miércoles, 16 de noviembre de 2011

El regreso del pejelagarto.

Aplauda ese extraño sector de la sociedad rebelde, a veces serio, a veces necio. Aplaudan aquellos de extrema izquierda, tan extremos que parecen amputados, que mastican su tierno odio vago y muchas veces no propio, contra todo aquel que contenga una posición de poder, desde el presidente, hasta el jefe de la colonia. Que caigan tacos de nenepil del cielo, que canten sus odas con música ranchera a los dioses del chapopote, que el Elegido por los Maistros Elevados llegó de nuevo.

No estaba muerto, y si lo estuvo, resucitó descuadrando al Marcelo. Lo apoya el Tata, que en un comercial hace una voz medio marciana, casi satánica, pidiendo a la gente que no haga la Peje, que siga a MORENA y se apendeje... o algo así. Todavía ha de andar pensando que los del IFE eran árbitros de Centroamérica, o los jueces de Pacquiao contra Márquez. Ha de estar elucubrando, dentro de su perversa mente de reptil costero, que la vida es injusta y que todo lo malo le ha pasado a él. Se ha de andar imaginando que es una especie de mártir, un Jejucrijto político, que el único interés es servir a la Nación.

A veces, parece, medio le chilla la idea de que la raza de bronce ha de gobernar al mundo, y planea construir en su natal Tabasco un ghetto para hacinar a los güeros, invadir luego Guatemala pretextando unidad nacional, poner de cabeza a los gringos por un rato y saludar a sus compadres con un sonoro "Heil Peje!"

Pero no, por que él quiere una República Amorosa, donde Walter Mercado sea algo así como un Secretario de la Defensa, bombardeando a la Nación con mucho, mucho, mucho amor. Repartirá chocolates y osos de peluche en forma de corazón, y la leche Liconsa será rosa. El se apuntará que se deje de lado eso de los fotomontajes, que total, vale madres, él si se echaría sus besos con el Obama, moreno de fuego, pero no con el Papa, por que ese wey apoya al PAN, se le nota en su cara maligna...

Nah, como sea, el Peje ha regresado. La única duda que me asalta es que si lo que hace es reelección. ¿Qué no andaba pregonando a grito de chachalaca que él era el bueno? Igual, gane o pierda para el 2012 se reeligirá. Si gana, el muy hipócrita alabará al IFE. Si pierde, volverá a decir que es el legítimo. Algún morirá de pasita como Emperatriz. Mientras, total, hay que divertirse un poco a su costa.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Otoño

Sopla y siguen cayendo las hojas,
crujen cada vez que se tocan
como dos pieles que se buscan,
marchitadas por las horas.

Cae el otoño y el cielo naranja,
cae el frío y una lluvia pálida,
cae a pedazos la absurda nostalgia
y donde hubo algo, ahora no haya nada.

Se desprende, allá lejos, un suspiro
y se rompe al viento y al clima frío,
no encuentra, no le ofrecen cobijo,
y muere en las hojas, en la piel reseca.

Otoño, extraño invitado,
creador melancólico de los sueños,
padre de lágrimas que no se han retirado,
de suspiros que han divagado,
de memorias que no se han olvidado.

Allá, a la luz de tu sol opaco,
te pido que no dejes que me consuma
el poder de tu oscura, constante penumbra.

jueves, 13 de octubre de 2011

Carta de Däsderf a Elwing [Segunda edición]

7 de Dráonat, 3419 DCT




Miladi, Elwing:

Disculpad que os escriba de esta manera, pero, ¡por Eruh!, no encuentro otra forma de expresaros lo que quiero deciros. Ahora mismo, en esta noche lluviosa, bajo la débil luz de una vela solitaria, las ideas me confunden y no dejan que la pluma se deslice fluida en este pergamino viejo. Dos horas hace que intento comenzar la carta, y me tomará otras tantas terminarla. Es mucho lo que quiero decir y temo que mis palabras no sean las correctas, no sean dignas de vos.

¿Recordáis aquel día, hace poco más de tres meses, día del Baile de Año Nuevo en el Castillo Dorado? Llegué al trono de mala gana, lo admito, siguiendo ese absurdo protocolo, deseando que todo terminara. Vuestro padrastro, el rey Gregager, me trató como un igual, estrechamos la mano como viejos amigos y luego, me invitó a compartir con él los alimentos, al llegar la hora de la cena. Yo le dije que sí como siempre, sometiéndome al protocolo, sabedor de que a un rey (y en especial a éste) no se le puede negar nada

Fue entonces cuando desvié mi mirada, Elwing, y os vi en ese trono, sentada cual diosa en su aposento de nubes iluminadas, sin esbozar esa sonrisa falsa que tantas veces nos hemos obligado a regalar, sin esa expresión de fastidio que ningún noble puede ocultar tras tres horas de permanecer estático en el trono. Y lo que hice, princesa, lo que después hice, lo hice sin querer. Fue de manera inconsciente, como si una fuerza superior a mí me obligara, como si ya no fuese dueño de mis acciones, como si hubieseis tomado mis sentidos con tan solo posar vuestros hermosos ojos sobre mí.

Me incliné hacia vos con una reverencia que no estaba en el protocolo, con una sinceridad que aplastó mis ideales: los de no atarme al Castillo Dorado. Sonreísteis, Elwing, por vez primera, con esa sonrisa auténtica y diáfana que siempre habéis tenido. Inclinasteis la cabeza, también por vez primera, de forma incondicional olvidando también que las reverencias auténticas no figuran en el protocolo. Sonreí yo también, sonreí sin saber porqué. Y me obligué a pasar a la sala contigua, sin saber porqué quería seguir sonriendo, sin saber porqué os estaba entronizando muy por encima de aquel Emperador, mal hijo de Veyena, sin saber porqué no me estaba arrepintiendo de asistir al Baile, cuando yo sabía que estaba ahí por el interés egoísta y no para sonreíros, para entronizaros, para inclinarme a vos.

Nos sentamos a la mesa, rodeados de gente importante, de los nobles. Estabais a la izquierda del rey, de nuevo sonriendo auténticamente, tal vez también sin saber porqué. Fue cuando el rey nos presentó, al fin, y titubeasteis al pronunciar vuestro nombre, lo que ocasionó risas en la mesa. Y los odié, Elwing, los odié porque se burlaban, los odié porque imaginé que ellos no tenían apellidos tan bellos como el vuestro. Y conversamos, por que yo estaba frente a vos y, sin saber porqué, me sentía privilegiado. Hablamos, princesa, y bien pudieron caer las estrellas, apagádose el sol y la luna y sin embargo yo hubiese seguido conversando con vos, ajeno al mundo de afuera, sólo mirando vuestra mirada, admirando vuestra inteligencia, deseando que aquello no fuese un sueño, que fuese real.

La orquesta comenzó a tocar y los nobles (siguiendo el protocolo, por cierto), con sus parejas, se levantaron risueños a participar de la danza. Pero no os levantasteis, no nos levantamos. Nos mantuvimos ajenos a la algarabía de las parejas enamoradas que en un abrazo danzarín, se movían al compás de los violines, de la pianola, de los contrabajos, de la flauta. Pasaron así tres piezas, en los que ni nada ni nadie pudo distraerme de vuestros labios tentadoramente jugosos, de vuestras palabras tan perfectamente armonizadas, hasta que se acercó aquel soldado rubio, que luego me enteré se llamaba Yohaha, y te invitó, miladi, te invitó a que lo acompañarais en aquella pieza. Bajé la cabeza, avergonzado. Apenado de no haber sido yo el que os invitara a bailar, apenado de que él fuese un general, y yo, ni a capitán llegaba; avergonzado del contraste de sus dorados cabellos ondulados, con el negro opaco de mi cabellera rebelde. Estaba furioso conmigo mismo de que empezarais a importarme, a mí, a Däsderf, el que se prometió a sí mismo que nadie ni nada le ataría de algún modo a tu hogar, al castillo. Por que me ataba a vos, sin querer, pero gustoso; me ataba a vos, deseando ser la razón misma de vuestra sonrisa, confundido por los suspiros que lanzaba mi corazón recién despertado.

Pero lo rechazasteis, princesa, rechazasteis su invitación y él se alejó sonriendo con aquella ridícula sonrisa falsa que él tanto practica y usa. Esperasteis a que se fuera, y luego os volvisteis hacia mí, me sonreísteis, tomasteis mi mano y me invitasteis a bailar contigo, tú con tu verde vestido de seda, yo con mi ligera armadura de plata. Y me negué, sin saber porqué, pues mi corazón me suplicaba en desesperados gritos el bailar con vos bajo las estrellas, entre nubes de terciopelo, acompañados por música celestial, digna de vos. En vez de eso, os llamé presumida, incapaz de pronunciar bien vuestro nombre y vos, que risa me da ahora, golpeasteis mi cabeza con tu copa de vino y yo exageré el golpe, y os asustasteis, y al cabo de un rato danzábamos entre aquellos ridículos nobles uniformados y de aquellas damas espolvoreadas con exceso de maquillaje, solos vos y yo, auténticos en ese mar de hipocresía que es la corte.

Y fue por ese Baile, bendito día, por el que mi vida empezó verdaderamente a nacer. Fue por ese día por el que mi sonrisa ahora siempre es sincera, por el que ahora mis pensamientos vuelan hacia vos constantes, por el que ahora escribo hasta la madrugada estas letras y muchas otras que no he tenido el valor de enviaros. ¿Cómo olvidar aquel día en el que dejé la puerta abierta de la puerta del dormitorio donde me alojasteis y entrasteis vestida de blanco, y entonces nos sentamos en el alféizar de la ventana y juntos, abrazados, miramos las estrellas hasta el amanecer? ¿Cómo olvidar aquel viaje al lago Lotsis, cuando jugamos en su orilla, mojándonos los pies descalzos, dejando que el césped acariciara nuestros pasos ligeros? ¿Cómo olvidar aquella tarde, en la torre más alta del castillo, donde los dos, temerosos de nuestros sentimientos, hablamos de nuestro amor sin declarárnoslo?

Os amo, Elwing. Ahora no tengo miedo ni duda. Ya no importa mi juramento egoísta, ni ningún interés superfluo. Os amo princesa, os amo Elwing querida. Desde las profundidades de la tierra misma, hasta la última estrella que lanza sus guiños a lo infinito. Desde la casa de Um y sus sirvientes, hasta la cúspide de los cantos, donde la esencia más Eruh rige el Universo. Que Elwa, vuestra diosa, vuestro nombre, sea testigo de mi sentimiento, el cual ofrezco a quien su belleza es igual a la vuestra.

