miércoles, 11 de diciembre de 2013

Tonantzin



No. Devoto no soy. La necesidad de honrar a quien considero parte de la definición de México no tiene una intención milagrosa, un reconocimiento a mis herejías en detrimento al canon católico. Sin embargo, es una sincera llamada. Una inspiración inesperada. Machetazos furiosos en la selva que buscan el camino de lo divino. No sé. 

Una petición a las alturas. Un llamado de auxilio. Una ofrenda. 

No para mí.

I

Noche. -Siempre es la noche.-
En tu rostro moreno buscaba la respuesta
a las cuatrocientas preguntas
que los tuyos, Madre, me habían negado.
No sé qué pasó entonces
que preferí honrarte, Tonantzin,
con la lengua y arte que te dio actual molde.

II

No. Sí sé:
puedo soportar el silencio divino
en mis intranscendentales dudas:
tu origen, tu propósito,
el silencio que gritas
a mi voz que te llama...

¿Pero ella, Madre?
¿Lo conoces? Ella ama más tu manto
que mi herética hambre.
Sí, esa hambre oscura que te niega
y a veces se burla.
Ella no.

Sí, seguro la conoces:
odia la lluvia
y quiere en sus brazos blanca lanura;
en sus sueños, Universidad,
y suaves dulces devora, lo sabes, con felicidad.

III

Es un ángel. Me ha confesado
dos o tres secretos. ¿Te acuerdas?
Dime porqué no respondes, Madre.
Explícame el silencio.
Ése cuando, doliente, a mi costa pido cures
sus lágrimas, su pena,
oscura carga, feroces cadenas;
eso que le estorba, eso que quiere olvidar
si, al morir la tarde, me lo cuenta.

IV

Sí. Amor.

V

Entenderás que ya es tarde.
Sabrás, Madre morena, que no hay vuelta atrás.
Lo comprendes.
Alguien nos dijo, que tiempo atrás, fue tu Hijo.
¿Qué virtud hay en quien ama
si por amor no puede su alma ofrendar?

VI

A tus pies, la negra luna,
el cupido indefenso,
el indio, el criollo,
la Nación tan necesitada de tu alivio.
El blasfemo yo.

VII

No lo dudes.
¿Sería digno de amor
cantar entre dientes
falso clamor?

VIII

Que nuestro Padre,
el que está en todos lados,
el que todo lo ve,
el que tiene nuestra cuenta en sus manos,
sea en ti siempre, Tonantzin.

Te saludo.
Saludo tus divinos ojos,
los que miran las llagas de tus hijos.
Saludo tus morenas manos,
puente entre el Padre y sus devotos.
Saludo tu manto color jade,
color de la casa de los dioses.
Saludo al sol que te corona,
calor que a los hombres asombra y arropa.
Saludo tu nombre indígena,
lengua que canta,
lengua de alegría,
lengua que saludó primero a la lengua castilla.
Te saludo, Nonantzin:
hoy mía,
in xóchitl, in cuícatl;
in quetzalli,
in técpatl.
Nonantzin, te saludo.
Luna morena, virgo divina.

IX

Me distrae el frío.
¿Llegó a tu silencio
mi triste gemido?
Cuéntame.
Dime si allá, lejos,
una ventana se abrió curiosa
y dejó pasar el susurro de la luna con las cortinas.

Dime.
Convénceme.
Que en ella amanecerán los últimos suspiros de mi fe.

martes, 10 de diciembre de 2013

16 de Dráonat de 3419 DCT

Däsderf miraba con nostalgia hacia el norte. La última de las pequeñas embarcaciones que en el lago navegaban, se perdía entre los ríos ocultos del Bosque Gris. El árbol que plantaran durante de la Primera Gran Guerra, como un símbolo de esperanza, mostraba sus galas de invierno: un tronco de pristísmo blanco con frágiles hojas transparentes, como de cristal. El sol se ocultaba acariciando la superficie del agua. Un cielo naranja despedía, triste, a las últimas aves que migraban, como un suspiro olvidado, a tierras más cálidas.

Parecía que había regresado a un instante olvidado por el tiempo mismo, un momento que los otros, que habían sido él, dejaron para que el que hoy era, pudiese armar los pedazos que para ese entonces, ya estuviesen regados, insostenibles en un sueño que siempre fue ella. Un auxilio. Algo. El ritmo de una canción inaudible que tocara las notas perfectas para, al fin, poder llorar en paz.

Quizá había que cerrar los ojos.

Asimiló el silencio después de unos minutos.

¿Dónde estabas, Elwïng? Aquella noche, un lunes que llovimos por dentro, muy dentro, imaginando lo que pasaría si los cuentos de hadas fueran reales y yo gastara mi último deseo en algo sencillo, hermosamente simple como recorrer a ciegas el camino hasta tu casa. ¿Dónde estabas sino conmigo, no allá, lejana, ausente, injusta? No. Injusta no. No quiero que sepas de eso. Estábamos juntos. No importa lo que se diga.

Juntos. Me acompañabas en la soledad. Te acompañaba en tu doloroso compromiso. En tu miedo.

Miedo. Llanto. Juguete tóxico. No. Quizá sí estábamos solos. Inútil era el esfuerzo que el corazón hacía, fingiendo un día normal, pausado, cálido. Hacía frío. Llovimos por dentro. Miraba la imagen que me regalaste y me preguntaba. Y llovía. “Es el amor el tiempo que pasamos juntos.” Y llovía.

Lejana. Ausente. Fui ahí cuando, por vez primera, dudé.

Que tu llanto fuera una farsa. Que tu miedo un engaño.

