

Ahí, de frente, las antorchas le daban un efecto magnífico a la pintura que miraba. Como si la luz manara de ellas mismas, y no de una fuente externa. La imagen representaba a Casi, uno de los Sabios, en el preciso momento que creaba la Fuente de la Sabiduría. Había predicado sus enseñanzas a la lluvia y ésta, agradecida, había colocado ésas gotas de conocimiento en la Fuente. Hoy, la fuente es un mito, pero se dicen que antes la gente iba en su búsqueda. Quien bebiera de ella, adquiriría un conocimiento superior al de cualquier hombre o mujer en el Universo. Casi, con su larga cabellera blanca, su pulcra barba albina, su mirada profunda y su túnica, también de blanco, parecía bendecir las demás pinturas con sus brazos abiertos a la sala, unos brazos extendidos que desde milenios, impresionaba en la sala del Templo.

La anciana mujer regresó a paso veloz y me hizo un gesto para que la siguiera. Entré por otra puerta principal, donde la Sala Principal con sus antorchas encendidas, presagiaban el inicio de algo. Cerca de dos mil quinientas luces se encendían solas cada año. Los sínae dicen que cuando la Sala esté totalmente encendida, cosas importantes pasarán no sólo en Lux-Teotiltán, si no en todo el Universo. Hay también una especie de altar, desde donde el Supremo Sacerdote me miró con curiosidad y, luego, hizo un breve saludo con la cabeza. Bajó, y caminó hacia mí.

—Que la paz de los dioses le acompañe, cazavampiros.

—Syaoran Gybeni, señor —musité tras una reverencia. —He venido para hablar sobre las insignias robadas, señor.

—Escucho, joven Syaroan.

—Creo… Aclaro, señor, que es mi opinión y no la de la Organización… —hice una pausa, como para querer darle más fuerza a mi postura —Creo que las medallas, fueron robadas por vampiros para entrar a ciertos lugares, inadvertidos…

—Se equivoca, joven. Aquí no han robado nada. Nada hay que lamentar y los vampiros jamás han entrado en este Templo —la reacción del Supremo Sacerdote me tomó por sorpresa y no hice réplica de su comentario 

—Lamento mucho que sus cosas no sean como usted quisiera. Pero acá todo está como debe.

—Esto es absurdo…

—Agradeceremos su visita en otra ocasión. —terminó, indicándome la salida.

viernes, 1 de octubre de 2010

Elwa Unuñva

Con la punta de la lengua recorro,
tu silueta en la oscura noche
piel tostada, chocolate salado,
sudor que mana y baña las sábanas
de calor y perfume empapados.

Se desliza y juega por tu cuello,
y corre por los valles de tu pecho
salta por tu ombligo delicado,
se hunde en tus piernas abrazado.

Y deja su caminito la saliva
que saborea tu dulce cuerpo,
el cual se abraza a mi corazón entero
y estalla en delirios y en besos,
en espuma y en apasionados deseos.

Me impregnas de tu cuerpo
y me uno a algo más que tus deseos
la noche muere y con ella la luna,
despierto a tu lado, mi nombre murmuras.

martes, 28 de septiembre de 2010

Tengo ganas de...

De acariciar tu pelo
y rozar tus labios
con mis dedos.

De besar tus manos
e insinuar tu silueta
con la punta de mi lengua.

De cerrar tus ojos
y velar tu sueño,
tomarte de la mano y
afrontar el miedo
de la noche negra,
que matar intenta
la luna que ilumina
tu ventana abierta.

De correr contigo
a pasos agigantados,
bajo la lluvia tenaz
que bendice la tierra.
Bajo los besos de  las gotas
que gotean y gotean,
y horadan mi armadura,
el corazón de piedra.

De encontrarte en sueños
y conocerte despierto,
de tocar tus manos
y besar tus besos,
de soplarle al viento
un poema, al fin, con dueña..

de mi entera
y fiel
alma que te sueña.

jueves, 23 de septiembre de 2010

De los últimos instantes de Dasderf IV y Elwing I

Noche era, una hoguera crepitaba
bajo los estrellados cielos
de un mundo de añeja fama,
soplando un viento
de una esperanza olvidada.

Bajo el peso de sus armas,
un Caballero de la Orden de Plata
con trabajos respiraba,
agonizaba.

Sobre él, aferrada a su alma
de ella, de él, de su misma historia,
la Princesa le hablaba
una lágrima se enjugaba
la otra, resbalaba.

Y el Caballero también lloraba,
y sus lágrimas se juntaban
y brillaban,
bajo una luna confidente,
al calor de las llamas.

Cuando de improviso,
asaltaron las pisadas
de los enemigos que cazaban
a la prófuga Princesa,
que amor emanaba.
Y al capitán de la Orden,
una Orden, ya olvidada.

Y cayeron sus flechas, sobre sus cuerpos unidos
los labios,
que un beso suplicaban,
se rozaron apenas, mientras sus almas
se escapaban, al cielo subían,
suspiraban.

