jueves, 29 de septiembre de 2011

In hoc signo vinces

Así me dijo aquel mago,
brujo blanco de larga barba,
ojos penetrantes como agudas estacas
manos limpias y muy heladas.

Me dió un objeto de dimensiones pequeñas,
medalla de estaño, bronce y plata,
en él fijé entonces tu fotografía,
sobre él oré los treinta y nueve días,
y ante él inmolé las cuarenta y ocho víctimas.

Visitamos juntos los veinticuatro templos,
lloramos juntos en el octavo lago,
alabamos en coro con los setecientos sabios
a la luz de la Puerta de los Hombres Santos.

Montamos un caballo y fuimos a la guerra,
conquistamos Troya, Constantinopla y Roma,
los setenta reyes rindieron sus coronas
ofrecieron su oro, su orgullo, sus tierras.

Regresé al hogar con la frente en alto,
con orgullas heridas de múltiples batallas,
llegué con mieles y dulces cantos
pero tú ya no estabas siquiera esperando,
tú me habías rechazado,
tú ya me habías olvidado.
No,
no había ganado.

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