Y llovía. Fue mi blasfemia un insulto a tu recuerdo, que sostenía en mis frágiles dedos. A tu compañía ausente. Llovía. Llovía tanto por dentro, que se dibujaron dos marcas secas, como arrugas, un infértil campo estéril. ¿Cómo? ¿Cómo dudar? Hombre idiota, ¿tú, dudas? ¿Tú, inútil recurso poético, quien sentenció, antes, la total confianza, la luminosidad de aquel lucero?

Y llovía.

“Es el amor el tiempo que pasamos juntos.”

Pero, ausente, estabas. Y llovía, llovía tanto. Limpió mi ofensa la bofetada furiosa. Cayó la noche. Murió el día. El paso lento me llevó aún más lejos, a otra noche en un hogar frío, donde el punto cardinal que te sitúa lo definen las luces de una ciudad lejana, estridente. Lejana. Ausente.

Al filo de la medianoche, llegó tu flor. Cielo despejado.

¿Dónde sino aquí, Elwïng, estabas?

Abrió los ojos. Tomó la flor que a su lado yacía y besándola, se alejó del reflejo lunar en aquellas aguas quietas, que lo escuchaban. Las estrellas nadaban a su alrededor. Allá, muy lejos, una campana cantaba por doceava vez.


En la ciudad lejana, ella sintió el beso. 

martes, 3 de diciembre de 2013

Receta para soñar contigo

Busco en cada rincón
un pretexto para recordarte:
mariposas blancas, la luna,
alguna flor que se oculte de la lluvia,
una canción, dos libros, el arte
que la noche esconde, si me desvelo, recordándote.

A cada instante brota un anhelo:
el sabor de un abrazo,
el calor de un beso,
el silencio luego,
cuando sólo existe el instante eterno,
amor acaso, verdadero sueño.

-Una espina, cerrar los ojos:
a dormir.
Ojalá fuera bello el morir
cuando estás lejos, pero estás ahí.-

A cada instante asaltas el pensamiento
como la luz que traspasa los párpados cerrados:
rompes el ritmo ilógico,
los añejos daños;
guía de marinos,
estrella,
mi mapa sigue tu estela.

Buscándote, mi corazón
inflamado se inventa
alas; alcanza
nubes de suspiros
estampadas: allá te besa,

y allá, estrella, te abraza.

martes, 12 de noviembre de 2013

Luz de Eärendil.


Luz de Eärendil.
Cristal que tiene la luz más preciosa.
Aquello que vence la sombra. Mi sombra.
Tú.
Tu voz. Tu mirada. Tu presencia.
Tu nombre: dos sílabas.
Primera consonante. Tercera vocal.
Luz.
Eärendil, estrella élfica.
Luz que traza un dibujo lunar en las estrellas.
Tú que ilustras la noche.
Tú que otorgas significado.
Tú que sin mancha habitas, en nuestro juego, el lugar oscuro.
Tú. Luz que llegas. Luz que eres.
Luz que impulsas el latido.
De mi corazón.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Fragmentos

Si con estos fragmentos pudiese hacer magia;
curar, besar, cubrir y abrazar la herida
que no sabes cómo te hiciste y que quieres ya sanar...
Te confieso que mi miedo es también no encontrar
la forma de darte más alivio, más sonrisas.
Quiero romper la soga.
Deseo, ruego y sueño. Por tu paz.

Tomar tu mano.
Conservar la cálida caricia,
apoyar en ella mi mejilla al tiempo de sueño.
Creerte más cercana
de lo que marca el noreste de mi mapa.

Cerrar los ojos.
Sentir que la flama en el pecho
se derrama en lágrimas secas
de agradecimiento.
Pues existes, eres,
y mi dicha es la coincidencia
de nuestros momentos.

Caminar juntos.
Saborear aquellos pasos
cuyo destino menos importante
es el final: basta la compañía.
Llorar cuando el sendero se bifurca,
contar las horas para volvernos a encontrar.

Buscar poesía.
Fracasar, pero inventarte el soneto
que te defina y brille casi a la par
de tu sonrisa,
de tu voz,
Imaginar que suspiras
y preguntas qué verso vendrá a continuación.

Confesar lo que sabes.
Hilar juntos los sueños
de la madeja que descubrimos
las noches de viernes.
Besar tus labios. -Eres, soy, somos.-
No soltar el sabor. -De la mano, juntos.-
De ese momento. -No estamos lejos.-

jueves, 17 de octubre de 2013

Tu rastro de sombra en las hojas

El libro que me prestaste capturó tu aroma. Cuando pasé rápidas sus hojas, como para medir el tiempo que tardaría en leerlo, sopló el perfume que hago tuyo y como en un acto de contenerle, hundí mi rostro en las viejas y enfermizas páginas, saturándome de tu recuerdo.

De pastas rojas, el confuso texto fue un retrato involuntario de tu imagen que manipulaba con delicadeza, como una flor de cristales de nieve. No quería se infectara de mi esencia neutra e innoble; no quería perder yo el hilo invisible, seda transparente que acariciaba aquello que escapa a la piel y termina en el centro de la vida: la chispa cálida que impulsa el correr loco del corazón cuando te veo.


¿Será tu sabor el de esta seda?


He olvidado, adrede, el título y notable nombre del autor que imaginó el texto. Prefiero quedarme con su aroma. Anotar en la bitácora de mis memorias tu fragancia como la expresión total de ese ejemplar. Borrar las terribles y prodigiosas imágenes que crean las letras y saturarme de ti, de la sombra de tus movimientos, el vapor de tu piel a la luz de la luna.