La luna,
cerró su ventana,
la hoguera apagó su llamas.

A la mañana siguiente,
dos nuevas estrellas,
saludaban al alba.

jueves, 26 de agosto de 2010

¿Dónde quedó el amor?

Aquel que movía, soles y planetas

que con delicia besaba
unos labios de fresa.
Aquel que me despertaba
cada mañana con un nuevo tema...
de esa canción, cuyo aroma,
han olvidado mis estrellas.

lunes, 14 de junio de 2010

Dulce Elwing.

Dulce Elwing, princesa querida
en mi corazón palpita un deseo de oro
un abrazo, que mate el sollozo,
un beso, sobre la ácida herida
que dejó una noche
donde sólo estaba solo.

Allá en tu castillo, de patios donde las rosas
derraman pétalos cual hojas,
allá en tu dulce aposento,
de donde me llegan, a veces, tus pensamientos
allá, con la lluvia, mi alma ciuda la tuya:
salvarte cada instante
es mi salvación, mi forma de amarte.

Dulce Elwing, en deseos ardo de abrazarte,
de acariciar con mis labios tu corazón
de mil y una estrellas alcanzarte,
de borrar en ti la desazón;
no poseo una magia admirable,
no sé de nobles y antiguas artes,
tan sólo puedo ofrendarte
mis brazos que rodeen tu imagen,
con toda la fuerza de la razón.

Dulce, querida princesa,
cómo, porqué, te preguntarás
desde esta mi guerra
puedo soñar, sentir y cantarte un poema...
y ése secreto guardo,
junto con tu recuerdo grato
para poder yo revelártelo
el día que, tomados de la mano,
disfrutemos de eso, por lo que el mundo fue formado.

Dulce, dulce Elwing
un beso, un abrazo,
mis armas, mi hombro, mi brazo...
por tí, precisoso ángel creado,
con los mismos suspiros del amor.

viernes, 4 de junio de 2010

Deseos y sueños

Mi deseo soñado, esperanzado.
Mi vida de recuerdos,
de pasos a tu lado
cada uno, con el sabor de tus besos.

Allá, en el fondo, oculto
un suspiro profundo
que te busca en su noche gris
sin nada más que decir
que su poesía, inspirada en ti
bañada en marfil.

Allá abajo, en el pozo
se guarda una promesa de fantasía
también una pena de noches y de días
pues tan solo se ofrenda un ideal
poesía, risas, romántica impiedad
lejos de tí, solo eso puedo dar.

Allá, en el pozo, está mi corazón
esperanza, pasión...
mi deseo es que estés ahí
cuando formule el deseo
y te ofrende como obsequio
mi latido, mi beso
y te entregue mi amor.

lunes, 24 de mayo de 2010

Futuro.

Buscaré tu mano, en la oscuridad
guiado por tu calor, tu respiración
venciendo el propio miedo, a mi mediocridad
entre mis dedos, no existirá soledad.

Te rodearán mis brazos,
amoldados a tu figura
y no te soltarán, serán tu escudo
ni mortal, ni dios, ni infierno
abrirá un herida en tu corazón tierno.

Y si fallara, y sangraras por dentro
seré yo quien apage tu tormento,
sobre mi hombro, secarán tus heridas
a mis oídos llegarán tus palabras,
seré yo, donde renueves tus energías.

Tomaré tu mano antre las mías
te daré mi calor en esas noches frías
dormiré a tu lado, como tu cobija
y quizás, cuando entre sueños me lo pidas,
sellaré al fin un beso...
ya despierta, entonces, nuestros labios
se consumirán en caricias.

jueves, 15 de abril de 2010

Noche...

Cuento las estrellas de mi firmamento
con la vista al cielo, separo nubes nocturnas,
la oscuridad arroja un extraño sentimiento,
ni estrellas ni luna, ni siquiera lluvia,
la nada es más horrenda que las penurias.

Ciego, busco una luz que ilumine
tan siquiera mis propios pasos,
busco palabras que tranquilizen,
unos brazos que me acobijen
y junto conmigo suspiren,
aquello que nunca se dice.

Pero topo con otra noche extraña
donde sí hay estrellas luna y nubes blancas,
pero ocurre que parecen opacadas,
cubiertas por un paño de lágrimas saladas.

Y me parece que ahí me hablan,
una débil llamada, algo que calla y no calla,
tu noche, tan injustamente maltratada,
que sin hablarme, me habla,
y yo, comprendo que quiero
ser la luz, en tu noche callada.

lunes, 29 de marzo de 2010

Boku ga Kira da!

Yo soy Kira. El constructor y, por ende, el Dios del Nuevo Mundo.
Yo soy Kira. Juez irrefutable, mente privilegiada, general perfecto.
Yo soy Kira. Infundo temor en los que van en contra de mis designios.
Yo soy Kira. El shinigami más útil. El verdadero.
Yo soy Kira.
Y tengo dos problemas.

Uno. Las hojas del Cuaderno no cumplen ya más su cometido. Dos. Amo.