Y es por eso que os invito, princesa, vos y yo, aquí, a los jardines de Tul-Dárdados, rogándoos me perdonéis por no encontrar algo más digno de vos. Responded pronto, os ruego, dulcísima flor, por que aquí desde el oscuro cuarto, no alcanzo a encontrar sosiego: es por eso que susurro vuestro nombre a mi almohada, esperando que me ayude a soñar con vuestra figura.

Vuestro, Däsderf.



Ayrato, Fogorë, Fasdéë

miércoles, 5 de octubre de 2011

El jedi o de la Madre

JEDI, SÓCRATES.

-¡Sócrates! ¡Por Zeus, me has espantando! Ya te hacía muerto desde hace... bastante tiempo.

-Nada de eso, me dijo, ya lo dijo una vez un sabio. "No andaba muerto, andaba de parranda"

-Me congratula eso, pues en verdad que hacen faltas mente como la tuya.

-¿Cómo? ¿Los atenienses continúan de impíos, absorbidos en su totalidad por la pereza y la insania?

-Que atenienses ni qué Platón en calzones, Sócrates. Es el mundo entero el impío, al que han abandonado los dioses a su suerte. Pocos son los virtuosos y no muchos suelen ser totalmente honestos. Justo me decía mi madre...

-¡Ah, pero tienes madre!

-Claro que si, Sócrates. Todos tienen una.

-¿Y es tuya?

-Mía y de mis hermanos, sí.

-¡Y qué! ¿No llamas también madre a tu patria?

-Por Dios, Sócrates, no me vengas ahora con tus diálogos que ya tuve suficiente chutándome el ladrillo que escribió Platón sobre ti.

-Mi querido amigo, es necesario observar si en verdad es madre quien dices te dijo eso y, por lo tanto, si es de fiar su palabra, ¿pues a qué madre debes confiarle tu alma? ¿A la que alimentó tu cuerpo o a la que alimentó tu alma? ¿No es a la segunda, eso responderías?

-¡Pero qué demonios tiene que ver mi madre en esto, por Zeus!

-Ella es la causante de tu discernimiento.

-No, claro que no.

-¿No es, la madre Patria, la alma máter quien te educa, te forma y te hace que juzgues así tu entorno?

-¿Desde cuando hablas latín?

-¿Qué?

-¿Qué no eras griego, heleno, ateniense?

-Sí, lo soy. Nunca dejé de serlo ya te lo he dicho: "No andaba muerto--"

-Ajá, sí, andabas de parranda.

-Así es.

-Perfectamente.

-Bien.

-Bien... ¿qué, ora no tienes nada que decir? ¿No quieres reventarme las bolas con tus preguntitas?

-¿Quién, yo? No, no, no. Ya dijiste que querías ser ignorante.

-Otra vez la burra al trigo.

-¿Burra?

-Ajá, sí, bueno...

-Ya, está bien.

-Sí.

-Bien.

-¿Qué, vamos al fútbol?

-¡En sábado, por Zeus, que idea más santa!

-Lo sé, vamos.

-Vamos.

Lee a Platón.

jueves, 29 de septiembre de 2011

In hoc signo vinces

Así me dijo aquel mago,
brujo blanco de larga barba,
ojos penetrantes como agudas estacas
manos limpias y muy heladas.

Me dió un objeto de dimensiones pequeñas,
medalla de estaño, bronce y plata,
en él fijé entonces tu fotografía,
sobre él oré los treinta y nueve días,
y ante él inmolé las cuarenta y ocho víctimas.

Visitamos juntos los veinticuatro templos,
lloramos juntos en el octavo lago,
alabamos en coro con los setecientos sabios
a la luz de la Puerta de los Hombres Santos.

Montamos un caballo y fuimos a la guerra,
conquistamos Troya, Constantinopla y Roma,
los setenta reyes rindieron sus coronas
ofrecieron su oro, su orgullo, sus tierras.

Regresé al hogar con la frente en alto,
con orgullas heridas de múltiples batallas,
llegué con mieles y dulces cantos
pero tú ya no estabas siquiera esperando,
tú me habías rechazado,
tú ya me habías olvidado.
No,
no había ganado.

lunes, 19 de septiembre de 2011

La cosa hermética

Ciego es en verdad quien no ve en los escritos de los cielos y las cosas que los Maistros nos han legado para conocimiento de la verdadera Verdad. Hoy estudiaremos con absurdo detenemiento los mensajes ocultos y secretos, nobles y pintorescos que nos ofrece la Esotérica canción del Muy Venerable Maistro Eduardo 'Lalo' Guerrero y sus Muy Respetables Hermanas Ardillas.



Primero que nada, hay que hacer notar al vulgar la composición pentágona de la canción, representando los Cinco Elementos que hay en la Tierra. El primero es claro: el agua, representado por Pánfilo paseando en la playa. Ahora, hay que notar que el nombre es en sí muy significativo: Pan-filius, hijo del pan, y el pan está necesariamente hecho de agua. El aire, la escuela, la brisa del saber. El fuego, el Montepío, símbolo que lo esenios citan en sus Cartas a Teodoro: "Las deudas, hijo mío, consumen cual fuego que se traga un pajar". La tierra, representada por el vagabundo, sucio con la misma por no bañarse muy a menudo. Y el éter, la quintaesencia del Todo, la visita al Absoluto, al Padre y la caída del "Hijo del pan" a los Infiernos, sacrificándose por el mundo.

Para el profano, la canción es meramente un cuento, un sin sentido. ¡Cuan lejos de la verdad! Tienen los mortales la capacidad de no ver lo que están viendo. Analizaremos entonces la segunda parte de las cinco que hemos establecido. Pánfilo va a la escuela, el centro por excelencia del conocimiento, pero es rechazado. Los sabios le repudian, ¿les es familiar el comparativo con Sócrates? ¿Da Vinci? Como toda gran mente, el hombre santo es rechazado por considerársele peligroso. Los hombres medianamente instruidos saben, por ejemplo, que la Iglesia Católica ha contaminado todas las hamburguesas del mundo con un virus que controla la mente, por eso sólo los vulgares comen en el Burger King.

El rechazo también le es dado por los adinerados, incluso los más pobres. Queda entonces el Santo Hijo del Pan con la única opción, que es la de delegar en otros más grandes que él lo que quería mostrar, "La Cosa". Aquí es cuando pasa lo que sucede. Los gobernantes y gente de poder que dominan el mundo han ya derramado la sutil ponzoña en la canción. Nunca san Pedro (del latín, padrus: muy chido) mandaría al Santo Pánfilo al Infierno, por la sencilla razón de que Pánfilo nunca ha muerto. La verdad, oculta a los profanos, limpia a los hombre rectos es sencilla y la diré aquí: Pánfilo tomó un avión y visitó al santo. San Pedro le ofreció entonces la maravillosa y única oportunidad de transmitir a los vulgares el conocimiento ¡y es la canción! Alegraos, entonces, y tomad nota de esto.

Saludo a los Maistros que han deducido en silencio y con gran alegría el misterio sobre el contenido de la caja. Cito los nombres y son los que siguen: Gran Maistro Tepiko Tukulo, Gran Maistro Lavoncio del Cocol, Gran Maistro Tocca D'ico di la Tatema, Gran Maistro Ataru Golagen Teh y desde luego el Gran Maistro Parloupe Pendejalité. Que sus sabias y justas palabras referentes al tema iluminen la mente del vulgo y lleven a buen puerto en las aguas de la Gran Iniciación Maistra de los Santos Herméticos de los Penúltimos Días.

¡¡Que la cosa sea contigo, hermano!!

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Farsa Histórica - Del juicio a Maximiliano

La siguiente historia NO ES REAL.

La carta que se exhibe hoy en el Archivo General de la Nación, y en la que el entonces Emperador Maximiliano I de México saludaba de manera un tanto atípica a Benito Juárez, tiene un sentido oculto que sólo los masones de elevados niveles pueden vislumbrar. Esto, podría explicar porqué Juárez accedería a las súplicas europeas y al final, detuviera la sentencia de muerte del trágico emperador. Juárez y Maximiliano, masones de la Logia de York, habrían tenido mejores razones, como se ha explicado arriba.

De aquí que Juárez llamara a la entonces dividida comunidad internacional a conformar una Asamblea que sometiera a juicio al de la casa de Habsburgo. De inmediato, los diferentes reinos europeos mandarían cartas y representantes a México con la intención de formar parte de la misma, fue el recién reinstaurado Congreso Mexicano quien al final, decidió el nombre de los doce representantes que formarían el jurado. Los ojos del mundo se volvieron a posar en el Continente Americano.

En noviembre de aquel año, los señores Futoshi Kawawuchi, del Japón; Valdomir Deventanov, de Rusia; Sri Sumbeeya Shiryki, de Camboya; Alí-Al Allahja, de Arabia; Yefste Itsûk, de Turquía; William van Greedun, de Holanda; Jules Mamulé, de Francia; Otto von Vangotten, del Imperio Austro-húngaro ; Crisóstomo Vallebueno, del Perú; Fernando do Soares Boeno, de Brasil; Timothy Denilson, de los Estados Unidos y Porfirio Díaz, de México, llegaron a la Ciudad de México para el célebre juicio.

Como es natural, Otto von Vangotten inició no bien hubo de abrirse la sesión a defender a capa y espada a Maximiliano. El juicio fue ríspido, pesado, cansado y maratónico. Al cabo de dos años vería su final, no sin antes las ya conocidas citas a Napoleón III y a la misma Carlota, sin olvidar a varios políticos mexicanos que en una semana fueron declarados culpables de traicionar a la Patria y fusilados todos en santa paz, sin que nadie se lamentara por ellos.

Fue el señor Devetanov quien urgió que el juicio se extendiera a la figura de Napoleón III, el tema fue discutido con cautela, pues los representantes europeos se preocupaban por la reacción de Francia. Para cuando estalló el descontento en el país galo, el mismo Mamulé defendió la teoría y el monarca francés se vio obligado a encaminarse a México. Las crónicas francesas describen a una multitud enardecida que lanzaba insultos a su gobernante mientras abordaba el barco que lo llevaría a América.

