lunes, 9 de enero de 2012

El beso de la walkyria

Bajan ya del Valhala recorriendo el campo inundado de cuerpos, buscando entre los despojos las almas frías de los guerreros. La superficie muerta, fangosa, se traga lentamente la carne y escupe a finos chorros la sangre, exhalando los gemidos que se apagan cuando la muerte llega. Y ahí, entre la vida y la muerte, las ves.

La nube abierta cuela débilmente un rayo de luz del cielo mientras descienden las bellas walkirias, tenue canto que recogerá tu aliento en sus brazos dorados. Acunado, arrullado por su suave voz, pronto gozarás del Paraíso, tu sagrado paraíso bien merecido después de la fatídica batalla. Conocerás a Odín y a Wotán, a la bella Freya ensalzada en los poemas, el Anillo del Nibelugno cuyas notas escucharás apenas se plante tu figura en los Cielos. Beberás entonces de la misma copa de que los dioses y, en el Día Final, perecerás hasta que el vacío de trague a los dioses: el mundo mudo por el paso implacable del tiempo.

Ellas recogen con piedad a los caídos, cubren sus heridas y depositan un beso en los apagados labios. Y tú entonces dejas salir el aire, intentando morir mientras revives, al igual que el que deja entrar el viento, intentando vivir mientras muere. Extiendes entonces tus brazos, boca arriba como estás, al cielo, como queriendo ser visto en la tempestad de la vida por aquellas ángeles, pero caen tus brazos a tus costados y sonríes, pues piensas que estás muriendo.

Es ahí cuando una de ellas te ve, y corre ligera hacia tu cuerpo. Toma tu mano, la acaricia, y acerca tu rostro hacia ella, captura tu suspiro con una sonrisa y acerca sus labios a tu boca que toma aire, deseando ser el último que aprisione.

Lejos, suena la potente nota de algún cuerno celestial y las walkirias se precipitan al cielo. El ligero velo que había en tus ojos se desvanece, tu mano, instintiva, se aferra a la de la walkiria que sonríe, se esfuma y se disuelve en tus dedos. Sus labios apenas rozaron los tuyos y se aleja, dejando el sabor de la miel que nunca se quitará, que siempre te hará llorar cada que los juntes para recordar.

El cielo se apaga de nuevo y, al fin, empieza a caer la lluvia. Los médicos, vienen por ti. Maldices estar vivo.

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