Furioso, frenético, he llenado cinco hojas con tu nombre, ideando mil y un formas de matarte. Suicidio, enfermedad, accidente. Los detalles son precisos, claros. He otorgado la mitad de mi vida al Dios de la Muerte, a cambio de ver tu nombre y lo he escrito con sangre, con lágrimas, con lluvia. He violado las reglas del Cuaderno, y he retirado la Visión, recuperando incluso la vida restante. Pensé incluso en que alguien ya tenía escrito tu nombre y busqué en todo el globo para violar una vez más las Normas y ser yo, y no otro, quien te asesinara. No. Yo era el único.

Yo soy Kira. El único Kira. No hay nadie más. Sólo yo juzgué y maté. Con mi pluma derretí hielo, hice luz donde había oscuridad. Jugué a ser Dios, y triunfé. Incluso vi a los ojos del Todopoderoso, escribí su nombre en el cuaderno de cubierta oscura y, desde su trono, se precipitó a la nada. Tenía el mundo en mis manos. Hasta que te conocí.

Fue entonces, cuando empezó mi segundo problema. Amar.

Ahora, el Cuaderno a perdido su poder. Mi pluma ya no derrite, ya no ilumina. Dios ha regresado de la nada, se ha instalado de nuevo en su trono y ha intentado borrarme. Pero no puede. Soy Kira, perfecto. El único que puede vencerme no es L, no es Near, o Mello. Yo no confío en Mikami, en Takada, en Misa. Y que importancia tiene, piensas, si amas. Como dije, ése es el problema.

Por eso, quiero matarte. Por que te has encajado muy dentro. Has vulnerado los barrotes de mi corazón, a pesar de mi juramento de no volver a caer. Estás ahí, pero yo, yo no estoy prisionero de ti. No ocupo un lugar en tu mente, no se diga tu corazón. No soy tu héroe, no soy el Dios de tu mundo, de tu Nuevo Mundo. Atea, lo eres para mi.

Tu figura, alojada en mi, me ha hecho perder la razón. A fin de cuentas, que importa que el mundo esté podrido. Lo que importa es que te quiero. Al final, que importa que mis planes se atoren, se nublen. Lo que importa es que te quiero. Que importa que los perros que me cazaban, antes lejanos, se acerquen y amenacen con devorarme. Lo que importa es que te quiero. Que digas que sea tu héroe...  No, no puedo permitir eso.

Yo soy Kira. Escribiré tu nombre, una vez más, tu nombre en mi Cuaderno.
Yo soy Kira. Planearé, de nuevo, tu muerte para verte agonizar en mis pies y yo, con mi sonrisa maldita te veré caer ante los tuyos, para luego jurar venganza para el maldito que te hizo eso. Pues, amarte es mi condena a mis delitos de creerse Dios. Pues, si te mato, tendré que hacer yo lo mismo, escribir mi agónica, terrible, dolorosa y merecida partida por que matarte es más terrible que jugar al Creador.

Qué digo. Escribo, te destierro, escribo, lloro, escribo y sigues ahí.

Yo soy Kira.
Yo soy Kira. El que nadie puede vencer.
Tan solo yo.

Yo soy Kira.

Escribiré mi nombre en el Cuaderno. Es la única solución. Para cuando leas esto, habré muerto.

... muere el ... a las 11:23 p.m.

Sayonara...

martes, 23 de marzo de 2010

Esperando a la luna.

Viajas por el cielo estrellado,
guiada por un polvo fino de luces
que son tus sueños dulces
en los que todavía no he entrado...
aún así, te sigo esperando.

Ilumina tu faz mi jardín,
donde escogo siempre siete rosas
todas te las regalo a ti
una por cada veinticuatro horas
en las que, solo soñando
desde húmeda hierba, te sigo esperando.

Y son las nubes tu resguardo,
de los malos vientos, vientos ingratos,
de la oscura ruina que tragar amenaza
tu hermosa y bendita esperanza,
del aquel héroe que te dejo suspirando...
el que quiero ser, mientras te sigo esperando.

Te espero bajo la lluvia de sangre,
que derrama mi corazón cobarde,
lluvia también de lágrimas
que también felicidad se derraman
al saberte campeona, de tantas batallas
yo, también luchando,
desde mi ring, te sigo esperando.

Por que amar es más complicado
que llenarte los ojos de encantos,
amar es el justo equilibrio,
de la luna, la lluvia y los suspiros...
yo, mientras, te sigo esperando.

martes, 16 de marzo de 2010

Concierto de Aranjuez

La guitarra acompaña a la luna
en su viaje por el cielo
nocturno, suspiro en el silencio
roto por el esbozo de un beso
de las notas que empiezan su tonada.

Suaves, las cuerdas hablan,
de una luna viajera,
que llora por que no encuentra
el camino a su casa,
donde suele apoyar la cabeza,
en el hombro de quien amor le profesa.