Y aquí me ves. Garabateando un borrador que luego serán las insensibles letras en una computadora. Terminé la lectura. El libro reposaba en mi antebrazo, acariciando tú sin saberlo, mi sedienta piel. Escribo y apoyo mi mejilla en él. Salvando las caricias que ha dejado tu soplo mientras intento que esto te parezca un bello poema de agradecimiento

jueves, 10 de octubre de 2013

Sueño III

Este poema intenta condensar en sus pocas líneas un sueño. Dormir es un placer: «Al que velando el bien nunca se ofrece, / quizá que el sueño le dará durmiendo / algún placer, que presto desfallece; / en tus manos ¡o sueño! me encomiendo.» dice Gracilaso en su Égloga Segunda. Y sí. Es el sueño un recurso válido para sonreír, para elevar las plegarias a lugares antes jamás esperados. Sueños, pedazos –acaso- de nubes, de lágrimas y de sonrisas. De todo.

Quizá la poesía sea el elemento alquímico que falte. La piedra filosofal de un deseo de suaves latidos, de sutiles perfumes; fórmula que capture el precioso instante de tu invaluable sonrisa.


Te ibas, te perdías;
ahogabas aquel universo
de blanco y negro
en colores parcos, no estabas.


-Y yo, y tú,
figuras opacas-


Pero seguí la sombra
(o quizá tu aroma,
o tu sonrisa).
Figuras iguales
se esfumaban.


Hasta que pronuncié tu nombre.


Y ahí estabas.
El abrazo.
No nos dejemos.
Ahí, se dijo.
Incendio de colores.

Beso, el sello.

jueves, 26 de septiembre de 2013

Sueño II

Hay una escapatoria,
se llama sueño.

Ahí visto de plata;
porto un estandarte que presume la luna
y dos o tres estrellas.

Acaricia un sol inofensivo,
jardines que me son familiares,
el apartamento número cuatro donde duermes.

Sin preguntas, sin más, sin nada que estorbe.

Es mi sueño.
A veces ni siquiera allí brota la palabra
amor
de mis labios.
Pero te abrazo,
y algo del color de la valentía
me inunda y sé que sabes que estás segura
de los miedos y de las lágrimas;
sé que sabes
qué hay detrás de mis suspiros.

Allá, en el nebuloso mundo de la breve muerte,
doy definitiva a la sombra que apaga tus estrellas.
En silencio acepto mi papel de ángel negro,
de calamidad,
de contradicción,
de corrupción definitiva:
mancho esa argentina envestidura
y soy señalado por los Arcanos de mi mundo.

No importa. Sonríes.

Seré expulsado del hipócrita Consejo Plateado,
pero sella tu beso mi íntimo delito.

Despierto, aferrado a mi utopía.
No soy la Plata. No soy la idealización.

Soy yo.

Saboreando los últimos trazos

de ese bendito sueño.

jueves, 12 de septiembre de 2013

México

México hereda su nombre de la ciudad que fuera el ombligo de la luna desde el siglo XIV y hasta principios del XVI: Meshico-Tenochtitlan. Así, con la pronunciación original. Su unión la debe a la Corona Española, que todavía entrado el XVII intentaba imponer su presencia en el norte del país. Su independencia es criolla, pero ganada por el mestizo: el doloroso hijo de dos culturas. Su identidad nace en el XIX, tras la Intervención Estadounidense, de amargo recuerdo y madura con las peripecias de Napoleón III. Se redefine tras la Revolución y todavía hoy, casi un siglo después, se sigue preguntando quién es.

¿Quién eres México? ¿El sabio maya, olvidado por la selva yucateca, perdido en las profecías tristes del Chilam Balam? ¿El bravo mexica, orgulloso guerrero águila del último tlatoani? ¿El grandioso teotihuacano, donde nacieron los dioses? ¿El altivo Santa Anna, el héroe Porfirio, el intocable Juárez, el soñador austríaco, quien cuyo nombre no figura pero forjó la Historia al lado del zacapoaxtla, del zapatista, del carrancista? ¿Eres la Heroica Veracruz, la Gloriosa Puebla, el oscuro Chapultepec, el victorioso Querétaro, el Trágico Zócalo de diez días, el doloroso Tlatelolco?

¿Eres quien marcha? ¿Quien alza la voz? ¿Quien calla? ¿Quien gobierna? ¿Quien sufre? ¿De izquierda o derecha? ¿Quién eres? ¿El que ama el futbol o el que le odia? ¿El que ve la novela o la repudia? ¿El que cree en su democracia o duda de su existencia? ¿El de la UNAM o del Tecnológico? ¿El campesino o el empresario? ¿El taxista o el piloto de carreras? ¿El pesimista o el optimista? ¿El que ve avances o el que ve retrocesos? ¿El que critica la riqueza o el que sueña con ella? ¿De la costa o del campo? ¿De la sierra o de la ciudad? ¿Guerrerense o zacatecano? ¿Campechano o Chihuahuense? ¿Chiapaneco o Guanajuatense?

Yo sé que eres todo, México.


Sólo tienes que recordarlo.


martes, 10 de septiembre de 2013

Promesa

El pasillo, apenas iluminado por breves antorchas, refleja la tensa calma de aquellas noches. Afuera, no muy lejos, las luces aumentan en número, amenazadoras, y él sabe que sólo es cuestión de tiempo. Tarde o temprano, sobre ellos caerá el fuego.

Pensativo, como midiendo los pasos que apenas susurraban en la alfombra teñida de rojo sangre, cruza el mal alumbrado corredor. Se detiene de golpe. De cara a la luz de luna, en el alfeizar, proyectando vaho en el cristal, lo estaban esperando.