Al final, Maximiliano fue encontrado culpable de tres de los cuatro principales cargos de que se le acusaban. Pudo, sin embargo, pagar una fianza y fue desterrado hacia su patria. Para su desgracia, su barco naufragaría en costas africanas y encontraría la muerte a manos de una tribu local. Napoleón III fue encontrado culpable de los cinco cargos de que se le acusaba, como es sabido murió ante una enorme cantidad de curiosos un sábado a las seis de la mañana, frente a la Catedral Metropolitana. Carlota murió a mitad del juicio, aquejada de una gripe que, dicen, le provocaron unos panqués envenenados con toloache por un brujo de Catemaco.

Así cayó la noche, en el Segundo Imperio Mexicano.

jueves, 25 de agosto de 2011

Eres tan triste

Eres tan triste.
Miles de lágrimas acuden a diario,
se derraman poderosas como cataratas
de un Niágara entre salado y amargo.
Precipitándose siempre hacia abajo,
plañiendo, sufriendo y cayendo
hacia la oscura verdad, la diminuta ranura
de un futuro que no quiere acordarse de su pasado.

Eres tan triste.
Grises estallan a tu alrededor, silenciosa
y callada pirotecnia fúnebre burlesca
que recita los versos de tu desgracia,
de tu pálido rostro, de el llanto que te come
por dentro, sin escupir tus entrañas
sin acordarse de ti.

Eres tan triste.
Que verte me avergüenza,
me escondo en todos lados para no sentir tu pena
y tener que ir y llorar a tu lado.

Eres tan triste, que se me acabaron las ganas de seguirte recordando. Recortaré mis letras y te hablaré de lo bello, del encanto del canto, pero sé que de nada servirá y seguirás llorando, rogaré para que te mueras y te ahogues en tu pena, así al menos no sentirás nada, o más bien poco, seguro en la casa de los muertos, seguirás penando.

miércoles, 17 de agosto de 2011

No tentarás al Señor.

Jesucristo en el desierto. Calor, extraños bichos que emergen de la tierra y amenazan con picarle los pies enfundados con chancletas y correr a sus madrigeras, orgullosos: "Vieja, acabao de sacarle una ampolla el Hijo de Dios". Para colmo, se le aparece el Chamuco, aunque algunos pueden decir con justa razón que ya había pasado mucho tiempo bajo el sol. Entonces, por alguna razón, Jesucristo prefiere matar metafóricamente al más recalcitrante enemigo de papi cruxificándose en vez de tirarse un round en ese instante y se pone a echar verbo con el Maligno mismo. Una frase quedará grabada en la memoria eclesiástica de la humanidad. Jesús replica, conocedor innato de la lógica Paterna: "No tentarás al Señor, tu Dios"

Y no, no se refería a tentar de "tocar algo, manosearlo". Aunque es probable que enunciado sea válido. Al menos, en la tradición de un Dios barbudo y benévolo, imagen fenotípica de un típico Zeus Tronante, físico, que mira desde una esponjosa y radiante nube. Nadie lo ha tanteado. Y los únicos.que en teoría lo habrían hecho, si se hubiera dejado, son los que dejaron la tierra  ahora, con sus alitas recorren el Edén maravillándose de las maravillas que se promete el hombre desde la mitología griega. Habrá entonces, que recurrir al otro significado.

Diccionario gordo. Página 1135. Segunda palabra. Segunda acepción. (La primera, curiosamente, es "examinar y reconocer mediante el tacto") Estimular o inducir la realización de algo esp. si es censurable o perjudicial. No tentarás al Señor, tu Dios. No estimularás o inducirás la realización de algo, especialmente si es censurable o perjudicial al Señor, tu ser supremo o sobrenatural al que se le rinde homenaje externo de veneración y respeto por considerársele divino y/o sagrado.Amén.

Deja ver si lo entiendo. Aquella réplica, deliciosa réplica, de sable de luz de Star Wars valuada en 2,500 pesos me tienta. O sea, me la quiero comprar pero sé que con ésos 2,500 pesos mexicanos puedo pagar algo mejor, como comida. O: me tientan ésos chocolates rellenos de tequila, pero estoy a dienta y soy alérgico al agave. O al alcohol.
Dios, indeciso, angustiado, no sabe que hacer. Yo lo pido que detenga la hambruna en el África, pero por cuestiones de macroeconomía divina, dejaría sin comer a Medio Oriente... O más bien, le ofrezco a Dios matar a millones de infieles, ateos, herejes y largo etcétera en Guerra Mundial a cambio de una muerte heroica en el año sexto (de siete) de la guerra. ¿Oferta tentadora?

Hecho uno. Único. Se dice, cuentan, que Dios es omnipotente. Omnisciente. Omnipresente. Y todo lo omnímodo que se nos ocurra. Es perfecto, como veintisiete outs consecutivos, el diez de Nadia Comanecci, el juego del Barcelona, el Réquiem de Mozart, la chica de los sueños más profundos. Perfecto.Ergo, ¿puede un ser perfecto sentir tentación por algo? No, no lo creo. Teóricamente, estaría inclinado a hacer algo, generalmente incorrecto, malo, no cuadra con la perfecta bondad divina. El buen Jesús, que Allah me lo bendiga, o más bien el idiota que estaba a cargo de la traducción, le da a la oración una intención mandatoria. Es ilegal tentar a Dios. Ni te atrevas, rata de dos patas. Sin derecho a fianza, menos a juicio. Catorce años en el averno, tres en el purgatorio.

O quizás, ahora que lo pienso, no era tan idiota. A fin de cuentas, Constantino no lo era y por eso cedió ante la cristiandad y tumbó a Iúpiter de los altares. Salvó por un buen rato al Imperio, al menos el de Oriente. No tentarás al Señor, tu Dios podría sonar a "Si le pides algo Dios y de todas formas te carga el payaso, era simplemente por que namás lo andabas tentando. Infeliz". La patada en el culo, fue de su huarache. Fin. No repliques.

Y entonces ahí ca el idiota, se lo cree, se lo traga y pone cara de resignación ante los misterios de lo divino. El análisis castroso, pesudateo y revelador, se va mucho a la tiznada por la imcompleta explicación teligiosa. La mente se bloquea, el chip porqueasiloquiereDios se prende en automático y se sigue toda la vida hasta que se truena con el usuario. Se olvida entonces el noble arte de poner a trabajar la mente, trabajar con inteligencia. Ver a Dios desde otra perspectiva, total, es hipotéticamente demasiado grande para sólo poder verlo através de aquel espejo.

Pero al final del día, no pasa nada. Tentado o no tentado, la misteriosa relación entre hombre y Dios sigue su eterna y cíclica explicación. Por lo mientras, tentaré a Dios. Total. Capaz y se hace mi cuate.

viernes, 12 de agosto de 2011

Remembranza sobre la ocupación durante la Primera Gran Guerra.

No señor, no de a gratis desfilé frente a Palacio en aquel tiempo incierto, en guerra añejada y masticada por siglos y siglos de gritos mudos, silencio tenso que estalló en un rugido incontenible de agua, fuego, viento y tierra cuando el inesperado invasor saliendo de la nada, cayendo desde lo alto en una repetición histórica del trece de septiembre, inició de este lado una guerra que todavía se sigue pagando. Yo era cuatro años menos viejo que ahora y desde el Lago escuché las detonaciones, el olor a humo y el sabor a sangre y sudor, y fui voluntario en el desastre. Huimos como perros apaleados, dañados por aquel más fuerte y nos ocultamos en alcantarillas, casas abandonadas y entre el miedo, con el miedo, el orgullo vejado y el odio avivado en llamas que nunca terminaron por apagarse. El fascista de este siglo arrancó el lábaro de su pedestal y retomamos entonces aquella resistencia súbitamente cercenada en las épocas de aún se veían las estrellas en esta ciudad.

No señor, no son estas heridas las cuchilladas o las balas de una cantina, de peleas vanas o sicarios mal paridos. Ocultos entre las ratas resurgimos, comandados por nosotros mismos y auxiliados por la cutícula de la resistencia: el pueblo que cansado de su miserable gobierno, laxo ante la invasión, apuntaló una esperanza nostálgica, apelmazada y trastocada por los años, y colmó las calles de millones de voces y puños dispersados una y otra vez con el temor palpable de quien sabe que al final todo se lo llevará el carajo. Fue ahí cuando olvidamos nuestras penas y, unidos como uno solo sacamos a cubetazos la furia, el estar hasta la madre de tanta mierda acumulada. Cada bala disparada al invasor era la muestra clara, veloz ráfaga, de que chuparse el dedo y esperar a que mamá viniera a limpiarte la cagada ya no estaba más en el triste guión de la novela.

La Catedral reventaba el cielo a campanadas y las ruinas retumbaban, reclamaban la sangre del invasor que alimentara a sus dioses, el Santo Oficio que frente al ecuestre bronce aprestaba el juicio, el Palacio de Mármol representara en única escena del enemigo su fatal derrota. La ciudad vomitaba el legendario tesoro, de la tierra y todos lados salían los guerreros míticos, empuñaban ideales comunes y en el desorden organizado, improvisado entre nosotros el ataque temerario, la cáscara de metal de ablandó, cayó estrepitosamente ante el Ángel victorioso, última refriega en guerra de guerrillas, los generales que rompían la defensa sureña y se nos unían, triunfo total y el lábaro que ondeaba de nuevo en una ciudad humeante y orgullosa por su necesaria, largamente esperada victoria.

No, señor, no de a gratis desfilamos frente a los generales que saldrían luego a luchar en otros frentes. Desfilamos y descargamos los años atascados en el cogote, años de eternidad y espera infructuosa hasta que vino esta absurda guerra que mostró a base de muerte y sangre la incontenible fuerza que nunca descansa de la raza de bronce, del ombligo de la luna.

Y, señor, señora. Ojalá no sea en su mundo necesario tanto dolor y muerte, tanta sangre y detonaciones inminentes para que, si dormido está su pueblo, despierte. E inteligente no use armas ni guerra, ni heroicas acciones, ni cuatro años más al frente con heridas y un brazo menos; señor, el desfile y el torpe estrujar de manos no tienen que ser la única forma de mostrarnos que el cambio no está en otra cosa distinta a nuestra propia alma.

jueves, 11 de agosto de 2011

Sol de agosto

Sol de agosto que maltrata, mata con sadismo naranja. Golpea y evapora a las nubes que aterradas huyen dejando el espacio limpio, sin nada. Sol de agosto que reina sobre el azul celeste, que alumbra el plomo y el dióxido de carbono. Metálicamente nos cubre un cielo inclemente, al que Tláloc desafía a veces violentamente con granizo y agua que ahoga la peste, el maldito rayo solar que incinera la mente, luz corrompida que degrada al norte los polos, inunda al centro las costas, golpea 2012 veces en dialecto maya. El sol de agosto que quiere mandar a todos en diciembre a la chingada.

