jueves, 29 de septiembre de 2011

In hoc signo vinces

Así me dijo aquel mago,
brujo blanco de larga barba,
ojos penetrantes como agudas estacas
manos limpias y muy heladas.

Me dió un objeto de dimensiones pequeñas,
medalla de estaño, bronce y plata,
en él fijé entonces tu fotografía,
sobre él oré los treinta y nueve días,
y ante él inmolé las cuarenta y ocho víctimas.

Visitamos juntos los veinticuatro templos,
lloramos juntos en el octavo lago,
alabamos en coro con los setecientos sabios
a la luz de la Puerta de los Hombres Santos.

Montamos un caballo y fuimos a la guerra,
conquistamos Troya, Constantinopla y Roma,
los setenta reyes rindieron sus coronas
ofrecieron su oro, su orgullo, sus tierras.

Regresé al hogar con la frente en alto,
con orgullas heridas de múltiples batallas,
llegué con mieles y dulces cantos
pero tú ya no estabas siquiera esperando,
tú me habías rechazado,
tú ya me habías olvidado.
No,
no había ganado.

lunes, 19 de septiembre de 2011

La cosa hermética

Ciego es en verdad quien no ve en los escritos de los cielos y las cosas que los Maistros nos han legado para conocimiento de la verdadera Verdad. Hoy estudiaremos con absurdo detenemiento los mensajes ocultos y secretos, nobles y pintorescos que nos ofrece la Esotérica canción del Muy Venerable Maistro Eduardo 'Lalo' Guerrero y sus Muy Respetables Hermanas Ardillas.



Primero que nada, hay que hacer notar al vulgar la composición pentágona de la canción, representando los Cinco Elementos que hay en la Tierra. El primero es claro: el agua, representado por Pánfilo paseando en la playa. Ahora, hay que notar que el nombre es en sí muy significativo: Pan-filius, hijo del pan, y el pan está necesariamente hecho de agua. El aire, la escuela, la brisa del saber. El fuego, el Montepío, símbolo que lo esenios citan en sus Cartas a Teodoro: "Las deudas, hijo mío, consumen cual fuego que se traga un pajar". La tierra, representada por el vagabundo, sucio con la misma por no bañarse muy a menudo. Y el éter, la quintaesencia del Todo, la visita al Absoluto, al Padre y la caída del "Hijo del pan" a los Infiernos, sacrificándose por el mundo.

Para el profano, la canción es meramente un cuento, un sin sentido. ¡Cuan lejos de la verdad! Tienen los mortales la capacidad de no ver lo que están viendo. Analizaremos entonces la segunda parte de las cinco que hemos establecido. Pánfilo va a la escuela, el centro por excelencia del conocimiento, pero es rechazado. Los sabios le repudian, ¿les es familiar el comparativo con Sócrates? ¿Da Vinci? Como toda gran mente, el hombre santo es rechazado por considerársele peligroso. Los hombres medianamente instruidos saben, por ejemplo, que la Iglesia Católica ha contaminado todas las hamburguesas del mundo con un virus que controla la mente, por eso sólo los vulgares comen en el Burger King.

El rechazo también le es dado por los adinerados, incluso los más pobres. Queda entonces el Santo Hijo del Pan con la única opción, que es la de delegar en otros más grandes que él lo que quería mostrar, "La Cosa". Aquí es cuando pasa lo que sucede. Los gobernantes y gente de poder que dominan el mundo han ya derramado la sutil ponzoña en la canción. Nunca san Pedro (del latín, padrus: muy chido) mandaría al Santo Pánfilo al Infierno, por la sencilla razón de que Pánfilo nunca ha muerto. La verdad, oculta a los profanos, limpia a los hombre rectos es sencilla y la diré aquí: Pánfilo tomó un avión y visitó al santo. San Pedro le ofreció entonces la maravillosa y única oportunidad de transmitir a los vulgares el conocimiento ¡y es la canción! Alegraos, entonces, y tomad nota de esto.

