miércoles, 30 de septiembre de 2009

The jedi's manifesto: Réquiem por un romántico.

Réquiem por un romántico.

You’ll be in my hearth no matter what they say. Yes, you’ll be in my hearth. [And] I’ll be there always… I’ll be with you, I’ll be there for you always, always and always. Just look over your shoulder… I’ll be there always… (Phill Colins, “You’ll be in my hearth”)
Canción para la película de Walt Disney Trazan (1999)

Pertenezco a una especie de hombres que ha caído en el olvido. Alguien que cree en la perfección de los sentimientos, alguien que aún es lo bastante ingenuo para buscar y esperar encontrar un ideal. Su ideal. Apasionado, callado, y sin embargo expresivo, soy un incansable buscador de la armonía de los sentimientos, un ente que quiere que cada expresión, cada gesto, cada acto conlleve en sí mismo los acordes del sello de lo perfecto. Si he de despreciar, procuro no se halle en mi la más mínima muestra de afecto o compasión. Si he de ser tu amigo, procuro ser fiel a toda costa, aún cuando los perros se abalancen a ti con la más justa de las razones. Si he de expresar tristeza y agobio, dejo que ellos me tomen y me hundan, dejo que me hastíe del dolor y la pena... para luego poder volver a buscar la felicidad absoluta y perfecta. Soy, sin más rodeos, un romántico.

Y no es el romántico el que habla de amor y de lo bello. Aunque aquí me dedique totalmente a él. Romántico es aquel descrito con anterioridad. Ese ser ya caduco, borrado por el realismo de las masas que se aglomeran ante el modelo más práctico, sencillo, y que es usado por seres totalmente ajenos a ellos, pero que son idolatrados cual dioses. En efecto, la sociedad está sujeta a lo que se diga o haga en esa caja idiota, la máquina perfecta para hipnotizar a las personas bajo el poder de unos cuantos que sólo se interesan en absurdos papeles verdes con muchos ceros a la derecha de otro dígito diferente de cero. Así, caemos en las clichés, en lo que de tanto usarse parece aburrido y, en algunos casos, hasta obligatorio.

Que si una rosa roja, o un corazón de chocolate, o un enorme peluche sonrosado, acompañados de una cantidad de besos y abrazos, una tarjeta comprada en alguna tienda, y luego sexo en la cama de un hotel, es declarado como amor, o muestra de él, entonces pueden llamarme enemigo de su amor. No seré hipócrita para negar que yo nunca he hecho eso. En efecto, lo hice. Rosa, peluche, besos y abrazos. El problema es que hoy en día eso, la rosa, el peluche, el viaje a un lugar encantado, el sexo en cualquier lugar lo suficientemente apartado de la gente, son declarados, sin más reservas, como amor. Hay algo más detrás de esto que debe obligatoriamente acompañarle. Incluso, puede sustituirle. Yo, tonto romántico, preferiría un beso pausado, suave, jugoso, y sobre todo sincero a toda una colección de ramos de rosas aunque fueran de los jardines más exóticos de la India.

No creo en el amor de telenovela, sin embargo, creo en aquellos amores inmortalizados por mentes más abiertas e imaginativas. Creo en el amor de Romeo y Julieta, pues se amaron más allá de la muerte, aunque Shakespeare haga de él un drama que resulta chocante. Creo en el amor del derrotado, del hombre o mujer demasiado pequeños para el triunfador, para el que les despreció a cambio de otro ser más querido. Creo en ellos, los silenciosos, los que nunca separaron los labios, pero estaban más pendientes que los ganadores. Creo en el héroe que se inmola a cambio de su amada, o incluso que se sacrifica a cambio de que ella, y el sempiterno ganador, sobrevivan. No por que muestre compasión por el que le arrebató su único oxígeno en la vida, sino algo más sublime: se sacrifica a favor de la felicidad de ella. Creo en los que esperan, en los que prefieren extender la agonía, la pregunta obligada que, si tienen suerte, iniciará una nueva vida en sus corazones.

No, no creo en los que dicen estar enamorados de dos o más mujeres. No creo en los que se permiten dirigir una mirada mínima y ansiosa, a otra mujer que no sea la suya. No creo en los que hacen cosas terribles y luego vuelven cual perros implorando un perdón que no merece ser dado. No creo en los que dicen amar y, cuando termina una etapa, ni bien terminó, ya están jurando amor eterno a otros brazos. No creo en lo predecible, por eso detesto las telenovelas, historias donde la más desgraciada logra encantar al más galán o donde los que más se odian, llegan al matrimonio al final de la patética historia. Detesto las telenovelas por que ninguna retrata ese amor que busco ese amor ten cruel y verdadero. No retratan las lágrimas del olvidado, en su lugar están los rostros del vivieron felices. No persiguen la idealización verdadera del amor, y si lo hacen, está tan mal representado que ocasionan que no sea creíble. Esa es la historia del romántico: vagas ideas de su ideal, contradicciones al tratar de definir con cabeza fría la pasión, o de llevar a la pasión al cerebro.

