Se repite, te lo dije, nos repetimos. Caemos en las
mismas trincheras, en nuestras mismas batallas dentro de nuestras propias
guerras. Pero cómo, me dices, esto no es repetición, son imaginaciones tuyas,
ideas que te has fabricado para evitar tus verdades, esto no tiene nada de
repetitivo, escupes, al tiempo, marcas el ritmo de la misma canción, como doce
años atrás. Ya ves, continúas, cómo ha cambiado el mundo. Cómo hemos cambiado
todos nosotros, cada vez más viejos, cada vez más incapaces de evitar los charcos
de nuestra propia mierda.
Pero has vivido en ella, hundida, pienso, pero te dijo
que cómo, que cada vez te ves más joven y bella y fuerte. Admiro a ciegas tu
fuerza interna y escojo falsos recuerdos en mi memoria, comparándolos contigo,
elevándote. Pero nos repetimos, insisto, volvimos atrás para reconocernos, o
para aferrarnos a ésos tiempos sencillos y dulces.
No, no, estás mal. No somos un cuento de realismo
maravilloso, como le llamas. No necesitamos retrospectivas o imaginar las
caricias del pasado. Y me callo, no digo que es realismo mágico y no
maravilloso y, que en cualquier caso, sería reimaginar y no imaginar. Pero
continúas hablando, y tu voz sube de tono, repitiendo a pedazos un discurso que
ya había escuchado.
El tiempo nos dirá… que sigues
esperando,… siempre el tiempo, amor… a
que llegue yo y borre de tu memoria todo,… que
se reduzca a cenizas y muera… la
falsedad en la que caíste… espérame, espérame anda, sigue esperando a que,… todo lo que te haga daño,… yo inclusive,… todo muera y… pueda amarte como nunca… ¿recuerdas?... nunca debí hacerlo, nunca…
imaginé el mundo contigo,… debí abrir
mis puertas… y en ese mundo… soñar,
siquiera,… estabas tú. Y estaba…
contigo,… enamorada,… nunca.
La conjunción de voces del pasado y del futuro al final
se hacen una masa confusa que no te deja hablar. El llanto surge de tus ojos
claros al tiempo que el odio forma su vena en el puño dispuesto a machacar a
quien te dijo, quien te hizo notar que estábamos repitiéndonos, como cada doce
años nos repetíamos una y otra vez desde que, quizás en una repetición, nos
conocimos, evitando pasados, evitando enfrentar hilos descocidos.
Ahora te veo como hace doce años, apenas un minuto
atrás me odiabas, ahora me amas y me prometes regresar pronto, la epifanía del
mundo conjunto sigue y yo sé lo que pasará allá en Madrid, jolines, el maldito
portugués y mis doce años de llorar cada viernes bajo el mismo árbol, carcomido
por los gusanos a los siete años después. Yo también te amo, te acaricio, yo
también te extrañaré y te abrazo a mi pecho y te acompaño a la terminal donde
tomarás el avión a tu destino. Y en el camino me acuerdo de lo que pasará y
lloro en silencio y te detienes, limpias mis lágrimas como antes, cuando eran
de tristeza y no de rabia.
Pero volveré, tontito, repites, y repites, y repites
por centésima vez y a la luz del nocturno farol me besas, besas, besas y besas
por centésima vez y ahora, en vez de alejarte, por centésima vez de aquel
vidrio roto, imprudente antes, amistoso ahora, te presiono contra él por vez
primera y todo se rompe mientras mueres…
Ahora no sé que sigue. Tengo miedo de mi felicidad y
prefiero repetir, repetir, repetir por centésima vez. Quizá regrese trece años
y entonces vivas de nuevo, para, de nuevo, repetir y repetir, hasta la millonésima
vez.