Saludo a los Maistros que han deducido en silencio y con gran alegría el misterio sobre el contenido de la caja. Cito los nombres y son los que siguen: Gran Maistro Tepiko Tukulo, Gran Maistro Lavoncio del Cocol, Gran Maistro Tocca D'ico di la Tatema, Gran Maistro Ataru Golagen Teh y desde luego el Gran Maistro Parloupe Pendejalité. Que sus sabias y justas palabras referentes al tema iluminen la mente del vulgo y lleven a buen puerto en las aguas de la Gran Iniciación Maistra de los Santos Herméticos de los Penúltimos Días.

¡¡Que la cosa sea contigo, hermano!!

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Farsa Histórica - Del juicio a Maximiliano

La siguiente historia NO ES REAL.

La carta que se exhibe hoy en el Archivo General de la Nación, y en la que el entonces Emperador Maximiliano I de México saludaba de manera un tanto atípica a Benito Juárez, tiene un sentido oculto que sólo los masones de elevados niveles pueden vislumbrar. Esto, podría explicar porqué Juárez accedería a las súplicas europeas y al final, detuviera la sentencia de muerte del trágico emperador. Juárez y Maximiliano, masones de la Logia de York, habrían tenido mejores razones, como se ha explicado arriba.

De aquí que Juárez llamara a la entonces dividida comunidad internacional a conformar una Asamblea que sometiera a juicio al de la casa de Habsburgo. De inmediato, los diferentes reinos europeos mandarían cartas y representantes a México con la intención de formar parte de la misma, fue el recién reinstaurado Congreso Mexicano quien al final, decidió el nombre de los doce representantes que formarían el jurado. Los ojos del mundo se volvieron a posar en el Continente Americano.

En noviembre de aquel año, los señores Futoshi Kawawuchi, del Japón; Valdomir Deventanov, de Rusia; Sri Sumbeeya Shiryki, de Camboya; Alí-Al Allahja, de Arabia; Yefste Itsûk, de Turquía; William van Greedun, de Holanda; Jules Mamulé, de Francia; Otto von Vangotten, del Imperio Austro-húngaro ; Crisóstomo Vallebueno, del Perú; Fernando do Soares Boeno, de Brasil; Timothy Denilson, de los Estados Unidos y Porfirio Díaz, de México, llegaron a la Ciudad de México para el célebre juicio.

Como es natural, Otto von Vangotten inició no bien hubo de abrirse la sesión a defender a capa y espada a Maximiliano. El juicio fue ríspido, pesado, cansado y maratónico. Al cabo de dos años vería su final, no sin antes las ya conocidas citas a Napoleón III y a la misma Carlota, sin olvidar a varios políticos mexicanos que en una semana fueron declarados culpables de traicionar a la Patria y fusilados todos en santa paz, sin que nadie se lamentara por ellos.

Fue el señor Devetanov quien urgió que el juicio se extendiera a la figura de Napoleón III, el tema fue discutido con cautela, pues los representantes europeos se preocupaban por la reacción de Francia. Para cuando estalló el descontento en el país galo, el mismo Mamulé defendió la teoría y el monarca francés se vio obligado a encaminarse a México. Las crónicas francesas describen a una multitud enardecida que lanzaba insultos a su gobernante mientras abordaba el barco que lo llevaría a América.

Al final, Maximiliano fue encontrado culpable de tres de los cuatro principales cargos de que se le acusaban. Pudo, sin embargo, pagar una fianza y fue desterrado hacia su patria. Para su desgracia, su barco naufragaría en costas africanas y encontraría la muerte a manos de una tribu local. Napoleón III fue encontrado culpable de los cinco cargos de que se le acusaba, como es sabido murió ante una enorme cantidad de curiosos un sábado a las seis de la mañana, frente a la Catedral Metropolitana. Carlota murió a mitad del juicio, aquejada de una gripe que, dicen, le provocaron unos panqués envenenados con toloache por un brujo de Catemaco.

Así cayó la noche, en el Segundo Imperio Mexicano.

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