martes, 19 de mayo de 2015

Contrato

Establecimos un contrato,
tú y yo;
un documento escrito bajo el amparo de tintes solitarios:
estrellas;
una relatoría de fragmentos
que hice grandes a fuerza de símbolos:
esperanzas;
un ultimátum cuyo delgado margen
tuvo por tinta lágrimas de odio,
letras fueron llanto de pena,
firma, de amor.

Era un manuscrito implícito,
que conocías en mis pensamientos
menos racionales
y visiblimente más poéticos:
no sabías que lo sabías.
En él, escindíamos;
cortábamos el rojo nudo
que tenues tonos habían forjado:
careceriamos de mutuo significado.
Huecos.
Sombras.
Ceros.

Entonces
dime porqué
malditamente

tu rastro es el de una lágrima
que se avergüenza de extrañarte.


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