Sol de agosto y se evapora la vida. Vampirismo necesario que renueve con ironía. Noche, luna y lluvia bendita. Café, lectura, sueño y las estrellas son el día. El ritmo necesario de un latido. La rosa de los vientos que nos guía. El obligado rezo a Inmortales que callan. Que sonríen francos en eterna burla incomprensiva. Noche, y noche, y noche sigue la vida. Lluvia, bendice y ahoga la fatiga de soles de agosto y de noches repetidas. De luces falsas y derrotas desabridas. El sueño es mágico por que en él todavía se vive otra vida y no sol de agosto, que desde julio, mató la vida.

martes, 2 de agosto de 2011

Un patrón de figuras repetidas

Un patrón de figuras repetidas que se estampan en ése sangriento papel que es la vida. Frágil pergamino acartonado, cual cristal violentado por lluvia y azotes, manotazos y lunas pálidas que no reflejan ningún conejo, promesas vanas de mejores futuros que los ayeres caducados. Papel que cruje al estrujarlo y abrazarlo y pretender dibujar en él con ésa tinta invisible una original idea de lo que es bueno o malo, de lo que es duro o blando. Color sin color que expresa lo bello, pero que termina por ser verde, azul o colorado. Patrón de figuras repetidas tan siniestras en blanco, negro, rosa y grisáceo. Figuras repetidas como un tejido hecho a mano, infinitos moldes de galletas espolvoreadas dulcemente con veneno inventado por algún dios malintencionado, plantillas de colores de un pasado enamorado: beso en mano, mirar coqueto y vago, labios mojados, curveados en sonrisa y mirada enervante, hechizante; patrón de figuritas de plastilina y bolsos y botas y un sabor extraño, de unos labios que con sutil cosmético fueron rociados.

Un patrón de figuras repetidas de un metro con cincuenta y cinco que toma la mano un instante del pasado. Un patrón de figuras repetidas que con cabello castaño desvía su mirada hacia su inexistente pasado que la mira como ventana hacia su olvidado pasaje consumado y que retuerce el cuello de la cordura para instalarse como un parásito al cual sólo se insulta. Patrón que hace recordar sin emoción y con brutal desconcierto algo en ése rostro, ésos ojos y ésos labios, esa silueta y esa postura, el atípico aroma y la ternura con que levanta la mirada al cielo oscuro y tararea las melodías que nunca serán para quien le acompaña. Y que, al dirigir su neutra mirada para quien ve en ella la ventana a su memoria, convence a aquel idiota que es un reflejo irónico, un patrón de figuras repetidas peligrosamente bellas que ahogan otras flores cuyos capullos ni siquiera se han conocido.

Y ella es la calca, el molde de su pasado. Visión de una pareja reconocida por quien alguna vez fue quien la experimentaba. Patrón que es y que nunca fue, desconocida conocida por el subconsciente masoquista que el consciente entiende como un sarcasmo. Ella que gira repetidamente la cabeza, ignora a medias al pendejo en turno, sonríe hacia la estampa de rutas a tres o tres cincuenta y acentúa más la marca, patrón de figura cómica repetida, sutil corte que sangra y mana entre insultos y la estúpida fantasía de lo improbable cuando, en una última y fugaz mirada, coqueta e indiferente, el camión se pierde entre luces opacas, un suspiro con sabor a derrota  el pasado irónico que rebota y muere al doblar la esquina para cauterizar la herida, derribar la costra y continuar escribiendo en el papel de la vida, hasta subconscientemente sellar la historia como una anecdótica malicia de unos dioses tiernamente sádicos, siempre con el dejo, el maldito deseo de besar al fin una flor, no un patrón de figuras repetidas, o de plano, mandar al carajo, por siempre, al pinche amor.

jueves, 14 de julio de 2011

Tú y tu luna

A cada segundo q muere
por cada gota de lluvia q se esfuma,
que se pierde en la penumbra,
que resbala por el cristal,
ahí, estabas tú y tu luna.

Cada soplo perdido
entre rocas del monte, y la niebla,
apenas movida, cristalizando sueños
fríos, perdidos, muy queridos,
ahí, escondida, estabas tú y tu luna.

Cada trino de ave escondida
entre árboles de frutos exóticos,
entre hojas que perfuman el bosque
cansado de tanto descansar,
el silencio escandaloso de la tranquilidad,
ahí, etérea, estabas tú y tu luna.

Ahí detrás de mi cama,
debajo y sobre de ella
entre sábanas, ropa sucia
llena de tu aroma y notas escritas
con tu mano tibia,
ahí entre una recámara oreada,
mojada de lágrimas y colonia,
estabas tú y tu luna.

En el pasillo y la cocina,
en la sala y las escaleras
en la calle, apestada de estiércol y smog,
el mostruoso sonido de la ciudad,
ahí, maldita sea, estabas tú y tu luna.

En la noche, sin luz y sin estrellas,
bajo el mar habitado por oscuras bestias,
en 64bits y dos mil megas,
en Francia, India, Nicaragua y Argelia
estabas ahí, tú, tú y tu luna.

Y al final... en esta caja fúnebre,
entre sollozos suicidas y misas estúpidas,
entre el absurdo recurso de olvidarte por siempre
y desterrar cada gota de sangre que nunca sudaste
ahí, triste ironía, estabas tú y tu luna
acompañando mi suerte,
hasta la misma muerte.

viernes, 1 de julio de 2011

Waiting in the rain

No dejaba de llover y esperaba. Bajo la lluvia, viento, impávido, esperaba. En algún punto distante de la carretera sabría que vendría a verle. Sabía que tomaría de nuevo su mano. Estrecharía de nuevo aquel cuerpo frío por tanto mojarse, de tanto sufrir el azote del gélido viento. Tocaría nuevamente ése rostro por donde varias veces corrieron lágrimas, muchas secadas por la mano mismo de quien esperaba. Aventuraría un beso en aquella frente, en aquellas manos, en ésos labios que se habían perdido en una memoria confusa, ávida de ellos, pero que había olvidado su forma y sabor. Esperaba.

Bajos sus pies, encogidos de frío en sus zapatos, corría como un pequeño río la lluvia que se perdería en las alcantarillas de la ciudad. Por su espalda corría una grosera gotera, de agua mugrosa y negra, más fría que la inclemente lluvia, pero esperaba. Se había prometido no moverse, hasta que viera aparecer su figura, moviendo los brazos con la sonrisa de siempre, soltando la risa armoniosa que, en el silencio, arrullaba y hacía pensar en sueños cálidos y suaves. Se había prometido permanecer casi como una roca, soplando de rabia ante los automóviles que le salpicaban, escupiendo el lodo que se tragaba, limpiando con el dorso de su mano la mirada húmeda de lágrimas suyas y del cielo.

El sol parecía ocultarse tras esa maraña de nubes grises, empujadas por el viento a regañadientes. La pálida luz del farol zumbó con pereza sobre su cabeza y la lluvia, poco a poco, empezó a ceder. Los últimos trazos del dios de las lluvias agonizaron con dulzura, como notas musicales al final de una magna obra. El murmullo de los automóviles sustituyó al rumor de la lluvia y del cabello cayó la última gota, como un recordatorio de lo que se escapaba para siempre.

Entonces abrió una sombrilla y partió a su casa.

Nunca llegó. Nunca volvió a esperar.

jueves, 16 de junio de 2011

Sueño.

Cuando entre sueños difusos
aparece una bella ilusión,
perece en la mañana
al sonido monótono del despertador.

Y me aferro a la noche que se escapa,
como en un suspiro que sólo acaba
cuando el astro rey con sus rayos mata:
cuchilladas de luz por mi ventana,
polvo e imagen que se dilata
hasta romper su imagen con esta realidad ingrata.

Todo el día entonces pasa
tan lento, injusto, demasiada luz
acumulada. Ni yo, ni tú
ni nadie me salva
del hechizo mágico de la luna de plata,
que doce horas después con sus susurro,
canta,
y en sus brazos murmuro
una canción vaga.

Ahí, en ese mundo incorrupto,
donde sólo existe la ilusión,
cada inexistente segundo de mi adicción
se concentra en el absurdo:
sí, hermosa figura,
sí, maravillosa ilusión.
Sí, está aguardando cada noche
en mi sueño, sólo en un sueño.
Y de la realidad, jamás es un espejo.

miércoles, 25 de mayo de 2011

El corrido de Emilio Polonio de Jesús.

Esta es la historia de un narco,
que era parecido a un mandril tarado
con las nachas pintadas de rosado,
y con la nariz negra de tanto estar aspirando.

Conoció a un científico alemán
Gutanh Friederik Van Goethag,
químico por la Universidad Nacional
de un país al norte de Pakistán.

Entre los dos hicieron un changarro
como Breaking Bad de anfetaminas,
las primeras clientas fueran sus tías
y quedaron feas como marcianas o chochinas.

Entró el narco a un cártel afamado,
con el alemán se acostó el jefe por ser guapo,
y así iniciaron su historia donde, de contrabando,
introdujeron pastillas en desayunos escolares
y los chamacos dopados, alucinaron en sus clases.

Llegó la DEA, el Ejército y la Marina
y a tiros abatieron a las tías,
el narco lloró como Magdalena,
el alemán, pobrecito, murió de pena.

Y así acaba el corrido
de Gutanh Friederik Van Goethag,
de su compañero Emilio Polonio de Jesús
que acabó en una cárcel de Veracruz.

Ay que pena, que tristeza
por que se murieron las tías feas,
el jefe de cártel espera un hijo, y sí,
se llamará como el alemán guërito.

Abur.

jueves, 21 de abril de 2011

El moderno Cristo.

Allá, en ese país lejano, que ni de chiste es Israel, apareció un día un tipo extraño. A la vista de todos, podría ser una persona normal, pero quienes se detenían a escuchar sus palabras, le sabían sabio. O eso pensaban. Hablaba correctamente, aventaba al aire sus argumentos como granadas de fragmentación que caían con estrépito en las mentes de sus seguidores. Algunos, los tercos, simplemente alzaban una ceja en señal de desconcierto y negaban con la cabeza. Para ellos, el tipo era un farsante. Tan farsante como un infomercial presentado por un político. Al final, estos tercos se convencieron de que el tipo era un peligro, y decidieron eliminarlo del escenario.