—¡Tú! —dijo, intentando controlar la alarma en su voz.

—He vuelto —respondió el desconocido simplemente.

—Sobreviviste.

El desconocido resopló desdeñosamente.

—Lo juré —dijo.

—No, no pu-, no puedes. —tartamudeó el otro —No puedes. —reafirmó —Estamos en guerra.

El desconocido descendió del alfeizar. Herida aún fresca en la mejilla, sucio el rostro pero digno, venda limpia bajo el hombro con algo de sangre en ella, armadura ligera, escudo, espada. Expresión seca, dura, fría.

—Sin embargo, —apuntó —sigues aquí.

—Mis funciones son otras.  —susurró él apresuradamente.

—Y a pesar de todo, —dijo el desconocido con cierto fastidio —te las das de militar. Nos quieres impresionar. Darnos algo que no eres.

—¿Y tú? —replicó él, irritado.

El desconocido no respondió. Desenvainó su espada con cierta pereza, tranquilo. Él retrocedió unos pasos, apretando la mandíbula.

—No serás capaz —masculló.

—Te lo advertí.

—Eso no te incumbe. —escupió él, tomando un valor de donde no había casi nada. —¡Ella es mía!

Sereno, con la espada al hombro, el desconocido avanzaba a medida que él retrocedía. Sin embargo, al momento de escuchar las últimas palabras, un brillo furioso oscureció su rostro que volvióse más frío que nunca.
—Ella no es propiedad de nadie —dijo, apretando los dientes.

Él lo sintió. Se puso de rodillas

—¡Perdón, perdón! —suplicó —No volveré a mirarla siquiera, ¡lo juro! ¡Perdón! ¡Mírame! ¿Matarías a un hombre indefenso?

Abrió los brazos, implorando.

El desconocido bajó lentamente la espada, hasta que la punta de ésta tocó el suelo. Con un breve suspiro, reconoció:

—No. —hizo una pausa, cerró los ojos como queriendo capturar un recuerdo. Abrió los ojos. —Pero haré un intento.

Levantó raudo el arma, diagonalmente. Los brazos del suplicante se abrieron un poco más, como aceptando el dolor. Un solo quejido y luego, un largo y pesado suspiro. Cayó de costado, empezando a confundir la sangre en la oscuridad y en la alfombra.

Envainando su arma, el desconocido murmuró:

—Al fin. Ella ya no tendrá que sufrirte.

Camina de regreso al alfeizar. La luz de la luna le da de lleno en el rostro. Vuelve a su posición original, en las sombras.


—Yo tampoco.

sábado, 17 de agosto de 2013

Carta abierta


Beati mundo corde: quoniam ipsi Deum videbunt. (Mat 5,8)


Aquí arriba se canta una bienaventuranza. Quizá de ésas que tienen un sabor de esperanza perdida, de un sueño que pudo ser bueno pero sólo se quedó en un borrador. Hoy el mundo se ha entrenado para hacerse duro, para fingir que nada pasa cuando a su alrededor las cosas se derrumban. Las armas favoritas, donde nos refugiamos cobardemente, son la ira, el sarcasmo, el miedo mismo. La valentía es un lujo que se queda para ocasiones en que no es necesaria. En su lugar entran las injurias, la bofetada, el egoísmo. Qué me importan los demás si yo consigo lo que quiero.

Conocí un ángel. Vaya atrevimiento el mío, pero no encuentro mejor calificativo. Bienaventurados los ángeles, pues les serán concedidos epítetos inmerecidos. Dejemos de lado lo obvio, este ángel tiene algo que brilla más allá que su propia sonrisa. Es el sueño consumado, la esperanza cuyo sabor, como la botella del ermitaño, sólo se prueba una vez y en dosis mínima. Con eso basta.

No sé quién sea yo para decirlo. No el indicado quizá, pero eso parece magnificar su luz. Algún Dios bueno habrá querido que sea así, le ha convertido en el mejor de sus soldados. Quizá la guerra mítica no se librará por los que presumimos de valentía tras el miedo indescriptible que nos ata la lengua y las manos. Quizá Él decidió dejar entre sus hijos, de vez en cuando, sus mejores piezas finas: corazones puros en sonrisas contagiosas, corazones honestos en manos trabajadoras, auténticos corazones en perfectas compañías para un café. Este ángel, de corazón dorado, es una de aquellas joyas del Paraíso.

Quienes disfrazamos el corazón con vestiduras bélicas tenemos la terrible advertencia de olvidar algún día el valioso recurso del llanto. A cambio, tenemos la ira, la mandíbula rígida, los insultos censurados por nuestro propio código de ética. Gozamos de una maldición que, acaso, sufren a veces quienes por corazón tienen diamante. No, este diamante es frágil. Ofrece, en cambio, una luz que inunda, un respiro que perfuma. La mejor pieza divina reside en ellos. En este ángel. Su aparente debilidad no es más que la mejor forma de responder ante la adversidad. Colmados de sol, no pueden sino derramarlo a todos por igual.

Y cierto, a veces olvidan cómo ocultar por breves y exactos momentos su radiante rostro. No quiero decir que es entonces cuando gente sin escrúpulos, interesados en ellos mismos, atacan. Pero ya lo dije. (Los de corazón forrado de metal nos dejamos dominar por las pasiones furiosas de vez en cuando.) Hay un llanto que es de miel que regocija a los irreverentes y angustia a los bienaventurados. Entonces duele, porque los de corazón de metal no sabemos cómo manejar las armas y las propias, estúpidas palabras, nos parecen huecas y todo se desmorona y perdemos la brújula en algo que parece tan sencillo.