Y la lluvia también se aparece,
moja los contornos de la luna,
agua que refleja su blancura,
sus labios que acarician las nubes azules,
sonrisas que ocultan mil razones,
de por qué espera quien guíe sus ligeros trotes.

Bajo la luz que ella misma crea,
aparece lejano una señal:
alguien, sin aparente presencia,
poca cosa, total paciencia
e inquebrantable decisión,
alza los brazos, muestra su corazón.

Abajo, agitando los brazos
con una tímida sonrisa en los labios,
sosteniendo con fuerza una pequeña luz
ruega a la luna que baje,
con su manto azul,
para que buscar deje
y se arroje en su pecho,
el hombro que buscaba
mientras del sol se alejaba.

martes, 9 de marzo de 2010

No hay lógica.

No hace falta usar la razón,
ni romperse la cabeza ante la situación,
pues no se llega con frialdad al corazón
la lógica no es nada, junto a una canción.

Donde las notas te susurran
notas que te arrullan,
bajo la luz luna
sueñas despierta con quien derrita las nubes
y te las de a comer como algodones de azúcar,
chispas de luz, un suspiro que anuncia,
que llegará quien tu corazón busca.

Un detective no llegará a tus suspiros,
no eres un autómata frío,
no sirve lógica, sentencia o artificio,
tan solo magia, risas y cariños.
Caricias, que te arranquen un suspiro
lágrimas que escurran, tras leer un poema sencillo.

Sé de alguien que sueña
con hacer de su magia,
el piso donde reposen
tus silenciosos respiros
que digan a gritos:
gracias por amarme, amor mío.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Mi moneda....

Mi moneda, ahora, hoy, no son los regalos
los besos o los abrazos,
las llamadas o los cantos
que susurre a tu oído los sábados,
las visitas a tu casa con un pastel,
para festejar cualquier cosa,
con tal de volverte a ver.

Mi moneda, no es llevarte con un Tsuru a tu casa,
luego de pasar un rato bajo el parque,
no es poner a tu servicio mi extensa cartera,
para regalarte dulces, libros o el lindo peluche,
cositas simples que mereces,
que, a pesar no darte,
quisiera negar eso que hoy es negable.

Mi moneda es la estúpida poesía,
mi infantil sonrisa al verte pasar,
como el viento que suele soplar
distante, momentáneo... y que arranca sonrisa.

Mi moneda es mi corazón desaparramado
entre cada línea, entre cada espacio
mi moneda es la carta cuyo roto encanto
perdida está en su medievo espacio,
pues solo ofrezco sueños,
que ni yo mismo soy capaz de interpretarlos.

A pesar de todo, te amo.

lunes, 1 de marzo de 2010

L ama a Ligth

http://www.youtube.com/watch?v=TkhCF6_ON6k

xD xD
Dado que no tengo cuenta en Youtube, prefiero que comenten acá xD

viernes, 26 de febrero de 2010

Se contagia tu sonrisa...

Cuando te miro, de lejos
(siempre, tristemente, distante)
y atiendo a tu canto amable
las bendiciones q manan a tu figura,
recompensa a tu fuerza y locura,
tu estrella en la frente, orgullo de luna
sonrío.

Cuando la risa escapa de tus labios
y se trasmite por eventos protocolarios,
tus dedos que irradian orgullo,
e imprimen tu discurso,
me llenan la pupila y satisfecho suspiro,
tus logros, no son míos,
pero aún así sonrío.

Cuando deshago las cuerdas de mi cerebro
todo por llevar a ti mi mensaje,
rezando a que siempre viaje
a la dirección adecuada,
y logro dibujar tu sonrisa,
logro arrancarte un chispazo en la mirada
sonrío, siempre sonrío.

Cuando tan solo te paseas,
por la misma calle que piso,
por la misma arena en donde construyo castillos,
por la misma página que leí, conmovido
a pesar de todo... a pesar de mi,
saberte ahí,
me hace sonreír.

domingo, 7 de febrero de 2010

Fuego y agua (entremés a "Cuestión de Sangre")

Un errante caballero, en una tierra desconocida, a las orillas de un lago, encendió una fogata. Era de noche y la luna sonriente iluminaba poco la superficie plata de la superficie del agua. La luz del fuego fue como una cuchillada a la noche. Por un momento, una pequeña parte del lago se tiñó del color del oro, atrayendo a las gotas curiosas a la orilla. Una de ellas, quizás la más pequeña, quizás la más valiente, quizás la más curiosa asomó su curveada figura por encima de sus hermanas para mirar el lugar de donde provenía la luz. Fue como una revelación. De deslizó hacia la orilla, esquivando a sus aburridas congéneres que se limitaban a mirar la luna y reflejarla en sus cuerpos.