Primero, acudieron con las mafias, pero nunca les llegaron al precio. Además, varios de los jefes de las mismas, eran partidarios del tipo extraño. Ni como ayudarles. Entonces, fueron con la política. Típico: les prometieron que sí, pero nunca les dijeron cuando. Fue cuando fueron con la Iglesia. Ésta, a su vez, le pidió ayuda a los políticos, que acudieron al rescate prontamente. Dicen que fue por algo de unos votos. Agarraron el tipo extraño en una tamalada, un jueves. Le dijeron que estaba detenido por daños a la moral, tráfico de sustancias prohibidas dentro de algunos tamales y delitos a la salud. Uno de sus seguidores, sacó la semi-automática y le voló la oreja a un judicial. A ese lo agarraron también, pero le dejaron ir porque sobornó a sus captores. El tipo extraño, fue llevado el viernes en la madrugada a un tribunal, donde se esperó tres horas, en parte por que era de madrugada y en parte por que la burocracia es medio estúpida.

La Iglesia le pagó 30,000 en bonos a otro tipo, supuesto seguidor del tipo extraño, por su ayuda en la captura del rebelde. El juez que llegó con el detenido, dijo que era muy tarde para estarlo chingando por el tipo raro, y fijó una fianza. El sacerdote y el político, pusieron el grito en el Cielo y el juez dijo que si no les gustaba, fueran a chingar a su madre y a otro tribunal. Fueron a otro, cuyo juez era el primo del amigo del sacerdote y la pareja sentimental del político. O al revés, no se sabe. Este le condenó en un juicio de apenas dos horas, y lo remitió con el primer juez para que firmara la sentencia, dizque para que el papeleo fuera legal.

Lo firmó a regañadientes, ya con todos los medios de comunicación encima, y los Trending nombrándolo a favor y en contra. Saliendo del tribunal, preparado ya para ir a prisión, otro sacerdote comenzó a arengar a la bola de curiosos que, en el nombre de Cristo, fueran y empalaran al tipo raro. Y ahí va la perrada y que lo encuera, lo azota, lo empala y lo mata. Fue en viernes a las 14:00 horas. El cielo se nubló, granizó, tembló y el sacerdote que arengó a la multitud se puso de rodillas y exclamó que en verdad, en verdad el Hijo de Dios escogió el 2012 para cepillarse al mundo.

Los seguidores del tipo raro reclamaron el cuerpo y metieron demanda, la cual se interrumpió a los tres meses. En tanto, el tipo raro fue enterrado con gran lamento y al tercer día, los diarios reportaron que su cuerpo había sido robado por un taquero y servido en las afueras del metro. Los seguidores, en cambio, afirmaron que el wey había resucitado de entre los muertos y que no se qué. La Iglesia, apoyada por el gobierno, condenó el culto y durante un buen rato persiguió a la creciente ola de seguidores que se sumaban a la secta del tipo raro.

Esta ya hace 130 años... No sé, el sujeto de a lado me dice que dentro de 200 años, el Gobierno lo tomará como religión oficial y que no se qué. Ojalá que no, ya tuvimos bastante con uno...

martes, 19 de abril de 2011

"Farsa histórica" -De la fallida conquista del Imperio Mexicano-

ATENCIÓN: El siguiente texto es meramente recreativo y no cuenta, salvo la fecha de la batalla de la "Noche Triste", alguna situación histórica real. Los nombres de lugares y dioses son reales, pero no de las personas ni sus acciones. El ejercicio literario plantea jugar con la Historia y contarla con el famoso "hubiera".  Queda advertido el amable lector.



Las golpeadas huestes de don Hernando de Cortés, tras la batalla del 30 de junio de 1520, relamían sus heridas en Tlacopan, actual Tacuba. El horror de la previa lucha, aún resonaba en los ánimos de los peninsulares y sus aliados, que, entre ellos, hablaban preocupados sobre la situación. Al tiempo que el capitán Cortés se lamentaba con sus oficiales, los guerreros tlaxcaltecas platicaban entre sí, preocupados. El odio hacia la nación mexihca era grande, pero más de uno se preguntaba si aquellos hombres blancos, sucios y que aparentaban más de lo que eran, podrían ser mejores que los aztecas. Para uno de los generales, Tlilcóatl, quedaba muy claro que los tlaxcaltecas no eran más que la herramienta de un brazo sediento de poder, ambicioso, que no se detendría hasta consumir en fuego no sólo a la gran Tenochtitlán, sino también a toda la raza nahua. Fue en esa noche, mientras los españoles dormían, cuando se reunió con los otros generales.


Afuera, los centinelas españoles y sus aliados nunca sospecharon el motivo de la reunión. Más de un europeo pensó que podría ser un ritual “demoníaco”. Y aunque las crónicas y las cartas enviadas al Rey por parte de Cortés pintaban a todos los peninsulares como unos verdaderos hijodalgos, la verdad distaba mucho de las letras. Por muy cristianos que fueran, no iban a entrometerse en ésas cosas, quizás más por el irracional miedo medieval inculcado o simplemente porque no era tema de su incumbencia. Así las cosas, los generales pudieron hablar tranquilamente entre sí. El murmullo de las fogatas, los animales, el lago no muy lejano armonizaban la charla, como si a los dioses les fuera grato el tema que se tocaba.

Fue cuando se consumó la traición. Tlilcóatl pasará a la Historia como el unificador de las naciones nahuas y manda mensajeros al ejército mexihca, que se acerca ya al campamento invasor. Logra convencer, como convenció a los demás generales, a los guerreros mexihca y consuma la alianza. Cuitláhuac, el emperador, esa misma noche se congratula y hace más: envía a los veloces tamemes a los demás reinos, esta vez con un pacto de alianza y no de sumisión. Las palabras del Tilcóatl han sido escritas y leídas ante los gobernantes. Un discurso patriótico que a la fecha se ha perdido y que sirvió para incluso unir a los reinos mayas, ya en decadencia, pero que también habían sufrido a manos de los españoles.

Los cuales, hasta este punto, horrorizados por la deserción en masa de sus antiguos aliados, se habían replegado de pronto en Veracruz, todavía sin ánimos de regresarse a casa. Cortés, confiado en su carisma, y al mismo tiempo inseguro, enviaría cartas a España y representantes al monstruoso ejército de nahuas que estaba a punto de entrar de nuevo en batalla. La carta, llegó demasiado tarde. El Real Museo de Historia en Madrid, recoge las desesperadas palabras del capitán español: “[…] son los naturales desta tierra gente de mal y traidora, que estando aliados con los cristianos, movióles a traicionar la Santa Cruz y hoy tienen grandísimo ejército que dispone a atacarnos en este puerto de la Vera Cruz. Grande susto hemos llevado y lágrimas acuden a vuestro servidor ahora, mientras escribe estas líneas

Cayeron sobre ellos el 9 de julio. Los pocos españoles que zarparon, como emisarios, encontraron al volver a puerto mexicano las huellas de la derrota española. Cortés había sido llevado con gran júbilo hasta el Gran Teocalli, donde su corazón fue alimento de Huitzilopochtli y su sangre untada en su temible efigie. Incapaces de costear una conquista así, los recién desembarcados escaparon a otra batalla que resultó más costosa, pues sólo una nave regresó a España de las cinco que habían zarpado.

Cuitláhuac había muerto por la epidemia de viruela, pero Cuauhtémoc supo tomar el mando de manera inteligente. Extendió las alianzas a los pueblos del norte y del sureste e inició en todas las ciudades construcciones para que fueran similares en belleza y perfección a la Mexihco-Tenoctitlán. Sabios hombres estudiaron las naves y aparatos que los españoles trajeron de su fallida odisea y los sacerdotes reinterpretaron la profecía del retorno de Quetzalcóatl.

En 1632, una nueva expedición importante pisó tierras mexicanas (pequeñas expediciones como la de la Florida, habían fracasado), y se encontraron con un extraño escenario. Tecnología europea en costumbres, edificios, comida, lengua y religión nativa. Terminaron por establecer alianzas comerciales, a pesar de los reclamos de los ingleses, cuya colonia ya tenía firmes relaciones con nuestra nación. Al final, las costumbres europeas fueron asimiladas lentamente por las nativas y México fue ejemplo de la formación, allá en los 1770s, de la nueva nación independizada del Imperio Británico.

En 1814, el afamado escritor yucateco Balam Ka’apup escribía: “Hay que honrar la memoria del padre de la Patria. El general tlaxcalteca Tlilcóatl no sólo dio a esta bella tierra el estatus de nación. Dio a todos los hombres del mundo la valiosa lección de la unión, sin la cual, nuestro Quinto Sol se pagaría y perdería en las cloacas de un dominio social, militar, político y hasta económico, ajeno a nuestro corazón

miércoles, 6 de abril de 2011

El narco más desafortunado del mundo.

A don Olegario Jiménez Pedraza le decían “el Rotoplás”, pero se cuidaban de no decírselo de frente. Gordo, pero gordo con todas sus letras, prieto como un frijolito del mejor tianguis de la nación y feo como nalga de gorila, era el precio que pagaba por ser el narco más poderoso del centro del país. Tan poderoso decían que era, que dicen que no respetaba ni a su abuelita. Era por todos aceptado el rumor de que en una ocasión, había mandado balear la casa de la madre su madre por que le había dicho, en reunión familiar, que su gato Pinocho tenía más huevos que el mismo Olegario. Pinocho era hembra.

Y es que su abuela sabía lo que pocos sabían. Olegario era homosexual, gay como le gustaba decirse. Pero sus gustos nada tenían que ver con su apariencia. Tenía un bigote que merecería los respetos de cualquier revolucionario. Su voz de trueno dejaba a la de cualquier tenor como si fuere de niña. Se decía que podía pelar cocos con los dientes y que en cierta ocasión, había lanzado un reto a los de la WWE y ninguno se atrevió a tomarlo. Los mismos del Departamento de Inteligencia de la República,  de la DEA y de la Interpol, omitieron el hecho de que fuera gay. No por ser irrelevante, sino porque era inconcebible que semejante monstruo, además de masculino y feo, fuera puto.

