JEDI, SÓCRATES.
-¡Sócrates! ¡Por Zeus, me has espantando! Ya te hacía muerto desde hace... bastante tiempo.
-Nada de eso, me dijo, ya lo dijo una vez un sabio. "No andaba muerto, andaba de parranda"
-Me congratula eso, pues en verdad que hacen faltas mente como la tuya.
-¿Cómo? ¿Los atenienses continúan de impíos, absorbidos en su totalidad por la pereza y la insania?
-Que atenienses ni qué Platón en calzones, Sócrates. Es el mundo entero el impío, al que han abandonado los dioses a su suerte. Pocos son los virtuosos y no muchos suelen ser totalmente honestos. Justo me decía mi madre...
-¡Ah, pero tienes madre!
-Claro que si, Sócrates. Todos tienen una.
-¿Y es tuya?
-Mía y de mis hermanos, sí.
-¡Y qué! ¿No llamas también madre a tu patria?
-Por Dios, Sócrates, no me vengas ahora con tus diálogos que ya tuve suficiente chutándome el ladrillo que escribió Platón sobre ti.
-Mi querido amigo, es necesario observar si en verdad es madre quien dices te dijo eso y, por lo tanto, si es de fiar su palabra, ¿pues a qué madre debes confiarle tu alma? ¿A la que alimentó tu cuerpo o a la que alimentó tu alma? ¿No es a la segunda, eso responderías?
-¡Pero qué demonios tiene que ver mi madre en esto, por Zeus!
-Ella es la causante de tu discernimiento.
-No, claro que no.
-¿No es, la madre Patria, la alma máter quien te educa, te forma y te hace que juzgues así tu entorno?
-¿Desde cuando hablas latín?
-¿Qué?
-¿Qué no eras griego, heleno, ateniense?
-Sí, lo soy. Nunca dejé de serlo ya te lo he dicho: "No andaba muerto--"
-Ajá, sí, andabas de parranda.
-Así es.
-Perfectamente.
-Bien.
-Bien... ¿qué, ora no tienes nada que decir? ¿No quieres reventarme las bolas con tus preguntitas?
-¿Quién, yo? No, no, no. Ya dijiste que querías ser ignorante.
-Otra vez la burra al trigo.
-¿Burra?
-Ajá, sí, bueno...
-Ya, está bien.
-Sí.
-Bien.
-¿Qué, vamos al fútbol?
-¡En sábado, por Zeus, que idea más santa!
-Lo sé, vamos.
-Vamos.
Lee a Platón.
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