martes, 22 de abril de 2014

Acotación para un fragmento inédito inglés



So I choose to love not thee
for thou hasth turned in black
thy Soul, thy Hearth, thy Light...

No hay más remedio, sabes,
de pronto no queda más que hacer
sino hacer del llanto algo bello
y en lo bello quedarse y saber perecer.

De pronto se trata de insultar al Cielo
o dejarse envenenar de Santa Fe;
trato, sabes, de quebrar el hielo
y colmado de incienso en poesía arder.

Llanto eras en lo que creías bello
y al llanto regresas sin saber porqué,
tu retorno mata lo que en ti era bello:
también mi alma muere sin fe.

Bella, pues, que sea mi muerte,
jacaranda teñida de violento carmín;
sangre, corre: Amor de vana suerte,
muerte, que la estrella no morirá por ti.

For thou hasth turned in black
thy Soul, thy Light: my Hearth...
yet still  I choose to love thee!

sábado, 12 de abril de 2014

Soneto XV



Dejé, Musa, que me domesticaras,
-como dijo el zorro de El Principito-
y ya ves, somos dos almas atadas
con miedo a la noche, con miedo al frío;

frío que quema, un frío con filo
y llanto, arena, niebla… y un grito
callado busca promesas y hadas;
busca –llora- que se curen las almas.

Dejé, Musa, que me domesticaras:
mi alma a tu latido está atada,
ella callada te llama y ama;

y no existe el terrible frío
-acaso sólo un dolor bendito-
y no existe el furioso grito…
                                               …cuando estás.

jueves, 10 de abril de 2014

A la memoria de don J. O.



Cuando supe que vivían,
con aroma patriarcal,
aquellas memorias,
ya era demasiado tarde.
Años antes el otoño había llenado
los párpados de la juvenil jacaranda
y ya triste su invierno
de cabello cano en piel tostada
las arrugas -lágrimas no derramadas-
profundas delataban.

Un silencio de soledad
le había coronado: era un busto de bronce,
era una camino ya andado,
era un recuerdo tatuado en el instante,
la marca en el tronco lejano de aquel viaje,
era el reflejo de mi imagen:
seré lo que él fue antes.

Dentro suyo había un torrente
de sueños, río incontinente
olvidado, con él muere;
él tuvo para mí dos muertes:
la que consumió la triste carne
y los recuerdos de lo que fue antes.
 
Heme aquí.
Losa blanca tu nombre presume
apellido digno entre olvidadas tumbas
sin flores ni incienso que le perfumen.
Quisiera, sabes, tallar magia en la piedra,
quebrar la mía que el miedo labra;
abrir los brazos a tu memoria andante
y escribir con tus recuerdos,
memorias que de ti hablen.

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