Llueve, y cada gota
que resbala
tras el cristal de tu
ventana
es una efímera palabra
de lo que siempre quise decir.
Mira cómo se aprieta
al cristal,
intentando agónica
adivinar
si es un suspiro lo
que dice tu mirar
pensando en lo que siempre te quise decir.
Llueve, mira, yo sé
que no disfrutas
al cielo llorando en
mi nombre,
esa incómoda humedad
que asusta,
ese río sucio que
tanto corre;
yo sé que ese llanto
cala hondo:
devora el calor, nos
deja tan solos;
yo sé, lo sé, pero
mira, sabe
que cada gota que cae
tan suave
es todo lo que siempre quise decir.
No, no salgas a la
feroz cortina
del agua oscura y
contaminada;
no, basta con que
abras tantito
la ventana, así, sólo
un poquito.
Que tu mano, la dulce
yema de tus dedos,
capture dos o tres
rebeldes gotas
y lleve, pues, a ellas
a tu boca…
perdón si es demasiado
osado el beso
pero ahí está todo el
peso
de todo aquello que te sueño decir.