Si las gotas pudiesen sudar, seguramente esta lo hubiese hecho. Llegó a la orilla veloz, pero luego se mostró cautelosa. Admiró con respeto y prudencia las llamas que de la fogata nacían y saltaban al aire, tratando de alcanzar las estrellas. Movimiento, pasión y locura. Eso era la fogata que orgullosa de sí, bailaba una danza irreverente ante los ojos de las múltiples gotas del lago. Sólo una llama, la más pequeña quizás, la más valiente quizás, la más curiosa quizás se mantenía un tanto alejada de ese caos. Desde su pedazo de calor se preguntaba porqué querer alcanzar el cielo, teniendo la belleza del agua frente a ellos. Y por eso su danza era discreta, y sus movimientos parecían incoherentes ante el dogma de la fogata. Su locura era más grave, pues se le antojaba era un rostro del suicidio.

Fue entonces cuando la gota se fijó en la llama. Sensibles como lo son las gotas, sus hermanas inmediatamente canturrearon a su oído. Le dijeron que el fuego era asesino, voluble, insensato. Que tenía el poder de reducirles y secarlas. Que eran idiotas por querer alcanzar la luna y hacerla cenizas. Que eran soberbios por que siempre querían ser fuego y nada más. No cambiarían su ideal. No como el agua. Ellas podrían ser sutiles, cual vapor, frágiles y delicadas como líquido, hermosas y resistentes, cual hielo.

Y la llama también se fijó en la gota. Irrespetuosas como lo son las llamas, sus hermanos se rieron a carcajadas y le gritaron. Que el agua era, en efecto, una sirena que te cantaba y luego te mataba cubriéndote en su burbuja. Que las gotas son tontas por naturaleza y se dejan llevar. No son como el fuego, que se queda quieto, si gusta y si lo prefiere busca expandirse. La grandeza del fuego radica en destruir, la del agua... el agua no tiene grandeza. Una gota sola no hace un lago. Un llama sola puede acabar con el mundo.

Pero la gota y la llama permanecían mudos antes los reproches de sus hermanos y hermanas. Fue entonces cuando la llama empezó a bailar. La pequeña llama se movió sobre la silueta de sus hermanos, como siguiendo su juego, pero la vista hacia el imponente lago. Ahí, perdida en el reflejo del cielo, le devolvía la mirada una sola gota. Cristal, que brillaba a la escasa luz de la luna, de su corazón (pues esa gota tenía un corazón) un brillo multicolor se refractó en dirección a la llama que tras recibir el impacto de las luces de todo el universo, tomó aire y se impulsó hacia el infinito, con una sonrisa en sus ardientes labios. Desde abajo, la gota recibió un chispazo de calor que también sintieron sus hermanas. Acobardadas, ellas se replegaron hacia el vasto e infinito número de gotas que construían el lago. La gota, por su parte, sacó aire. Una diminuta porción de ella se transformó en vapor y entendió lo que era un suspiro.

La llama, al llegar a la punta de la fogata, se impulsó con todas sus fuerzas hacia el vacío. Dejando tras de sí una especie de humo negro, representación de su divorcio con el resto de las llamas, empezó a caer precipitadamente a un espacio donde no había más que piedras secas. La gota, aligerada por el suspiro, se deslizó y rompió el tenue vidrio que la ataba a su lago. Hacia arriba, se elevó y sintió como nunca el calor de la llama. Esta, sintió temor cuando percibió el frío del líquido vital.

Cuando se besaron, el aire, gota y llama se perdieron en la noche. Tan solo una minúscula nube subió al cielo, iluminada apenas por su propia luminiscencia, para dar cuenta a las estrellas cómo los corazones encuentran su forma, para subir juntos a la cúspide de las historias que valen la pena contar. Agradecidas las nubes por su historia de amor, derramaron sobre la tierra sus lágrimas, convirtiendo a partir de entonces el suspiro en fuego y agua, que supieron la forma, de estar unidos.

lunes, 25 de enero de 2010

Cuestión de sangre. Capítulo 4.

Al día siguiente, colgué a mi hombro a Galatea y me dirigí a la Oficina de Turismo. Quería ver quiénes habían entrado a Elwinger recientemente. En la recepción, el amable anciano que me atendió me explicó que el último reporte, que actualizado al día de ayer había registrado tan solo a mil cuatrocientas cincuenta y ocho personas, y todo por culpa de la feria. Las posadas no se daban abasto con tanto flujo de personas. Maldiciendo, ocupé la mayor parte de la mañana escudriñando los registros, hasta que un oficial de la Guardia Real me recordó que la Ley de Privacidad requería un permiso por parte del gobierno, para efectos de seguir mirando ese tipo de datos. A lady Tyndara no le hizo mucha gracia sacarme de las mazmorras y pagar la multa de ochocientas monedas.

-Pudiste guiarte con prudencia y no con venganza- me reclamó. –Te estoy dejando esto por que sé lo que significa para ti. Pero, si vuelves a salir con otra de estas cosas, podrás despedirte de esta misión.

Furioso, salí del cuartel tratando de controlar el instinto de ir a clavarle una saeta a la misma Tyndara. Quizás por el hecho de estar pensando en flechas, fue que al levantar la mirada encontré una cara familiar. Cruzando la calle, como dirigiéndose hacia mi, la misma chica del día anterior me sonreía, con el sol del ocaso dándole de lleno en sus labios curvados hacia arriba.

