Noches, tardes, días;
me pesa el silencio de
tu ausencia
y mis brazos se
aferran al aire nordeste
buscándote,
amándote,
esperándote.
Pues sólo eres tú.
Aquí, lejos, no te
imaginas
cuánto intento:
las historias, las
palabras,
un paseo fugaz en
Copilco,
café helado,
fresas con crema,
el color de las
jacarandas.
Pues sólo eres tú.
De pronto, duele
extrañarte
y es cansado odiar a
quien daño te hizo
mas, sabe que sólo
pido
en oraciones
temblorosas de fe quebrada
tu paz,
tu alegría,
tu alivio,
tu sueño realizado.
Pues sólo eres tú.
Ya lo sé.
Esto no es nuevo,
ya mi pluma lo ha
escrito antes.
Qué quieres,
qué pides
si soy tan igual,
cerrando las puertas a
todo.
Pues sólo eres tú.
En cada momento.
En cada amanecer.
En cada último
parpadeo antes del sueño.
En el silencio, pues
temo fastidiarte.
Tú.
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