III
Bailaremos con las rimas de tu nombre y el mío que no me he atrevido a
juntar al final del verso, aquél que medirá veintiocho suspiros en cada par.
Imagina entonces nuestros pasos: serán la guía que reproduzca un torpe beso
—mis dos pies izquierdos—, pero trazarán en el lienzo nuestra historia que nace
cuando muere el sol y la brisa húmeda acaricia los rizos de la nube; al son de
un silencio que no se explica sobrevivirá la sonrisa, un dulce carmín.
Acrósticos trazarán nuestras manos descifrando las letras ocultas en nuestros
cuerpos —tuyas más bellas que las mías—: los poemas dirán lo que callan.
Nadarán nuestros suspiros en las caricias de un beso, medirán nuestra
ausencia, contarán los pasos que separan nuestras distancias, lenguaje silencioso,
ráfaga de música, nota nocturna. Estrella, ¿a qué puerto guiarán tus luceros
del mar castaño de tus cabellos, qué aroma desprende la flor de tus palabras,
qué canción dictará el tañido de tu risa? Y qué, responderás, y saborearé tu
reciente capuchino, en las caricias
de tu beso.
IV
Sí: café tras café
intentaba descifrar las palabras
y encontrar en ellas algo de magia,
pretextos,
—el insensato permiso
para robarte un beso—.
Sólo percibía versos, e hice rimas con tu nombre implícito.
Rimas que querían conocer
las tiernas caricias de tus labios.
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