martes, 10 de marzo de 2015

Volver a pelear



El campo es ruina.
Apilados, los restos de una guerra dolorosa
son púas de las que se han saciado las prontas aves de negras alas.
Escombro de metal,
astilla de torre,
ceniza orgánica.

Sangre fresca.

Alguien ha dejado un estandarte incrustado en la tierra.
A sus pies, florecen mariposas blancas
y una sola rosa, teñida del escarlata líquido,
se inclina suave, besando la base.

Le sabe a derrota.

Alguien camina.
Crujen bajos sus pies las voces quietas
que hacen eco en un terco recuerdo.
Toca en silencio la tela aún suave
de los colores que defendió
entre sollozos silenciosos
de sombras confusas.
Y suspira.

Sopla el viento.

El suspiro se interrumpe.
Se corta,
en el aire quedan dos sílabas
que caen como una canción triste.
El viento del este
levanta las mariposas
y atrapa en un abrazo
pétalos y madera.
Tiemblan las ruinas
y late dolorosa el corazón cuando,
un aroma,
un nombre,
una mirada
y un recuerdo
viajan desde un amanecer de bugambilias
que quieren volver a pelear.

Otra vez.

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