América para los alemanes
Weltmeister! ! El himno alemán suena con notable orgullo
en ese espacio abstracto que llamamos “el futbol”, sustantivo que siente, que
enamora, que tiene vida propia y que asesinan algunas selecciones cuyos jugadores,
dicen, “hacen llorar al balón”. Rico en metáforas es el juego en sí y ricas,
muy ricas, las arcas de quienes lo ven no como un poema verde y bruto, sino
como la jugosa inversión que a veces condenamos, pero de la que muchas veces
mamamos. Pero de eso no se habla aquí, aunque el hecho de hablar del Mundial
confirma que, en efecto, giramos inevitablemente en el mundo del capitalismo
satanizado y no a nuestro pesar. Tanto nos gusta el sistema que todos, sin excepción,
deseamos tener dinero y darnos, ocasionalmente, lujos que realmente no
necesitamos.
Nein,
nein! De esto no se habla
aquí. Aquí se entona la Deutchslandlied,
el Himno Alemán: Blüh' im Glanze dieses
Glückes, blühe, deutsches Vaterland! Alemania presume desde el domingo cuatro estrellas en su escudo, hazaña que
sólo Italia y Brasil han conseguido desde que la Copa del Mundo iniciara en
Uruguay, año de 1930. Los germanos, desplegando un futbol exquisito, hicieron
válido el corolario de aquel inglés que decía que siempre ganaban los alemanes.
Su rival, Argentina, jugando lo que acá conocemos como un juego “ratonero” es
decir: un futbol a momentos conformista y poco vistoso, dio con todo y todo un
par de bofetadas importantes que pudieron tumbarle los dientes a la casi
perfecta máquina alemana. Al final se hizo justicia: ganó el mejor futbol.
Argentina entendía la necesidad de no lanzarse alegremente al ataque, pero pecó
en un par de ocasiones de mala puntería y en otras, la defensa alemana operó
con la precisión digna de cirujano. La nación en cuyo nombre está la plata
llevó el juego a tiempos extras y, con un Messi nulificado, decidió apostar por
la siempre insoportable tanda de penales. Pero el equipo de Joachim Löw quería
acabar pronto. Casi no le sale. Tuvieron que pasar 113 minutos para que, tras
un pase de André Schürrle, Mario Götze cruzara al arquero argentino y el grito
de Tooor!! estremeciera a Bach,
Bethoveen y Wagner juntos. Alemania levantaba la Copa.
América entera lloraba.
No, no es cierto. Brasil festejaba, asumo, con
algo de síndrome de Estocolmo. El desprecio futbolístico entre Argentina y
Brasil es de gente grande. No se me ocurre otro, salvo el de México con Estados
Unidos. Bajo esta lógica, Brasil, decíamos, festejaba. Los cariocas preferían siente
nuevos pepinazos en donde no les pega el sol a que Argentina se coronase en su
casa. Manías.
Diré que, hacia el norte, casi toda América
lloraba. Los alemanes son esos malos que salen en películas gringas y alaban a
Hitler. Los alemanes fueron nazis y se comían judíos en el desayuno. Los
alemanes provocaron la
Segunda Guerra cuando se le ocurrió someter a los polacos.
Los alemanes casi matan a Einstein. Los alemanes ladran cuando hablan, o hablan
cuando ladran. Nazismo, nazismo. Ya, supérenlo. Argentina, en cambio, es buena
como el pan, Argentina tiene a Messi, Argentina habla español como nosotros,
Argentina está en América. Y Argentina no hospedó a militares del nazismo.
Sí muchas gracias, decíamos no pocos mexicanos,
Messi puede ir a hacerle amagues a su abuelita, junto con Neymar y Cristiano.
Lección valiosa: en el futbol juega un equipo, nunca un solo personaje. Justo,
muy justo que un auténtico grupo sea campeón. Glückwunsche, Mannschaft!
Robben o de los árbitros
No era penal.
Mucha gente decía que las trampas eran aprobadas
por la FIFA como
medio para no perder dinero. Una fotografía de James Rodríguez llorando,
explicaba con perturbador detalle el asunto. No señores, no se trata de eso. Si
a la FIFA le
interesara el dinero, México sería semifinalista siempre. SIEMPRE. ¿Por qué si
no, a la CONMEBOL
le interesa mucho que México juegue Libertadores y Copa América? De cualquier
forma, a partir del primer partido del Mundial, la FIFA ya no pierde.
El asunto de la trampa va más allá de una tierna
percepción anticapitalista. Va en un rumbo moral, ético, de principios.
“Tantita madre”, diríamos los mexicanos.
