martes, 21 de mayo de 2013

Espejo


·ɐᴉɔuәsnɐ ns ɹod 'әɹәnɯ ou ɹoɯɐ әp ʎ
ɐɹәdsә sou ou ɐʎ әnb әɥɔou ɐl uә
uɐllɐɔ opoʇ ʎ uәɔᴉp ɐpɐu
:sɐɹqɐlɐd sɐl ɐsɹәʌәɹ uә әɹɐpuɐ
 'әʇɹɐsәq әp sɐᴉsuɐ sᴉɯ ɹod sopɐʇuәʌuᴉ
soɹᴉdsns sᴉɯ uә әɹqɯou nʇ әɹɐɔsnq


Buscaré tus suspiros en mi nombre
inventados por ansias de besarte,
andaré avante tus palabras:
nada callan y todo dicen
en la noche que siempre nos espera
y de amor ya nace, por su presencia.


martes, 14 de mayo de 2013

Una carta de amor


04 de Kylenát 3418 DCT
Puerto de Ûndar, Yoshur.

Miladi:

Quisiera que lloviera. Es una noche seca, atroz. Las estrellas están opacas de tan tristes. Su plata no hace eco en la tierra. La luna está silenciosa. El cielo quiere, pero no puede llorar. No encuentra lágrimas.

Lo siento, no debí empezar así. Pero el ambiente me ha contagiado. O quizá yo le habré contagiado. No mereces, como sea, conocer mis penas ahora que eres feliz. Del Castillo Dorado han llegado las noticias: desposarás con aquel caballero de Segregur. No conozco su nombre. En verdad, y me disculparás, no quise saberlo. No quiero, no puedo.

Ya veo tu rostro extrañado. Te preguntarás la razón. Yo la sé, pero no alcanzo a comprenderla. Esa unión te hará feliz. Puedo ver la sonrisa en tus ojos, aquella que la de tus labios no demerita. Tu aroma impregna la sala, de pronto, cuando trina tu dulce risa. Las mejillas se tiñen del color de las rosas. Siendo así, ¿por qué habría yo de desinteresarme, adrede, del motivo de tu felicidad?

¿Por qué habría de despreciar al único caballero que, de hecho, sabría colocar poesía donde realmente importa: tu corazón? ¿Por qué de pronto habría de sentirme sucio, indigno, ajeno, imposible de ti, ahuyentado por alguien que quizá, simplemente, supo leer, avanzar, decir todo aquello que callé por el estúpido miedo al fracaso? Porque el miedo es el asesino del amor, no el odio, y yo cometí suicido al atar mi lengua, mi beso, mi todo. No, no… quizá simplemente mantenía una esperanza inútil, de tontos, un vil engaño, un reflejo que al tocarlo, de desvanece. Quizá mi lectura fue errónea porque, no me digas, ay, corazón, que él estaba destinado para ti por los dioses, por su maldito juego de dados, su ajedrez caprichoso, su muerte para mis oraciones, promesas, juramentos… no. No lo acepto. No puede ser tan maldita mi suerte. Simplemente… simplemente no había nada. No era tu palabra una señal. No encerraba tu gesto un significado que armonizara con mi suspiro. No había nada en los anocheceres. Sólo tierra yerma. O flores inocentes. Pinturas al aire. Notas sin pentagrama. Versos sin nuestra evidente rima.



Perdona. No debí, mas no me arrepiento. Conozco lo que sigue. Lo prefiero así.

Mañana a primera hora el ejército partirá del puerto. Son las vísperas de una guerra. Un infierno sin retorno. Si he de confesarte mis lágrimas, estorbando tu alegría, no hay mérito que merezca mi vuelta. No para mí. No puedo. Sé feliz. Eso lo deseo sin mancha. No hay rencor. No lo concibo. No contigo. Me quedo con tu última imagen, de pie en el palco real rodeada de estandartes y la insignia roja del reino. La lluvia. Aquella lluvia que yo creía era la tuya, por mi partida. Tus labios. Tu cabello que desprendía las estrellas que guiaron, por un rato, mi camino.

Adiós, princesa. Quieran los dioses que tu caballero, valore más que yo la belleza, que dejé ir, por la ventana.

Lóregh

miércoles, 1 de mayo de 2013

Esa noche

tiene dedicatoria

Esa noche como nunca
creí tus labios más cercanos
bajo la luz apenas oculta
de aromas, pausas y cantos.

Esa noche sabía a milagro
y el café reflejaba la luna,
guardé el beso, pues me era caro,
como lo son tus ojos a la lluvia.

Esa noche, querida Musa,
tenía el cielo al alcance de mi mano,
y cambié un beso por la pluma

para quizá así reinventarnos:
probar en otra mar nocturna,
el cálido aliento de tus labios.

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