Dentro de toda la incoherencia, a la que Olegario siempre fue indiferente, el narcotraficante tenía su propia fuente de placer. Sin dejar de parecer un musculoso toro, tenía una discreta relación con un mesero de uno de los restaurantes  que poseía. No para conservar su imagen, sino porque simplemente gustaba de ser discreto. En todo. La excepción podría ser el episodio de su abuela, pero quizás su familia fuera un caso aparte. Poco ostentoso, diplomático con los demás capos, cortés incluso con las autoridades, se decía que era el narco más educado y buenmozo que el mundo hubiera conocido. Sí, era cruel, pero al mismo tiempo tan sutil que resultaba agradable. El mesero, de nombre Simón, decía que Olegario era demasiado caballeroso para ser sólo un caballero. Chocante. No sólo su aparente exceso de testosterona no concebía su sexualidad, además no cuadraba con su educación. Llegó a ser tan sutil que vivió durante cinco años frente a la Procuraduría de Justicia y nadie se dio cuenta, a pesar de que salía cada mañana por un café al SevenEleven de la esquina.

La historia de su captura, que es la que se cuenta aquí, dio de que hablar durante al menos un mes a los twitteros, raza de por sí perturbada, se perturbó más con tan sonda aprehensión. Como cuando la H1N1 golpeó a la nación y al día siguiente había burlas y parodias que iban desde culpar al gobierno, hasta pintarrajear los cubrebocas, así la captura del “Rotoplás” dio para que todos, hasta los Ministros de Justicia, hicieran leñan del árbol caído.

Todo ocurrió un martes. Los servicios de Inteligencia se habían peleado y mientras unos lo buscaban en Irlanda, otros en Cuba y los que restan en Mozambique, “el Rotoplás” abrió la ventana de su departamento, se estiro, saludó al poli que cuidaba la entrada de la Procu frente a su edificio, tarareó el narcocorrido que la habían dedicado y después decidió irse por su café. Salió del edificio con unos maltrechos tenis, un pantalón de mezclilla negro con parche amarillo en la rodilla derecha y con una playera pirata del América. Unos dicen que en la playera, estaba estampada la firma del Cuahtémoc Blanco, pero otros más prudentes afirman que no hay relación entre el ídolo mexicano y el crimen organizado, como los méndigos antiamericanistas sugirieron.

Dicen que su compró un capuccino con más espuma que café, unos M&M’s amarillos, una bolsa de chicharrrones y que a última hora, se acordó de que en su feisbuk venía que un primo suyo cumplía años ese día. Y como Olegario era famoso entre su familia por sus regalos bizarros, no quiso romper con la tradición y abonó cien pesos al celular de su primo, radicado en La Habana. La compañía era multinacional pero de todas formas, Olegario no sabía si se abonaría a un teléfono del extranjero y le preguntó a la cajera, que era española y que respondió que no tenía ni puñetera idea, pero que lo intentaría. Nunca se supo si se pudo o no, por que cuando la del SevenEleven ingresó el número hubo un error en el sistema y a la pobre máquina le entró un virus Dios sabe cómo. El mentado error pasó a cepillarse también el sistema de la compañía y en tres minutos ya había colapsado todo lo colapsable en la empresa de telefonía.

Mientras el dueño de la compañía se lamentaba el haber contratado gente de universidades privadas, “el Rotoplás” meneaba la cabeza y decía que qué barbaridad y se fue sin saber si se abonó o no. Salió de la tienda con sus chucherías, saludó al secretario del fiscal de secuestros, al bolero y al del periódico y se compró el Metro. Le regaló sus M&M’s al vecinito que se iba a  la escuela, subió a su departamento y como ese día no había bísnes, se puso a ver el Abierto de Francia. A la mitad del tercer set, recibió una llamada. Era su compadre “el Chupes” Guzmán, que le decía que se cuidara, que su mujer había soñado que el Peje ganaba en 2006 y que era señal inequívoca de que algo malo pasaría. “El Rotoplás” se rió de la creencia de su compadre y dijo que antes que le cogiera la PGR, el Atlas sería campeón. Iba a contarle cosas se mayor importancia, cuando Davidenko le hizo una dejadita a Monfils, que regresó con un globo, que alcanzó Davidenko para colocarla en una esquina, arrancando los aplausos en Roland Garros y un grito de júbilo de Olegario, que por apasionado tiró al suelo el teléfono y cortó la comunicación. Ya para entonces, se sabía que un número de Cuba introducido en un SevenEleven muy cerca de la Procu, había dado al traste con el sistema y como el director en México de la compañía la traía contra el gobierno, inmediatamente puso manos a la obra.

Dijo que desde aquel lugar se habían abonado quinientos pesos en moneda extranjera a un teléfono de supuesta propiedad del narcotráfico. Al principio no le querían creer. En parte porque había titubeado al empezar la conversación, y en parte porque el que tomaba la llamada era agnóstico hinduista que a duras penas creía en su propia caca. Al final, le hicieron caso e inmediatamente, cerraron las calles por la zona, apostaron decenas de policías, trajeron un helicóptero que sobrevoló el área y no dejaron que ni una mosca pusiera un pie dentro, o fuera del acordonado. Acudieron al SevenEleven y la cajera, con sus acento más cargado que nunca, dijo que sí, que no hacía mucho un tío había ido a cargar no se qué gilipollas a Cuba, y que siempre iba y que tenía entendido que vivía frente a la Procu y que era feo el chaval como el culo de un gorila.

Con eso bastó. Cuarenta agentes armados hasta por donde no les pegaba el sol asaltaron el edificio y lo pusieron patas arriba. Por las ventanas volaron muebles, utensilios y hasta mascotas, ante la irritada, impotente e indignada cantidad de vecinos que maldijeron al mal gobierno en el que vivían. Cuando al final llegaron al departamento del “Rotoplás”, lo encontraron vacío, pero con una nota en la puerta del refri en donde se leía: “Beethoven con Simón: 12:00 pm”. Treinta de los cuarenta agentes salieron disparados de ahí. Los otros diez, terminaron de ver el Davidenko - Monfils. La vecina del departamento de frente, aprovechó la situación para ir con los militares y vaciar el refrigerador del “Rotoplás” alegando no se qué razones de que le debía una taza de azúcar, más intereses. Una de las guayabas que se agenció, estaba rellena de mota, y la vecina amaneció en cueros dos días después, en un parque público riéndose de sus propios pies.

Olegario había salido quince minutos antes de que llegaran los agentes, ignorante de todo. Había tomado un taxi y se había largado para un destino que nadie pudo sospechar, pero que debieron hacerlo cuando vieron la nota. Los treinta agentes que salieron de tomaron la molestia de investigar su había algún evento del músico alemán cerca de ahí. Lo había. A cinco cuadras del edificio, un pequeño teatro tocaría algunas obras por una orquesta tan local, que ni los mismos colonos supieron de su existencia hasta que ocurrió lo de Olegario. Para allá fueron los agentes que luego se dividieron en quince, porque la otra mitad sugirió la posibilidad de que la nota se refería a una exposición de violines, a diez minutos del teatro. De ésos quince, se separaron en siete y siete, porque el mismo que dijo de los violines, cayó en la cuenta de que Beethoven  podría referirse a la exposición de perros San Bernardo a media hora de ahí. El que sobraba se había caído de la camioneta con maroma y todo y como sus compañeros en vez de ayudarle se burlaron de él, les mentó en la progenitora en náhuatl y se fue a comprar una nieve al parque.

Los quince del teatro entraron al mismo mejor que los ninjas más mortales de una película de Jet Li. En cinco minutos, dos grupos de agentes rodearon butacas, plató y hasta los baños, ya a oscuras y con Fur Elise que tocaba una niña de cinco en el piano. Estaban por dar la orden de encender las luces, cuando uno de los militares lanzó un estornudo tal, que a sus compañeros que nos estaban en su grupo, les pareció un balazo e hicieron fuego hacia sus compinches. Ellos, pensando que era “el Rotoplás”, respondieron con fiereza al tiempo que pedían refuerzos. Como el salón siempre quedó a oscuras y nadie se ocupó de la niña, la balacera resultó ser la más musical y elegante que se diera en cualquier parte del mundo. Todo acabó a los cinco minutos, cuando los militares se dieron cuenta que eran los mismos a quienes pedían ayuda los que disparaban y que su vez, pedían ayuda. Las luces se encendieron, la niña terminó la obra y luego se echó a llorar porque nadie le había aplaudido. El saldo fue de cinco militares heridos, tres civiles lesionados y uno muerto, al que le encontraron una nota homicida, en la que se leía que planeaba matar a los músicos y luego suicidarse con la katana que llevaba consigo.

El grupo que iba a los violines dio mal una vuelta y casi se andaba perdiendo. Cuando corrigieron su error, les agarró el tráfico y para colmo chocaron con una ambulancia. El que fue a la expo de perros no cometió el error de los del teatro, pero alborotaron a los canes que lanzaron mordidas a diestra y siniestra y terminaron peleándose entre ellos. Olegario Jiménez Pedraza no estaba ahí, ni siquiera disfrazado de pitbull, como un agente quiso comprobar baleando a todos los perros. Tampoco apareció en la exposición de violines, pero eso sí, los militares se deleitaron con obras de Paganini, Vivaldi y de Liszt. Para cuando los veintinueve deprimidos agentes regresaron, entre baleados, musicalizados, mordidos y hasta meados, se encontraron con la nueva de que Olegario Jiménez Pedraza, alias “el Rotoplás”, ya estaba preso.

Las cosas habían pasado así. El militar que había caído al piso, y que luego se había ido por su nieve, se quedó a ver una obra al aire libre de un payasito que se llamaba Beto y que era representado por un tal Simón Limones. Varias docenas de niños de primaria estaban en la obra, que se llamaba: “Beto, ven”. En primera fila estaba Olegario, riendo como chamaco, aplaudiendo como chango, chiflando como en un estadio y contentísimo como cuando se sacó la lotería. El agente se fijó en él, pero no lo reconoció (o nunca supo quien era), y le dijo que admiraba su graciosa manera de divertirse, como “un puro y auténtico niño”. El “Rotoplás” se asustó. Pensó que lo iban a arrestar y, sin responder nada, se levantó de su asiento y se echó a correr lo más rápido que le permitieron sus grasosas carnes. Tropezó a los siete pasos, y cayó con gran estrépito llevándose consigo a un niño y quebrándose una rodilla. El agente le ayudó a levantarse y le consiguió una patrulla para llevarlo a un hospital. Pero Olegario lloró y pataleó y dijo que se rendía, que ya le habían atrapado y que era “el Rotoplás”, y que no se qué. Simón, que estaba de payaso haciendo payasadas, se echó a llorar también y los niños le abuchearon y le lanzaron sus frutsis. Las maestras apenas pudieron contenerlos y más de una casi le pide al sorprendido militar que se los llevaran al MP. Olegario, todavía espantado y lloroso, se dejó conducir como cama al matadero a la Procu. Pidió saber, a la entrada, el resultado del tenis y le dijeron que había ganado Davidenko. Suspiró con tristeza “el Rotoplás”, meneó la cabeza, se apoyó más en quien le ayudaba a caminar (casi le revienta la columna) y con esa voz de trueno, grave y sonora como croar de sapo, dijo:

—Al menos no me quitaron mis guayabas.

martes, 29 de marzo de 2011

El reflejo de tu imagen.