Luego viene la calma. Tímidos, hacemos una carta abierta y en ella dejamos algo, no sé explicarlo. Una caricia, un beso. Una bendición, un gesto de admiración. Un curita, un abrazo. Un consejo que ya fue escuchado, una oración. Un notengoniputaideadecómohacer que no te duela. Una esperanza. El corazón que, bendecido en oro y dulzor, lloró alguna vez se curará pronto. Despertará ante los latidos de sí mismo y se dejará guiar por su dulce canto. Hablará y será escuchado. Acudirá a quienes sepan de obras y no de poesía. Callará el vacío del aprovechado. Y seguirá sonriendo, más cercano de sí mismo, sublime.

No, no es tontera. No es debilidad. Sólo hay que alzar un poco más la voz.

Mientras tanto, los de metal ofrecen la espada. Aunque no sepan usarla…

jueves, 15 de agosto de 2013

Entremés curioso

Hace mucho que no entro a estas dinámicas. Las últimas veces respondí de manera un tanto sarcástica pero, vamos, nunca está de más hacer un ejercicio de éstos, volviendo a la buena voluntad perdida luego de horas y horas de videojuegos. 

Quien mandó el borlote fue mi amiguita Pepinilla Alenky, conocida en el bajo mundo de las Letras como la Niña de la Greñita Azul. xD Y cito:

Las reglas para continuar la dinámica son:1. Nombrar y agradecer el premio a la persona/blog que te lo concedió, además de hacerte seguidora suya.2. Responder a las 11 preguntas de quien nos ha concedido el premio.3. Conceder el premio a 11 blogs que te gusten, y que acaban de empezar o que tengan menos de 200 seguidores. Para que no se rompa la cadena, evitar mandar el premio de vuelta al blog que te premió.4. Elaborar 11 nuevas preguntas para las/los bloggers que premias.5. Escribe un comentario en cada uno de los blogs a los que has premiado, informándoles del galardón.6. Visita los blogs que han sido premiados junto con el tuyo.

CUESTIONARIO....

1. ¿Cuál es tu libro favorito?

R: Creí que ya habíamos superado esto. No puedo escoger un libro favorito con sinceridad aunque la Divina Comedia de Dante me brinque a la cara. O Ensayo sobre la ceguera. O la Ilíada. O cualquier libro de cuentos de Borges.


2. La apariencia y la forma de vestir ¿Qué tanto crees que expresa de las personas?

R: Mucho y a la vez nada. Vamos, hay individuos que visten para aparentar y otros que visten para expresar. Me vienen a la mente los darketos o las lolitas. En contraste, cualquier persona que quiera dar la impresión de adinerada puede impactar con una respetable gabardina que oculta una playera pirata del América.


3. Algo que no soportes de los demás.


R: Que asuman que miento o que hice algo que nunca hice.


4. ¿Cuál es el recuerdo más temprano que tienes de tu vida?


R: Yo, como de cinco centímetros, girando una pelota blanca en una barda de, me dicen, el Desierto de los Leones. O Puebla. O algo así. Hubiese preferido guardar otro recuerdo, como en de la playa o la primera vez que di un azotón en la casa de mi abuelita.


5. ¿Coleccionas algo? ¿Qué?


R: No. Antes coleccionaba estampitas de Dragon Ball y luego las dejaron de vender.


6. ¿En qué te gustaría trabajar?


R: El mundo editorial. No sé, me pica la curiosidad.


7. Personaje con el que te identifiques.


R: Luke Slywalker, de Star Wars. Tenía que decirlo. Hay algo de historia familiar tras eso...


8. Alguien a quien admires.


R: Definitivamente, no a la tía Tocha. Y es que, en verdad, no tengo una tía Tocha... vamos, pues. Hay bastante gente que admiro por una u otras causas. Últimamente he andado sentimentalón en ese aspecto. Han aprovechado sus cualidades y caminan por el éxito. Han sobrepasado adversidades y la vida les sonríe como nunca antes. En fin...


9. Si pudieras entrevista a alguien que ya murió, ¿a quién sería y qué le preguntarías?


R: No sé... a algún tlatoani como Cuahtémoc. Quizá a sor Juana. O quizá simplemente a un soldado que haya sufrido el combate en Molino del Rey, en Chapultepec, en algún bombardero Aliado a Alemania, Normandía, el asalto a Jerusalem en la Primera Cruzada, el sitio de Puebla en la Intervención Francesa, la caída de Tenochtitlan, las batallas en las trincheras de la Primera Guerra Mundial: cuéntame cómo pasó.


10. ¿Te arrepientes de algo? ¿Puedes compartir de qué?


R: He aprendido poco a poco que de nada se debe arrepentir uno. Las cosas pasaron por alguna razón. ¿Algún Dios lo habrá predestinado así? Me arrepentía de no haber entrado a la primera en la Facultad de Filosofía y Letras. Ahora ya no. A pesar de todo.


11.¿Qué esperas de la vida?


R: Nada. Decía una amiga "hay que dejarse sorprender". Hay que descubrir para qué vivir.


////

Mis preguntas: (por si ocupan)


  1. ¿Qué eres?
  2. ¿Para qué crees un Dios crearía al mundo?
  3. ¿Qué será de ti cuando no existas?
  4. ¿Existe la religión verdadera? ¿Cuál es?
  5. ¿Qué es poesía?
  6. ¿Cuál es tu pieza musical favorita?
  7. ¿Cuál es tu helado de sabor favorito?
  8. ¿Cual es tu tercera película favorita?
  9. ¿Cuál es tu segunda serie de televisión que no volverías a ver?
  10. ¿En qué círculo del "Inferno" de Dante te gustaría estar?

sábado, 3 de agosto de 2013

Miedo

Qui fugerit a facie pavoris, cadet in foveam... (Ier 48,44)

Noche. Repta la sombra.
Sofoca mi lengua.
Succiona mi voz.
Con seda sella mis labios.