Holanda, tras la goleada que le impuso a España en
la primera ronda, se desinfló. Parecía inverosímil que sufriera de más con
Australia aunque, ya relajados todos, venció sin aparente esfuerzo a Chile. Con
México fue otra cosa. Holanda no existió durante 50 minutos hasta que,
inexplicablemente, hundió de nuevo las esperanzas de una nación acostumbrada a la derrota.. Para ello se valió de un recurso muy simpático y poco ético: el
clavado. Arjen Robben, estrella del Bayern München, auténtica pose de
bailarina, se dejó caer en el área mexicana y el silbante, cuyo nombre no
importa, se tragó la trampa.
Ya en el partido inaugural un japonés le concedió
un papel inexistente a Brasil cuando
éste empataba penosamente con Croacia a un gol. En la misma goleada de Holanda,
el único gol español vino de un penal inexistente. A Colombia no le marcaron un
penal y le anularon un gol en Cuartos. A México le anularon dos goles legítimos
contra Camerún. Suárez muerde a Chievini y lo suspenden cuatro meses, porque si
lo ven sólo se va tres partidos (algunos medio trastornados dicen que fue
excesivo; yo digo que se quedó corto). Un francés medio mata a un nigeriano y
sólo recibió la amarilla. Robben de nuevo, volvió a lanzarse del trampolín en
el partido por el tercer lugar.
El juego limpio de la FIFA al caño. Cuando de niño
jugaba futbol, llegué a fingir una falta porque en la televisión lo hacían.
Funcionó, pero me sentí tan mal que creo que fallé el penal adrede (o no, lo fallé
sin quererlo, lo que pasa es que soy muy tronco). ¿Qué será de niños con una
moral laxa como modelo? ¿Cómo repercute el engaño más allá del deporte?
Miserable es el jugador que finge una lesión para su beneficio. Miserable, les
digo.
Entonces, la polémica eterna: ¿se debe permitir la
revisión de jugadas polémicas con ayuda de la tecnología en el futbol? ¡No!,
exclaman los románticos futboleros, y algunos admiten que la trampa la da sabor
el juego. Manga de hipócritas, cuando el gobierno les hace trampa, eso es ser
hijo de puta, no darle “sabor a la política”. Cómo me gustaría que aquellos que
dicen tal barrabasada sean castrados, para que no dejen herencia, los cabrones.
Propuesta
humilde: que se revisen, de oficio, los penales marcados. Como la NFL con los touchdowns. Que las sanciones por
jugadores tramposos sean ejemplares. Que el futbol tenga la limpieza del
tennis, deporte elegante y de caballeros. Roger Federer se vomitaría al ver
tanta trampa.
Apéndices
El Balón de Oro, premio al mejor jugador de la Copa se lo llevó… ¿Messi? ¿Es
en serio? No vamos a negar su calidad, claro que no. Pero una cosa es que, en
efecto, sea el mejor del mundo y otra, muy diferente, que haya sido el mejor de
la Copa. Se
esperaba más del semidiós argentino. Peca la FIFA de cándida, de protagonismo amable, quedar
bien con todos. Acaso el mismo Messi se sabía poco digno del trofeo…
Manuel Neuer es el mejor portero del mundo, ni
cómo negarlo; Howard podrá presumir sus dieciséis atajadas en el partido contra
Bélgica, lo cual no habla muy bien de su defensa, pero la mejor salvada el
torneo es la de François Memé ante el cabezazo de Neymar. Esa atajada levantó
de sus asientos a la chairiza de Filosofía y Letras, nada más.
Pecó la
FIFA de inocente, también, con el famoso grito de ¡Puto! que
tanto identificó a los mexicanos este Mundial. Al final se echó para atrás y el
grito continuó colorido y alegre por… dos partidos más. Contagió un poco a los
brasileños y, puedo jurarlo, lo escuché en el Italia – Uruguay. Los alemanes, en
sus tiros de esquina, también movían las manitas y decían algo, pero nunca supe
que era. De México para el mundo. De nada.
Curiosa la mentalidad del pueblo brasileño. Si
Brasil gana, Mundial bueno, entonces Dilma buena. Si Brasil pierde, Mundial
malo, entonces Dilma mala. Pobre Dilma, cómo le habrá jodido saludar de mano a
los once cabrones que le quitaron la reelección cuando entregaba la ansiada
Copa al equipo alemán..
¿Quién ya se cansó de Brasil? … No se preocupen…
nos faltan las Olimpiadas. Me pregunto, en caso de que Dilma no llegue al 2016,
si los brasileños protestarán fuerte al hipotético mandatario. Mientras tanto,
Lula, desde su casa, suspira: se salvó de la cagada.
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