Soy el reflejo de tu imagen,
espejo fiel de tu eterno viaje,
soy la grandeza de tus victorias
y el dolor amargo de tus derrotas.

Soy creada a tu imagen y semejanza,
con tus virtudes he sido bañada
en fuentes históricas de sangre y batallas,
tus defectos han manchado mi alma
y al verme te quejas de mi lastimado rostro.

Soy tu madre y también tu hija,
soy tu amante y tu desdicha,
soy quien tú eres y soy todos los demás,
soy quien tu quieres y lo que quieren los demás.

Soy tu Patria, y tú, sólo tú
sabes cómo soy,
a fin de cuentas, me creas, me formas, me amas y también me desprecias.
Soy tu Patria, tu Nación,
soy como tú quiere que sea yo.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Catorce meses.

Catorce meses han pasado,
y tú, princesa, sigues llorando
en tus mares, los martes recordando
un absurdo príncipe mal interpretado,
que rompió tus alas de un solo tajo.

Catorce meses, guerrera,
y te sigo esperando en mi Castillo Dorado,
suspirando los pétalos de tu rosa sagrada
y animando mis huestes en Guerra Santa,
habitando tu nube sin cerras las ventanas,
dejando que tu esencia, inunde mi cama.

Catorce meses, aguerrida emperatriz,
de mi sueños, de mis risas, de mi momento feliz,
y las memorias se van perdiendo,
tu rostro, se está diluyendo,
en la oscuridad, ya no te siento y pierdo
la razón de guardar tu recuerdo.

Catorce meses, princesa,
y ya no lo eres para mí,
no he abierto aquel sobre maldito,
ése, en el que está escrito
que cuando en tu última batalla hubiste participado,
al morir, mi Reina, no pensaste en mi.

Catorce meses y tu fantasma
que mira desde la playa,
el sol, el brillo de la daga,
me recuerda que pronto,
estaré más cerca de ti.

martes, 8 de marzo de 2011

8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.

Lo sé, lo sé. Pasemos ya por entendido el discurso de siempre: "Los Días de la Mujer deben ser todos los días del año. Las mujeres merecen más que un día. De nada sirve festejar si no se hace nada. Los datos muestran que cuarenta y nueve de cada tres mujeres sufren de violencia." No quiero rebatir eso. Pero ya muchos gastan el tema, lo convierten en nota amarillista y tan sólo consiguen que uno desprecie más a los activistas. Dicho lo dicho, digo:

La mujer ha tenido que batallar desde el principio de los tiempos contra una sociedad que no ha dejado de ser machista. A la especie homo sapiens sapines, siempre se le ha referido como "hombre" y el artículo masculino se emplea tanto para hombres como para mujeres. "Los veo al rato", por ejemplo, aplica a un grupo en el que haya al menos un hombre, aún cuando el resto sea una o varias mujeres. Lo idea sería decir "Los y las veo al rato", pero eso sería esperar mucho de personas que a duras penas mastican el español. Pero bueno, no es mi intención desentrañar el machismo en el lenguaje, así que next →.

Si bien los griegos eran gente extraordinaria, poco valor le daban a la mujer como persona. Por eso, dicen, había una interesante cantidad de homosexuales en la Atenas de antaño, o quizás en verdad en toda Grecia son medio 'izquierdistas'. Muchas de estas ideas cuyo calificativo califico en algo más que estúpido, se recrudecieron en la Edad Media, y la notable cristiandad de la Iglesia en ésas épocas (#EsSarcasmo), originó el Malleus Maleficarum. Que si bien se dice que fue condenado, lo cierto es que no se hizo mucho para ocultarlo. Pero, seamos realistas. Al ser la pobre de Eva la que sucumbió primero a las tentaciones de una lombriz, para los pensadores (bueno, es un decir) les pareció evidente que era la mujer más propensa a caer en pecado que el hombre. Pobre mujer. La misma Biblia da un ejemplo, cuando los apóstoles tachan de mentirosas a las Marías ante su visión de un Jesucristo resucitado.

Largo fue el camino recorrido desde entonces por el género femenino, consiguiendo pequeñas, pero significativas victorias ante la sociedad en general. Es probable que uno de los saltos más notables, sea de manufactura mexicana: las soldaderas, esposas de los revolucionaros durante la Revolución Mexicana, que no sólo preparaban alimentos para la tropa, sino que incluso llegaban a tomar el fusil y empezaban a cepillarse a cuanto federal veían en frente.

 

Y aunque México puso este particular ejemplo, lo cierto fue que estaba algo más que rezagado el las cuestiones de igualdad de género. Tuvieron que esperar las féminas hasta el año de 1953, casi cuarenta años después del conflicto, para (por ejemplo) tener derecho a votar en elecciones.

Lo importante es, de todas formas, valorar esa lucha milenaria que han peleado las mujeres para llegar, no sólo a donde están, si no a superarse a ellas mismas, tarea más difícil, que la de superar a un pobre hombre... A ellas, felicidades.

martes, 1 de marzo de 2011

Fútbol y obsesión.

Como buen aficionado al fútbol que soy, me emociona (admito), ver que los Pumas de la UNAM son líderes generales. Al menos hasta hoy, 1ro de marzo. Nada es más satisfactorio que regodearse de los logros de tu equipo favorito, como si fueran tuyos; y escupirle en la cara de los menos agraciados las fallas de su equipo favorito, como si fueran las suyas. Pero a fin de cuentas, animales como somos, todo es parte de un ritual que es cierta medida embrutece, pero favorece las relaciones humanas. De algunos.

Otros, lamentablemente, se cuelgan de su equipo como sanguijuelas a la carne, pero no para chupar, si no para hacer de su afición una adicción enfermiza. O adicción, más bien: todas las adicciones son enfermas.

Recientemente, entré a un grupo de Pumas. En el Facebook. Nomás, para pasar el rato. O creo que me metieron. Bue, la verdad no recuerdo, el punto es que estoy ahí. Los posts son graciosamente risibles: "T amO Pumas!! ErS el amor d mY viDa". Casi literal. Otros admiten que lloraron cuando Darío Verón anotó el gol que le dio el pase a Pumas a la Final de su último Campeonato. Los más consideran nefasto un vestido de XV años con el logo de las Chivas, pero si tiene el de los Pumas lo alaban. Idolatran a quien insulte al equipo rival en turno, sea o no chiste malo. Para qué hacerla de jamón: dan pena. Y sí, yo lo dije. La mayor parte de los que están en ese grupo dan pena. Quizás por que sean todos natos facebukeros, tan mal vistos por los tuiteros. O quizás es que sólo están verdes. Muy verdes.

El punto es que me puse a pensar (suelo hacerlo) desde entonces en los que dirigen su pasión a cosas sinceramente de poca importancia. Sí, uno puede brincar como gorila con la victoria de tu equipo, pero no brinques toda la semana. Sí, puedes AMAR a tu equipo, si tu definición de amor es así de pobre, pero no como para que escupas tus orgasmos. Todo tiene un lugar. La vida es infinitamente más gloriosa que un equipo de fútbol. Quizás la definición más precisa de las personas que hacen del fútbol una pasión casi carnal, es que son personas que carecen de vida. O de metas, de sueños. Y un poco de cerebro.

Aunque, es verdad, es su vida, y no la mía, la que carece de sentido. Y, además, yo no soy nadie como para abrir un poco la mente de aquellos energúmenos. Ni que fuera profeta. Esto sólo pretende ser una reflexión. de cómo la televisión, lo material, los placeres primarios hunden a la sociedad en su propia mierda y la sociedad gustosa se la traga para seguir viviendo. Repito (o digo, si no es repetición) no tiene nada de malo apoyar el deporte, admirar a un equipo o jugador, o desear que Alejandro Palacios te haga un hijo. Sólo que no centres tu vida en ello. Y si lo haces, ten la decencia de hacerlo con inteligencia. Y sin faltas de ortografía. A veces, se ensucia el ambiente.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Olivia.

A mitad del brindis, Olivia hizo la fatídica promesa. Ese año bajaría la mitad de su peso sin hacerse la liposucción. Los que estábamos en la cena de Año Nuevo nos reímos por la ocurrencia, pero al final nos enseñó su barriga peluda y la risa se transformó en vómito. A pesar de eso, algunos pudimos comer. Los primeros minutos de aquel año vimos con asombro como Olivia se alimentaba tan sólo de vino tinto, galletitas de pasta y ensalada de manzana. Creo que hasta Federico, de tres meses, comió más que ella.

Al día siguiente, en el recalentado, entre primos hicimos una apuesta. El bote principal de setecientos pesos y unas donas Bimbo, era que no bajaría nada o muy poco. El bote lateral uno, de quinientos pesos, doce clínex y unos boletos para el Circo Atayde, era para los que decían que iba a subir de peso. El bote lateral dos, tres, cuatro, cinco y seis aportaba diferentes versiones de un desastre alimenticio. El quinto era mi favorito: Olivia acabaría por inyectarse hormonas masculinas y participaría en el Hombre más Fuerte del Mundo, y ganaría. En total, había en juego tres mil novecientos pesos, cinco productos Bimbo, los clínex, el boleto al circo, un PSP, un disco de música clásica y las escrituras de un departamento. Obviamente, cada quien hizo lo posible por ganar su parte.

Arturo intentó hacerla caer de nuevo en su adicción a los tamales. Dios sabe cómo, acabó con uno metido por donde no le pega el sol y la advertencia de Olivia de que a la próxima le iría peor. Óscar le consiguió las hormonas masculinas y logró engañarla diciéndole que eran inyecciones para calmar el hambre. A las tres semanas, una Olivia más peluda de lo habitual le hizo una desnucadora que lo dejó en cama dos meses. Desde entonces, nadie se atrevió a jugar tan drásticamente.