-Segunda vez que te veo, arquero. No quiero pensar que me estás siguiendo, ¿o sí?- terminó con una risita.

-O que tú me sigues a mi- repliqué cortésmente –Esta es mi zona.

-Nunca he dicho que esta no sea la mía- contestó ella, ampliando su sonrisa. –Además, no puedes tomar decisiones sobre el bien y el mal cuando tu cortesía falla en ocasiones.

-Vamos- repliqué, mirando a mi alrededor- ¿Qué hice ahora?

-No me has dicho tu nombre.

Me mordí el labio. Los cazavampiros somos antisociales, procuramos mantener nuestra distancia, nuestra coraza ante el mundo exterior. No mostramos al mundo nada que no queramos que vean. El nombre, por eso, era hasta cierto punto peligroso. Abrirse de esa forma podría vulnerar de alguna forma los intereses de la Organización. Muchos cazadores mejores que yo habían acabado muertos de forma brutal por dar información de más sobre ellos mismos.

-Syaoran.

¡Qué demonios! Total, la chica es encantadora…

-Es un nombre curioso.

¡Idiota! ¿Qué has dicho? ¿Encantadora?

-Es un nombre común en mi país, hasta donde sé.

Allá vas de nuevo. Ahora te preguntará…

-En Elwinger es la primera vez que veo ese nombre, ¿de que país eres?

precisamente eso…

-Nací del otro lado del Castillo Dorado, no hacia Segregur, pero si hacia el desierto. Noreste. Todavía es Ainstrevel.

Al menos no he dicho donde…

-Eso parece que queda lejos, ¿no? Por lo que veo, no vives en tu tierra natal. ¿Vives ahí?- terminó, señalando al edificio de la Organización.

donde vivo…

Ya era demasiada información. Para ganar tiempo, con un gesto la invité a caminar por la Avenida, como dirigiéndonos de nuevo a la feria. El sexto día de las festividades ofrecería un concierto con una Orquesta de esas espantosas tierras futuristas de Lon Lon.

-Con tantas preguntas, pareciera que eres de la Policía Secreta.- dije, tratando de adoptar un tono divertido.

-Digamos que yo tampoco soy de ésas personas que les gusta que sean vistas, Syaoran.- se detuvo, mirando insegura hacia la feria -¿en verdad quieres ir allá? ¿o vas a otro lado?

-En verdad yo… -dejé la frase en el aire. Lo más correcto era decir que yo sólo había salido del edificio para maldecir con tranquilidad y que luego regresaría a mi casa, es decir, la misma Organización.
-Podemos ir a mi casa…

No, no podemos. Ve tú, no yo. Mocosa. He hablado contigo más que suficiente, ya no puedo más. No serás tú, niña bonita, otra Marion. Marion, que tuve que dejarla por culpa de las Normas, Marion que se consumió sola, abandonada por ella misma, por el hombre a quien amó y éste jamás volvió por ella. “Tenemos que dejar de vernos…” Fue literal. Marion murió a la semana, demasiado dolida por la repentina ruptura. No, niña Mitzela. No seré yo quien cave tu tumba con pétalos, poemas o canciones. No puedo. No debo. No mereces fijarte siquiera en quien pronto te clavará un puñal en el corazón por su silencio, por su atadura a las reglas, por el juramente ante el Templo de Elwing. No, no, no…

-Sí, podemos.

Caminamos por una calle perpendicular a la Avenida. Pocas casas figuraban en ella, sin embargo todas eran elegantes. Dejé escapar un silbido de sorpresa cuando Mitzela se detuvo ante una casa especialmente hermosa, donde las paredes blancas asemejaban al mármol y sus múltiples torres le daban la apariencia de ser un cúmulo de ellas, cada una rematada en su parte más alta con una luna en cuarto creciente de color plata. Las pocas ventanas que daban a la calle tenían un balcón adornado con macetas en las que florecían distintas y coloridas plantas. La noche que se avecinaba, le daba a la mansión el aspecto de unas ruinas esplendorosas en las que ningún hombre a puesto pie en ellas.

Entramos por la verja de color blanco también y un extenso patio de piedra roja, que se abría como abanico, con una enorme fuente en su centro, nos dio la bienvenida. Un ángel, sonriente, escupía agua hacia arriba, con los labios como queriendo besar el cielo que empezaba a estrellarse. El agua caía a sus pies donde, la bandeja en la que estaba posado retomaba el agua y la volvía a lanzar, ahora hacia los lados, hacia los cuatro puntos cardinales.

-Linda fuente…

-La compró mi padre,- me explicó ella –al parecer perteneció a Elwing.

-El chisme de siempre.-dije -Todo en este pueblo perteneció a Elwing.

Mitzela rió, dándome la razón.

-Mi padre no está en Elwinger- me explicó, al tiempo que pasábamos de largo y entrábamos al vestíbulo –No está desde hace una semana, de hecho. Sólo vino hace un par de días, pero partió pronto.

