México hereda su nombre de la
ciudad que fuera el ombligo de la luna desde el siglo XIV y hasta principios
del XVI: Meshico-Tenochtitlan. Así, con la pronunciación original. Su unión la
debe a la Corona Española, que todavía entrado el XVII intentaba imponer su presencia
en el norte del país. Su independencia es criolla, pero ganada por el mestizo:
el doloroso hijo de dos culturas. Su identidad nace en el XIX, tras la Intervención
Estadounidense, de amargo recuerdo y madura con las peripecias de Napoleón III.
Se redefine tras la Revolución y todavía hoy, casi un siglo después, se sigue
preguntando quién es.
¿Quién eres México? ¿El sabio
maya, olvidado por la selva yucateca, perdido en las profecías tristes del Chilam Balam? ¿El bravo mexica, orgulloso guerrero águila del último tlatoani? ¿El grandioso teotihuacano,
donde nacieron los dioses? ¿El altivo Santa Anna, el héroe Porfirio, el
intocable Juárez, el soñador austríaco, quien cuyo nombre no figura pero forjó
la Historia al lado del zacapoaxtla, del zapatista, del carrancista? ¿Eres la
Heroica Veracruz, la Gloriosa Puebla, el oscuro Chapultepec, el victorioso Querétaro,
el Trágico Zócalo de diez días, el doloroso Tlatelolco?
¿Eres quien marcha? ¿Quien alza
la voz? ¿Quien calla? ¿Quien gobierna? ¿Quien sufre? ¿De izquierda o derecha? ¿Quién
eres? ¿El que ama el futbol o el que le odia? ¿El que ve la novela o la repudia?
¿El que cree en su democracia o duda de su existencia? ¿El de la UNAM o del
Tecnológico? ¿El campesino o el empresario? ¿El taxista o el piloto de carreras?
¿El pesimista o el optimista? ¿El que ve avances o el que ve retrocesos? ¿El
que critica la riqueza o el que sueña con ella? ¿De la costa o del campo? ¿De
la sierra o de la ciudad? ¿Guerrerense o zacatecano? ¿Campechano o Chihuahuense?
¿Chiapaneco o Guanajuatense?
Yo sé que eres todo, México.
Sólo tienes que recordarlo.
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