El día llega. No veo el sol.
Eres en el día.
Y juegas. Y sonríes.
Luz que la puerta deja entrar.

Frío. Silencio.
La sombra sigue.
Callo.

jueves, 1 de agosto de 2013

"Ego te absolvo...

Job 19, 6-11



Por llagar mi alegría con tu lepra.
Por ahorcar con seda —qué otra cosa— mis suspiros.
Por susurrar a la muerte la ubicación exacta de mi ventana.
Por dinamitar la luna con la bofetada de un sol naranja.
Por incendiar mi infancia con el frío silencio del miedo.
Por repugnar mis versos con la culpa en la que me fusilaste.
Por arrancar de raíz a esperanza cuyo dulce fruto sólo imaginé.
Por dictar absurda ley en un trono de putas adornado.
Por ceder ante el miedo nigromante y arrastrarme a tus suplicios.
Por desatender los gritos que mis entrañas te escupían en el último pido de aquella Facultad.
Por venderme al placebo y alejarme del necesario azote del deber.
Por abandonar tu puesto en la guerra binaria.
Por ser yo.




... a peccatis tuis in nomine Patris..."

sábado, 27 de julio de 2013

Ad libris per aspera

Terrible encuesta es la que arroja que el 54% de los que atendieron la pregunta no acostumbra leer. Matemáticas, hijos: más de la mitad. Las cifras, tenebrosas, alcanzan su pico más infame cuando surge el dato: los mexicanos, en promedio, leen 2.9 libros al año.

La Biblioteca de san Pedro Mártir, al sur de la Ciudad de México, está estratégicamente situada para que todos la vean, pero que nadie sepa qué cosa es o cómo llegar ahí. Alejada del centro del afamado pueblo, ensombrecida su estructura por un reconocido restaurante que nunca está lleno, la pobre Biblioteca resiste, a la mala, los ecos que las oscuras encuestas arrojan y que demuestra que, más que estar "desanalfabetizados", estamos "sobreentelevisados".

Lo que uno nota primero al entrar a dicho edificio, previo espectáculo amargo de un patio sucio y una estructura arquitectónicamente grosera, es un vestíbulo que perturba los sueños de quienes han visitado un Centro de Salud. Es la sensación de un lugar antiguo, decadente y blanco. De frente, la sala de cómputo donde siempre, SIEMPRE, hay gente. Siempre. Un poco a la derecha está la "Sala Infantil". Nunca hay nadie. 

Volvamos a la Sala de Cómputo, pero no entremos. Miremos a la derecha. Hay tres puertas. Dos funcionan como almacenes, una tiene un baño digno de llamarse público. Si seguimos, veremos una sucursal del INEA (nunca he entrado) y ya a la izquierda de donde entramos, está la Biblioteca. Solitaria, siempre solitaria. Atienden entre cuatro y cinco personas, en las mañanas; una o dos en las tardes . Es un milagro ver que el número de usuarios les iguale. Inaudito que lo supere.

Quien atiende es amable, supongo que siempre emociona ver seres humanos de vez en cuando. (Oh, claro que emociona, lo sé) ¿Qué vas a llevar hoy?, preguntan, sabedores de que, quien entra ahí por su propio pie, va en busca de un libro. Es de mañana y las cuatro o cinco bibliotecarias desayunan. Yo dejo uno o dos libros que no usaré más y camino con respetuoso silencioso a los anaqueles. Ese día hay suerte: hay una persona sentada en las mesas, con un cuaderno y un libro de matemáticas. Albricias.

Los libros se dividen así: entrando, a la derecha, está un archivero donde se guardan las fichas bibliográficas (en lugares con más presupuesto hay equipo de cómputo), si continuamos pegados a la derecha toparemos con la sección de "Generalidades" que versa de todas cosas que por su reducido tamaño no pueden clasificar una sola sección. Los libros de filosofía y de religión son aún menos, y luego salpicando, entran las demás categorías "Ciencias aplicadas", "Ciencias naturales", "Literatura", "Historia"...

En total, aventuro, hay máximo 2,000 libros. De los cuales podría jurar que más de la mitad no han salido jamás a préstamo. Justo ahora tengo en mi poder un manualillo de latín que nadie desde que se inauguró la biblioteca, quizá había consultado. Cerca de robusto escritorio donde amablemente atienden los empleados de la oxidada dependencia delegacional (¿a quién coño le importa la cultura?), hay un lote de libros nuevos de los que "sólo estamos esperando a que llegue el delegado a inaugurarlos". Han pasado cuatro años y los libros no pueden tomarse a préstamo: no ha llegado dinero para ficharlos como corresponde y no hay, por tanto registro de ellos. Es como si no existieran. Y hacen falta, mucha. Los libros que están ahí sin que nadie los pueda usar ya andan pecando de obsoletos, desde luego hablamos los que tocan a temas científicos.

Mientras tanto, el registro de visitas de la Biblioteca de san Petersburgo Mártir canta, con tristeza, la existencia inevitable de ese espacio cultural. Debajo de la fecha del día, una lista de 20 personas regala sus breves datos. 15 van a cómputo, 3 no debían registrarse, 1 va por un libro y la que resta, acaso, tramita su credencial para sumar una más al primer número.