Quise preguntar a qué se dedicaba su padre, pero no me dieron muchas ganas. A fin de cuentas, yo ya había esquivado una pregunta. En lugar de eso, fijé la mirada en un cuadro de una hermosa mujer, de rostro tierno y tostado, cuyos ojos almendrados tenían la misma intensidad que los de Mitzela. Podía, incluso, distinguir la silueta del rostro de Mitzela en la mujer del cuadro.

-Ella era mi madre, Akaela Tiölanê. Mi padre suele decir que tengo mucho de ella.- hizo una pausa y se adelantó a mi pregunta: -Murió. Tenía yo siete u ocho años. Nunca supimos dónde dejaron su cuerpo, es por eso que en el cuadro está incrustado eso… -señaló con un dedo la mitad de un anillo de oro, grueso y con letras de los dánae. El objeto me pareció vagamente familiar. Por un momento, se quedó sumergida en sus pensamientos, mirando el retrato. La nueva tanda de juegos de pirotecnia iluminaron el ya oscurecido salón con sus colores. En los ojos de Mitzela, se podían observar ésos colores: verde, amarillo… un rojo intenso que se quedó un segundo más en su mirada. Volteó a verme, forzando una sonrisa y terminó: -Mi madre fue asesinada…

Y, girando su cuerpo de modo que no la viera, se recargó en un pequeño mueble y sollozó, en silencio.

No hizo el menor comentario, cuando salí de la casa.

martes, 5 de enero de 2010

Cuestión de sangre. Capítulo 3.

Había feria en la ciudad. Los juegos pirotécnicos alumbraban las calles, deslumbraban a las personas y hacían ladrar a los perros. En la Plaza, tan solo a un costado de la Fuente, un teatro improvisado deleitaba al público con la historia favorita de todos: La Batalla del Templo. Aburrido por la temática, decidí mejor curiosear los puestos de comidas, las casas de apuesta improvisadas en una mesa y algún evento insignificante, los errantes terdolitas, pueblo errante y mágico que hacía acto de presencia en cada feria.

El ambiente era más tranquilo, alejado de las trompetas y tambores que musicalizaban la victoria del Mago Byren. Un olor a comida se expandía por la pequeña calle y las pocas personas que transitaban por ella le daban un color más humano al entorno. Compré sin mucho entusiasmo una empanada y me senté a comerla tranquilamente en una banca. Un farol lanzaba su luz amarilla, como una vela que se deja sola en una habitación totalmente a oscuras. La luz era del Templo de Elwing. Una flama imperecedera arde en uno de sus altares. Cada semana los monjes le recolectan y la reparten a los serenos para que la depositen en las farolas. Están prendidas siempre, de día y noche, pero nunca se extinguen antes de los siete días. Lejos de aquí, a tres días a caballo, una especie de ciudad invade el terreno verde. Extrañas carrozas de dimensiones titánicas, llamadas naves, vuelan por los aires e incluso se dicen salen de la tierra. Cosa extraña, en verdad pero una llama imperecedera también lo es.*[Ver nota al final]

Ahí, alimentando mi mente el crepitar de la pequeña llama, me sumergí en mis pensamientos.

Así que había regresado. Oskar Greyscare, el asesino de… Como sea, el muy hijo de puta ha cometido un error. ¿Acaso no has pensado, desgraciado, que me encontrarías? Por años he esperado este momento. Ahora se me da. La muerte del Mikakane, por muy último que fuera, ahora carece de significado. Tu raza maldita, Grayscare, se verá privada de alguien de… “categoría”… No, para mí no eres más que mierda. Desperdicios de la Creación, subproducto de las heces del mismo Demonio. Por muy Sangre Antigua que seas, no serás nada en cuanto te encuentre. No me asustan los sobrenombres de los tuyos. ¿Que puede hacer uno de los tuyos, contra quien porta una espada forjada milenios antes de la aparición de tu raza? ¿Qué puedes hacer tú, supuesto inmortal, contra mi, comprobado guerrero? Ya quiero verte. Ya quiero enfrentarte.

Con ira, cerré mis puños salpicándome de salsa de la empanda. Mis pensamientos cambiaron en un instante al notar salsa picante en mi ojo derecho. Me levanté de la banca lanzando un par de majaderías.

-¡Vaya enojo, amigo!

Levanté el rostro hacia la voz, cubriéndome el ojo con una mano. Una joven me miraba, sonriente y me tendía la mano, como mostrando algo. Segundos después, noté que me ofrecía un pañuelo para limpiarme.

-Gracias-musité

-De nada- respondió con una sonrisa. Sentí su mirada que vigilaba mi labor, luego de una pausa, añadió: -Mi nombre es Mitzela.

-Gracias- repetí devolviéndole el pañuelo.

Fue entonces cuando me fijé en ella. Ojos profundos y oscuros, piel tostada, casi como la mía, con unos labios carnosos en los que pasó una sola vez una la punta de una lengua rosada. Esbelta, de un cabellos que caía graciosamente por sus hombros, dejando un aroma muy singular….