A cambio, creo en aquellos que no pueden sentirse enamorados más que de una sola persona. Creo en los que no tiene más que máximas, profundas y suaves miradas a su princesa, a su ángel. Creo en los que hacen cosas bellas, y cuando hacen cosas terribles (porque nadie está exento) reconocen su culpa y murmuran una disculpa bien audible. No por ellos, sino por que traicionaron lo que sentían y creían por ellos. Creo en los que sufren intensamente el fin de una etapa, los que antes de querer volver a tomar otro rumbo, se purgan para enterrar cualquier vestigio del corazón del amor pasado. Sí, estará presente, pero tan sólo como un hermoso recuerdo, fugaz, mudado del alma, a la cabeza. Creo en las canciones, en las pocas canciones que expresan un amor más cercano al ideal de mi anticuado romanticismo. Esa es mi vida, romántico incapaz de acercarse a una mujer atractiva por que no imagina cotejo si tan sólo operan sus necesidades físicas. Esta es mi vida, romántico que jamás irá más allá de lo que su medieval actitud le permita, jamás tocará labios, mano, rostro sin necesidad. Jamás dirá “Te amo” y aún “Te quiero” si no lo siente. Esta es mi vida, melancólica, inverosímil, sustentada en dos procesos amatorios, los más sublimes a mi entender.

Uno, el matrimonio. Es la perfecta consolidación del amor, el tan ansiado momento de hacer lo soñado, vivir para ella, luchar para ella, ser lo que el caballero quiere ser. Un guardián, un vigilante que vela por la dicha del amor que juró proteger ante el altar de lo legal, de lo divino, que mejor: el altar del alma de dos enamorados. Dos, hacer el amor. No es una prueba de amor. Es la máxima representación del mismo, junto con la pasada. Hacer el amor, es poesía, es armonía. Es algo más que pasión, que satisfacer mundanas pasiones banales. Es mucho más sublime, sutil y perfecto que todo lo que se ve en las películas, en la maldita televisión, en las inexpertas y primitivas conversaciones. No es lo primero, o lo segundo que se hace al iniciar la unión de dos almas. No, no es así. Estos son mis ideales, tonto romántico, que ya no tiene cabida en este mundo. Romántico apasionado e imaginativo en cuestiones de sexo, pero contradictoriamente frío, pues puede más su ideal de perfección que su necesario apasionamiento.

Creo en el poder de la palabra, de las letras, de los detalles, de la simple presencia. Yo, romántico soñador, bástome con un “Te amo”, una carta, un gesto, una mirada, una llamada, un paseo silencioso de la mano, para sentirme lleno, enamorado, querido. Me es suficiente una nota, críptica, pero directa, una canción que se dedica entre los laberintos de las masas que no comprenden el valor de sus palabras, frases sueltas que dicen mucho para un par de oídos, aunque no signifiquen nada para el resto del mundo. Juego a seguir enamorando, a seguir enamorándome, a que el retortijón de tripas perdure cada que sé que algo de ella, se aparece frente a mi. Creo en un abrazo, un simple abrazo, derrite todo lo que dejó un amargo pasado, una ausencia terrible, sustituye todo el dinero del mundo, rompe con los propios ideales del loco romántico. Un abrazo. Imagina, lo que hará un beso... una noche bajo las tibias sábanas...

Soy un romántico, extraño bicho en peligro de extinción. Condenado a no entender otra definición de amor, condenado a buscar alguien que persiga el mismo ideal, la misma creencia. Sujeto a la supervivencia de los de su especie, incapaz de mutar a lo banal, a lo comercial, a lo ya establecido. Soy un romántico, un maldito romántico que oculta sus ganas de llorar, por que siente, que se apaga, como una vela, que ya no recibe más apoyo: la cera, el ideal, le ha sido cortado de tajo. Soy un romántico, que, a pesar de todo, deja al aire sus suspiro de alegría (romántico contradictorio) por que tiene la fe (romántico irracional) de que no tardará el día en que se trague sus palabras y pueda mirar a los ojos a una chica que honre con su presencia, el entorno del romántico que hará una poesía, que supere a un ramo de rosas, a una alhaja de oro.

Mientras, toquen un réquiem. Que la musa me despierte, cuando sea de día. Y, si nunca llega, no lloren la muerte de este romántico. Pues se volverá realista, y se reirá de lo que fue antes, y empuñará el mismo la batuta, para dirigir la orquesta, que ya afina los instrumentos para su obertura luctuosa.  Ruego a los dioses, que ese momento nunca llegue.

Le pido a Dios que me alcance la vida, y me dé tiempo para regresar, aunque sea tan sólo un poco de lo mucho que me das. Le pido a Dios que me alcance la vida, para decirte todo lo que siento gracias a tu amor. (Sin Bandera, “Que me alcance la vida”)

2 comentarios:

  1. Daniel:
    Has echo estallar mi memoria, viejos sentimientos, sepultados bajo el cemento social. No sos el primero, no seras el ultimo,
    pero a las 9:02 has sido el unico ,bien.
    El ser humano es el unico capas de mutar de
    mariposa en gusano, no entregues las alas, si no vas a ser mejor.
    suerte

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  2. Dani, soy lenny de grecia pase por aki a leer lo que publicas y simplemente me has dejado sin palabras.
    todo lo que dices es hermoso no creo que haya otra palabra para describirlo.

    y siempre nos deleitas con algo en grecia. no lo dejes de hacer.

    saludos.
    lenny

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