Así las cosas.

jueves, 11 de julio de 2013

Secuencias de un poema - Parte III

V

A veces, te escribo para olvidarme de mí mismo,


para describirte en la noche tan oscura,.
para fingir la sonrisa
que etiqueta mi persona,
este yo amarillo que conoces,
auténtico en todo menos en su alegre mueca.

Es un acto egoísta,
metafísico, mágico:
te escribo y te pienso
y dicto a mis versos lo que en sueños
—espacio íntimo—
me dictan acaso los hados
que tejen nuestras historias,
¿se juntaron ya?

A veces, te escribo para curarme, perderme en tu descripción perfecta que mis ojos han creado. Y tu nombre repito como un mantra, mi oración perfecta para calmar el miedo. Un miedo añejo, enraizado en las profundas memorias de las que ya ni me acuerdo Abrazo la sombra que dejó tu perfume, el eco de tu mirada, el brillo aún presente de tu voz. Elíxir eres y un aria canta:

que nadie duerma en la fría estancia,
las estrellas tiemblan de amor y de esperanza;
al alba, venceré.

VI

La noche es añeja,
su sabor es tinto.
Alguien que no conoce a Dios
reza un pater noster a tu favor;
adivina la luna tras la lluvia
y escribe un poema hasta que la tinta se agota
intentando calcar en una canción
tu sonrisa serena.

Deseando adivines tu nombre,
vuelve al silencioso nexo: / “Bendice, Señor…”

Está enamorado.


No existe punto final. Sigo escribiendo un poema.

martes, 2 de julio de 2013

Secuencias de un poema - Parte II

III

Bailaremos con las rimas de tu nombre y el mío que no me he atrevido a juntar al final del verso, aquél que medirá veintiocho suspiros en cada par. Imagina entonces nuestros pasos: serán la guía que reproduzca un torpe beso —mis dos pies izquierdos—, pero trazarán en el lienzo nuestra historia que nace cuando muere el sol y la brisa húmeda acaricia los rizos de la nube; al son de un silencio que no se explica sobrevivirá la sonrisa, un dulce carmín. Acrósticos trazarán nuestras manos descifrando las letras ocultas en nuestros cuerpos —tuyas más bellas que las mías—: los poemas dirán lo que callan.

Nadarán nuestros suspiros en las caricias de un beso, medirán nuestra ausencia, contarán los pasos que separan nuestras distancias, lenguaje silencioso, ráfaga de música, nota nocturna. Estrella, ¿a qué puerto guiarán tus luceros del mar castaño de tus cabellos, qué aroma desprende la flor de tus palabras, qué canción dictará el tañido de tu risa? Y qué, responderás, y saborearé tu reciente capuchino, en las caricias de tu beso.

IV

Sí: café tras café
intentaba descifrar las palabras
y encontrar en ellas algo de magia,
pretextos,
—el insensato permiso
para robarte un beso—.

Sólo percibía versos, e hice rimas con tu nombre implícito.

Rimas que querían conocer

las tiernas caricias de tus labios.

jueves, 27 de junio de 2013

Secuencias de un poema - Parte 1

I

Nos conocimos acaso la noche de un viernes.
Tú mirabas, quizá, hacia el punto donde yo ensayaba
los pensamientos que se harían después un sueño.
Pequeña fue la herida
de tu luz en mi mansa sombra
confundida, sedienta de la sed misma,
barco a la deriva sin la esperanza del faro de alguna luz.

Las noches volaron sin rima,
erróneas y lentas. Celosas,
oscuras, frías, incompletas.
La herida crecía,
solitaria y profunda,
se llenaba de ti, de tu presencia,
de tu ausencia,
de tu silencio,
de tu voz.

Sucedió entonces que entendí que te extrañaba
aquella noche de diciembre,
cuando miré la fotografía
y sólo identifiqué tu vaga sombra
en los pasillos de una historia
para una revista electrónica.
Sucedió que me di cuenta
en la Navidad falsa
que no era mi noche buena:
en el frío faltaba tu sonrisa.

II

Fue una tarde que moría
en jacarandas,
en café,
en un murmullo.
Luna sonriente,
el viento que acariciaba las palabras.

Tú.


Ahí conocí tu aroma.

sábado, 15 de junio de 2013

Retrato

dedicado a quien habita, felizmente, Mordor
seguro le hace un mejor lugar 


Si tu sonrisa es suficiente pretexto
para llenar un minuto de colores,
de nubes, de noches
y sueños;

si tu alegría contagia, inunda,
ocupa un espacio y lo captura
y lo hace poesía y refleja
en tus ojos la luna;

si entonces
tu sola presencia
es ya la suma total
de soles y lunas.

Mira al espejo.
Ríe,
que esas estrellas te hablen
y te llenes tú toda
de ti misma,
otra vez.                                                                                                          Veras que la luz que emanas
siempre ha sido más grande
de lo que tu crees.

jueves, 6 de junio de 2013

Soneto IX

para mi Musa

Suspiró la luna, nació la rosa,
vistió plateada en galante jardín.
Desplegó sus alas cual mariposa,
besando el cielo, estrellas sin fin.

Tatuado tu nombre tenía, sutil;
tu nombre que es verso hasta en la prosa,
alzóse pues, tu alma victoriosa,
diamante blanco sobre rojo carmín.