-Lo siento señorita, pero debo retirarme- dije, al tiempo que hacía una breve reverencia y me alejaba de ella.

-No me has dicho tu nombre.

La ignoré. No estaba de humor para charlas. Lancé la estúpida empanada al primer depósito de basura y seguí mi camino. Ahora, la cuestión era buscar a ese vampiro. Si en verdad era de una raza superior, entonces debería rodearse de lujos y adornos. Todos los vampiros son idiotas, lo que llaman “amor al arte” no es más que una asquerosa muestra de su elitismo. Desgraciados. Se creen lo suficientemente superiores como para vivir normalmente, como cualquier otro. Son extremistas. Y, si son pobres, son escoria. No hay clase media. Y sí, un Sangre Antigua debe estar rodeado de riquezas y lujos…

-¡Acá joven, acá!- un hombre robusto me hizo una seña, distrayéndome –Por tres monedas puede ganarse hasta un candelabro de plata. Sólo tiene que clavar tres flechas en el aro… anímese.

Me detuve. El hombre me ofrecía un arco un tanto vulgar, de cazador. Detrás de él, una colección de muñecos, y objetos tentaban al osado cliente a probar suerte en ese juego. Para mi, era cosa fácil. Poseía un entrenamiento especial es cuanto a uso de arcos, lanzas y hasta hachas. Un par de metros más atrás, tres aros de distintos diámetros, y alineados de forma que mostraran su circunferencia, esperaban un participante. Avancé unos pasos, apartando a una curiosa y lancé las tres monedas.

-Si acierta al más grande-me explicó el hombre- te damos 5 puntos, diez por el mediano y veinte por el pequeño.-Casi era un insulto. Medio milímetro de diámetro a una distancia de cinco metros, contando el metro y medio de juguetes y el otro metro y medio que me separó de su tienda. –Si aciertas tres veces en el más pequeño, te llevas lo que quieras.

Tomé el arco con cierta presunción. En los exámenes de admisión a la Organización había obtenido un Sobresaliente en el uso del arco. Con cuidado, apunté al primer orificio. La flecha rasgó el aire con un silbido agudo, rozó la superficie del anillo, por un lado y entró. Animado, lancé la segunda flecha. Entró limpiamente, ocasionando un aplauso de un par de personas a mi lado. Cuando me incliné a tomar la tercera flecha, noté con cierto desconcierto que no estaba…

-Toma.

La chica que me había ofrecido el pañuelo tenía la flecha en su mano y me la ofrecía. Nunca me di cuenta cuando se había agachado para tomarla. Ella, sonreía. Con un movimiento de cabeza, y una tenue sonrisa tomé la saeta. Apunté por tercera vez al aro más pequeño y entró, chocando de nuevo con el metal y cantando cual toque de campana pequeña.

-¡Ganadooooor!- exclamó el hombre.

Me volví a Mitzaela, con un gesto de duda. Ella entendió mi gesto y, con el dedo, señaló un tigre de peluche que sobresalía sobre todos por tener sobre su cuello una especie de cascabel. Agradeciendo con una leve reverencia, tomó el premio de las toscas manos del dueño del juego y, sin más, con un ligero adiós con su mano derecha, se perdió entre la multitud y la noche.

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*
Hace referencia a la Estación Espacial Lon Lon. En unos textos que nunca serán publicados (a menos q me muera y lo haga alguien) los héroes del relato llegan al planeta Lux-Teotitlán, huyendo de la situación bélica en su planeta (aprox. año 2 de la guerra). Acuden al Templo de los Cuatro Sabios en busca de consejo, después de la masacre del mismo. Tienen participación en la una de las refriegas de la Batalla del Templo. Luego, venden sus naves en Lon Lon y se dirigen a su planeta a rescatar al general Olmedo xD. (En serio!). Este corto episodio (unas quince páginas, a lo mucho) inspiraría a Dasderf, los Cuentos de la Gran Guerrra, Elwinger y todas las referencias al mundo de Syaoran. Syaoran, los vampiros y esta historia por sí sola, que no tendrá relación con los personajes de las otras historias, mas que en cuestión histórico-geográfica, transcurre tres o cuatro años después de la Gran Guerra. (Cuentos a pedido. Mini novela únicamente bajo permiso. Atte: El Escritor.)

domingo, 3 de enero de 2010

Dentro...

La luna brilla allá en el cielo,
me recuerda bellos momentos,
de luz, de besos
y tu siempre, en mi corazón... dentro.

Y aunque le pido a tu luna
que te quite de en medio
mi alma es cobarde y te retengo,
como un ciego a su guía
pido que no te vayas... que te quedes adentro.

Y el frío me arroja tu ausencia en las noches
y el amor que siento sale a borbotones,
mi sangre chorrea oscura es la noche
y el temor apresa, maldito miedo mediocre
aun así intento,
que decidas estar conmigo, dentro...
hasta que agote el ultimo suspiro.

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