Siempre hubo quien le ofrecía un pastelito o algo así. No faltó quien le invitara a los taquitos de la esquina. Yo mismo le preparé medio kilo de chicharrón en salsa verde y me emocioné mucho cuando lo olfateó. Comió medio plato. El resto me lo dejó a mí, y yo tuve que dárselo a los vecinos, pues soy vegetariano. Al final, acabamos por rendirnos. Cuatro meses habían pasado y Olivia tenía la misma firmeza de carácter, fuerza de voluntad y ánimos que al los primeros segundos del año. Desde luego, tenía kilos de menos.

Cinco meses después de las apuestas, tenía 103. 34 kilogramos menos. Estaba a 216 gramos de su meta. Se quitó los zapatos y se volvió a pesar, a la vista de todos, en el cumpleaños del abuelo. Lo había conseguido. Todas las apuestas, se las llevó Mariana, la única que había apostado a favor de Olivia. Nos compró regalos a todos, como para humillarnos más. Olivia puso de su dinero y nos compró más cosas. Hicieron llorar a Óscar. Hicieron que Fernanda se mudara a Escocia. Me alegraron el mes con mis figuras de Star Wars. Nos dejaron con la boca cerrada.

Al séptimo mes, empecé a lamentar que Olivia fuera mi prima. Megan Fox era un escupitajo a su lado. Todo ese septiembre y parte de octubre, anduvo de fiesta en fiesta, teniendo un muy buen Grito (no precisamente de Dolores) y aún se daba el lujo de rechazar a cuanto pretendiente se le ponía en frente. A mediados de octubre, salí al extranjero y no supe nada de ella, en parte porque no había medios de comunicación en la Selva Negra y en parte porque no quería imaginarme cosas extrañas con ella. Regresé a casa en Navidad y durante la cena, noté la ausencia de Olivia. Supuse que estaba con su otra familia, así que no me importó. No fue sino hasta la sobremesa, cuando Arturo lanzó la bomba:

—¿Supiste lo que le pasó a Olivia?

Me asustó el tono de su voz. Era como si hubiera anunciado su muerte en una emboscada del narcotráfico, o como si hubiese sido sometida a un tormento cruel y doloroso. La verdad resultó ser más espantosa. Para principios de noviembre, dejó de salir de su casa. La tía Simplicia, había alegado algo de varicela, viruela, rubeola o cólera. Cerca de diciembre, Arturo había entrado a la casa, para recoger el pastel de Navidad y no encontró a Olivia. A la tía le dio un ataque de nervios y luego estalló en lágrimas de tal modo, que los vecinos pensaron que el primo la andaba crucificando. Tras ocho horas de consuelos infructuosos, Arturo reventó una maceta en la cabeza de la tía Simplicia y cayó desmayada. En el hospital, al fin, contó lo ocurrido.

Olivia había adelgazado tanto, que empezó a sentirse más ligera. Literalmente. El tres de noviembre, había dado un brinco juguetón cerca de su madre y lentamente, como globo con helio, se había elevado hasta el techo. El susto les duró una hora, y lo explicaron con una complicada coincidencia de sucesos entre los gases de la cocina, los gases de Olivia y una prodigiosa ráfaga de aire que entró por la ventana. Luego, Olivia salió con sus amigas, pero regresó media más tarde. Se metió a su recámara sin decir nada y a media noche, la tía la escuchó llorar. La pobre Olivia había querido correr y había volado mejor que Superman… Hasta que se encontró con el árbol. Esa noche, la tía le sugirió ganar peso. Olivia no le hizo caso.

A mediados de mes, la alarma fue mayor. Olivia empezaba a perder más peso, pero de la forma más extraña que hubiera podido imaginar. Mantenía su figura ideal, pero algo pasó en ella que empezó a transparentarse. Decían que se veía a través de ella. En la cama, recostada y temblando de miedo, uno podía distinguir a Olivia, como un fantasma, y debajo de ella, los colores rosa y azul de su colchón. Para cuando quiso comer de más, era demasiado tarde.

El catorce de diciembre, la tía Simplicia acudió a un grito de la prima. Sólo alcanzó a ver cómo Olivia se escurría hacia el suelo, vencida por su transparencia macabra, traspasaba la cama y el suelo para luego intentar impulsarse como si volara. Pero ya nada la sostenía en lo sólido. Incapaz de mantener en tierra firma, Olivia terminó por hundirse para siempre en los abismos de lo desconocido. Deseando por primera vez en su vida, pesar 206.556 kilogramos y aprender a no odiar, lo que la mantenía entre nosotros.

lunes, 17 de enero de 2011

México y su narco-problema.


La violencia en México es tema que da mucho de que hablar en todos los medios y ámbitos. Mientras los que rigen al país sostienen con terquedad que sus actos son acertados, los que se supone que tienen el poder (el pueblo, por algo se dice que estamos en una democracia) se dividen en feroces opiniones expresadas de manera abierta en las redes sociales. Twitter es su mejor herramienta y hoy hablo por lo que ahí se expresa. La esencia del sentir de una sociedad se puede encontrar ahí.

Mezcladas en sus generalmente aburridos avisos de lo que comen o tararean, algunos usuarios se regocijan dándole a sus seguidores toda una forma de ver el mundo. Algunos cambian su avatar a modo de protesta, otros llegan a cambiar el username resaltando aún más su filosofía. Abundan los llamados trolles, la mayoría infantiles e intolerantes, pocos mordaces y divertidos. Y entre un infinito mar de ideas, que se leen distraídamente en los Temas del Momento, me asaltó la idea de expresar algo que surge de mis entrañas al ver a un México hundido no en la violencia, sino en la ignorancia.

Debo decir que apoyo parcialmente la ideología del Gobierno contra el crimen organizado. Abatir a un líder parece un justo castigo para las personas que sufrieron en carne propia los indecibles actos del criminal. Pero no basta con presentar el cuerpo de un narco bañado en sangre para justificar avances. Aunque, hay que decirlo, los avances no son completa responsabilidad del Gobierno. El mismo hace bien en pedir, casi suplicar, a la sociedad que coopere. Lo malo es que a veces, la sociedad o más bien el individuo vela más por sus intereses propios que por los comunes. El hombre resulta ser egoísta y mientras él esté bien, los demás se pueden partir la maceta. No importa.

Dicen, quizás dicen bien, los mexicanos vivir con miedo. Miedo a salir a la calle y ser alcanzados por alguna bala, ser secuestrados, robados, ultrajados. Se quejan amargamente y culpan a las autoridades, como si tuviera que existir, por Decreto, algún guardaespaldas sempiterno a nuestro lado para protegernos de todo mal. Para eso se ora, según sé. El problema con todos estos individuos es que se asfixian en su miedo. Lejos de hacer algo para enfrentarlo, repiten como mantra la palabra, hasta que se convencen que su barrio, colonia, estado o país es el más violento en la historia de la violencia. Insultan al régimen antes de insultar a los criminales. ¡Como si ellos sí fueran dignos de respeto!

“Todos en el Gobierno son corruptos”, dicen. Se ha convertido en un axioma. Ninguno, sin embargo, se anima a competir por un puesto público y cambiar el rumbo de su Historia. “¿Para qué? Si no lograría nada. Ellos se reparten el poder” Benito Juárez dijo alguna vez que el que piensa que va a perder, antes de luchar ya está vencido. El mexicano y su derrotismo presentes. Además, hay que recordar que el sistema es corrupto en medida que el pueblo lo sea. Si el conductor no acepta darle la “Sor Juana” al policía, el policía no volverá a pedir soborno. Si el contribuyente no intenta agilizar el trámite pagando demás, el burócrata no intentará ganar más por agilizarlo. Sin ir más lejos, si el alumno prefiere reprobar a pagar cierta cantidad al maestro, el maestro no reincidirá en su conducta. Pero, ¿qué alumno en sus cabales se expondría voluntariamente al sacrificio del número rojo en su boleta? El problema es ése. Educación. Valores. Ética.

Si el hombre no es capaz de asumir la responsabilidad de su fallo o de los fallos del sistema, ¿cómo esperar a que se niegue ante lo que el crimen organizado ofrece? Existe mucha gente humilde que prefiere morir de hambre antes que cometer un acto deshonesto. Sócrates es honrado por sus actos: “Prefiero sufrir una injusticia a cometerla”, negándose a huir de la cárcel y la cicuta. Y Sócrates es admirado. En cambio, ante la confesión de detenidos que justifican su acto por que “si no lo hacía, me mataban”, nos mostramos hasta comprensivos. Cuando a todas luces es un acto de cobardía. El extremo sería que alguien se negara a pagar el rescate de un familiar, padre, madre, hijo para no alentar a los plagiarios a volver a hacerlo. Escasos son los (me permito poner en duda)… ¿valientes? ¿monstruos? que lo harían, pero fríamente es una solución al problema. Miedo y ética.

No se trata de educar a los futuros mexicanos (aceptémoslo, renovar a los actuales es misión más que imposible) en el arte de la insensibilidad, pero sí de la moral. En el momento en que dejen de existir aquellos pequeños “crímenes” como la mordida, paulatinamente dejarán de existir los otros. La base de todo (llamémosle) mal, radica en los minúsculos actos malignos que la conforman. Despedazar la base de aquello que queremos derrotar hace que, como edificio, se derrumbe. Dinamitar la cúpula la dejará hueca y vacía, pero viable para su reconstrucción. Mexicanos con un sentido de la moral alta, construirán la base de una Nación fuerte. Y no simplemente una fachada.

Así, el gobierno debe enfocar sus energías no sólo en derrumbar las cúspides del crimen, sino en carcomer los pilares que los sostienen: narcomenudeo, pandillerismo, robos y sobre todo, una educación que cercene definitivamente la poca moral que tristemente muchos tienen. Y sabemos que ya no basta lo de siempre, los delitos siguen existiendo. Pero si se concibe un plan tan enérgico como el que se pretende usar para estos “casos mayores”, seguramente otra cosa pasaría.

Pero, ¿porqué esperar a que alguien allá arriba haga algo? El mexicano que en verdad ama a su Patria debe enfocar sus energías a lograr que esto sea posible. No con violencia, no con insultos, no esperando algo a cambio para sí mismo, no temiendo. México no necesita que los gobernantes se sienten a platicar y decidir lo mejor para la gente. Necesita que la gente actúe, respetando sus valores, y decida cambiar su realidad. Necesita gente que en vez de hablar, actúe. Sobretodo, gente sin miedo. Con ética. Resalto.

A fin de cuentas, millones son los que desean algo mejor contra miles que no les importa. Creo que las matemáticas hablan.

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