Nocturna de rocío, al festín
de aromas te sumaste, luminosa,
encendida, por mano de diosa

delineada: te definió hermosa.
Y así, noche de versos, te conocí:
tu beso que espero, ya es mi vivir.


martes, 21 de mayo de 2013

Espejo


·ɐᴉɔuәsnɐ ns ɹod 'әɹәnɯ ou ɹoɯɐ әp ʎ
ɐɹәdsә sou ou ɐʎ әnb әɥɔou ɐl uә
uɐllɐɔ opoʇ ʎ uәɔᴉp ɐpɐu
:sɐɹqɐlɐd sɐl ɐsɹәʌәɹ uә әɹɐpuɐ
 'әʇɹɐsәq әp sɐᴉsuɐ sᴉɯ ɹod sopɐʇuәʌuᴉ
soɹᴉdsns sᴉɯ uә әɹqɯou nʇ әɹɐɔsnq


Buscaré tus suspiros en mi nombre
inventados por ansias de besarte,
andaré avante tus palabras:
nada callan y todo dicen
en la noche que siempre nos espera
y de amor ya nace, por su presencia.


martes, 14 de mayo de 2013

Una carta de amor


04 de Kylenát 3418 DCT
Puerto de Ûndar, Yoshur.

Miladi:

Quisiera que lloviera. Es una noche seca, atroz. Las estrellas están opacas de tan tristes. Su plata no hace eco en la tierra. La luna está silenciosa. El cielo quiere, pero no puede llorar. No encuentra lágrimas.

Lo siento, no debí empezar así. Pero el ambiente me ha contagiado. O quizá yo le habré contagiado. No mereces, como sea, conocer mis penas ahora que eres feliz. Del Castillo Dorado han llegado las noticias: desposarás con aquel caballero de Segregur. No conozco su nombre. En verdad, y me disculparás, no quise saberlo. No quiero, no puedo.

Ya veo tu rostro extrañado. Te preguntarás la razón. Yo la sé, pero no alcanzo a comprenderla. Esa unión te hará feliz. Puedo ver la sonrisa en tus ojos, aquella que la de tus labios no demerita. Tu aroma impregna la sala, de pronto, cuando trina tu dulce risa. Las mejillas se tiñen del color de las rosas. Siendo así, ¿por qué habría yo de desinteresarme, adrede, del motivo de tu felicidad?

¿Por qué habría de despreciar al único caballero que, de hecho, sabría colocar poesía donde realmente importa: tu corazón? ¿Por qué de pronto habría de sentirme sucio, indigno, ajeno, imposible de ti, ahuyentado por alguien que quizá, simplemente, supo leer, avanzar, decir todo aquello que callé por el estúpido miedo al fracaso? Porque el miedo es el asesino del amor, no el odio, y yo cometí suicido al atar mi lengua, mi beso, mi todo. No, no… quizá simplemente mantenía una esperanza inútil, de tontos, un vil engaño, un reflejo que al tocarlo, de desvanece. Quizá mi lectura fue errónea porque, no me digas, ay, corazón, que él estaba destinado para ti por los dioses, por su maldito juego de dados, su ajedrez caprichoso, su muerte para mis oraciones, promesas, juramentos… no. No lo acepto. No puede ser tan maldita mi suerte. Simplemente… simplemente no había nada. No era tu palabra una señal. No encerraba tu gesto un significado que armonizara con mi suspiro. No había nada en los anocheceres. Sólo tierra yerma. O flores inocentes. Pinturas al aire. Notas sin pentagrama. Versos sin nuestra evidente rima.



Perdona. No debí, mas no me arrepiento. Conozco lo que sigue. Lo prefiero así.

Mañana a primera hora el ejército partirá del puerto. Son las vísperas de una guerra. Un infierno sin retorno. Si he de confesarte mis lágrimas, estorbando tu alegría, no hay mérito que merezca mi vuelta. No para mí. No puedo. Sé feliz. Eso lo deseo sin mancha. No hay rencor. No lo concibo. No contigo. Me quedo con tu última imagen, de pie en el palco real rodeada de estandartes y la insignia roja del reino. La lluvia. Aquella lluvia que yo creía era la tuya, por mi partida. Tus labios. Tu cabello que desprendía las estrellas que guiaron, por un rato, mi camino.

Adiós, princesa. Quieran los dioses que tu caballero, valore más que yo la belleza, que dejé ir, por la ventana.

Lóregh

miércoles, 1 de mayo de 2013

Esa noche

tiene dedicatoria

Esa noche como nunca
creí tus labios más cercanos
bajo la luz apenas oculta
de aromas, pausas y cantos.

Esa noche sabía a milagro
y el café reflejaba la luna,
guardé el beso, pues me era caro,
como lo son tus ojos a la lluvia.

Esa noche, querida Musa,
tenía el cielo al alcance de mi mano,
y cambié un beso por la pluma

para quizá así reinventarnos:
probar en otra mar nocturna,
el cálido aliento de tus labios.

viernes, 19 de abril de 2013

Naturaleza nocturna

Amaneces a la par de la luna
reflejando la brisa de las primeras estrellas,
colgando en tus ojos la noche primavera
de flores cuyo aroma ya recuerdas.

Llueves y derramas en las nubes
colores vinos que beben las montañas
y se embriagan suspirando bocanadas
que en perfumes nocturnos se traducen.

Iluminas esta noche con la plata
que inunda un patio de susurros lilas
y acaricias sin saberlo la mirada

de quien para verte la suya hoy desvía;
la noche entonces se sabe errada:
su belleza rinde, ante tu figura alada.

lunes, 18 de febrero de 2013

Ëĺwing

La luna lanzó un suspiro en una noche de lluvia.
La Mariposa voló sobre el mar
y se vistió de espuma
y encontró reposo en flor astral;
era diamante Ella,
no menos que una estrella:
aroma de cerezas tersas,
imagen de un hermoso cantar,
bella tanto, el cielo la dibuja
y se hizo figura con labios que rimarán
en besos, en versos, en noche, en luna.

Tweet this!