«Noi ti preghiamo che tu ne
dichi ove sta questa
tua beatitudine». Ed io,
rispondendo lei, dissi
cotanto: «In quelle parole
che lodano la donna mia»
(Vita Nuova, XVIII)
Solmene y lento,
triste;
mi andar es el reflejo
plateado
de un alma que se
refugia en el destierro.
Es el campo que acoge
mis pasos
un mar áspero y
rugoso,
sin flores que
sostengan la esperanza
alimentada de tus
lúcidos instantes;
es un cementerio de
ideologías
que se confunden
cuando hablan,
se anulan, sombra de
sombra,
vacío cósmico del
silencio.
Mas entre tanto lacrymosa y kyrie,
lux aeterna es tu brillo que no olvido;
tú, gentilissima Estrella,
quien sobre esta
muerte que vivo,
del Empíreo tu mera
noticia
me hace sentir que, acaso, sonrío.