Komorebi es una palabra intraducible del japonés.
Se refiere a la luz del sol que se filtra tras el ramaje de los árboles.
Conocerte de noche,
Musa, me ha robado algo
que, ay, estrellas y
luna han olvidado;
es el tiempo,
es quizá el canto,
es que la noche
remarcó distancias
y desbordó las ansias:
dulce noche, tanto me
has dado
y tanto que contarme
me has negado.
Así oraba yo, querida
Musa,
frente a tu altar
sacro
—ése que mi corazón ha
levantado—
y, no lo hubiese
imaginado,
respondió ella, plata
luna,
con aire indignado:
“Pues, poeta, me has
cansado,
noche es tu pedido
hado,
¿lloras, si cabe no
queja alguna?”
“Madre”, dije, “me ha
faltado komorebi.”
Sonrió ella, ante
pedido vano,
luz me regaló; era,
Musa, luz cual tuya…
y así, luna blanca, blanca luna,
tras las hojas del
viejo árbol
su luz, tu luz, me
regaló…
tras el ramaje
dormido, Musa Estrella, sonreí:
en la noche
silenciosa, tu latido reconocí.
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